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Cómo pagar el alquiler haciendo un voluntariado

Tres jóvenes de Rivas comparten sin coste una vivienda municipal por dedicar 10 horas a la semana a trabajo social

Una de las inquilinas impartiendo clases de alfabetización. Foto: Álvaro García / Vídeo: EPV
Antonia Laborde

Parece un piso juvenil común y corriente, pero no lo es. El salón es rojo, los pasillos verdes y cada habitación presenta un color distinto. Hay un póster de Nueva York, dos bicicletas en la terraza y más tazas que cubiertos. Hasta aquí no hay sorpresas. La diferencia con el resto de las viviendas de jóvenes es que Estela, Pablo y Nieves, los inquilinos, no pagan el alquiler. Ellos son parte del programa Becas sociales para la emancipación del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid que le subsidia la vivienda a tres estudiantes o profesionales del área social entre 18 y 30 años a cambio de hacer 10 horas a la semana de voluntariado en el barrio. 

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La iniciativa surgió en el municipio enclave de Izquierda Unida en 2011. "Vimos que los jóvenes de Rivas se estaban marchando y queríamos fomentar su compromiso social", cuenta Montse López, trabajadora en los servicios sociales del Ayuntamiento de la localidad. La idea inicial era que el piso de la Empresa Municipal de Vivienda (EMV) de la calle Manuela Azaña fuera el primero de varios. Sin embargo, el proyecto no se ha expandido por la falta de demanda. Los jóvenes pueden inscribirse en el sitio web del Consistorio durante todo el año y actualmente solo cuentan con una bolsa de 10 personas. "Me parece que es poco, pero es que hay que ser diferente para hacer algo como esto. Tienes que equilibrar la emancipación con un trabajo y con el voluntariado. Es exigente", sostiene López. 

Al ser una vivienda pública, el coste del alquiler sería de 455 euros, incluida la comunidad. En el mercado, el piso de 83 metros cuadrados costaría entre 700 y 800 euros.  

Los requisitos para postular

Para solicitar la beca de emancipación hay que cumplir una serie de requisitos: tener entre 18 y 30 años, estar empadronado en el municipio de Rivas Vaciamadrid, estudiar o haber realizado estudios universitarios de psicología, trabajo social, magisterio, educación social, terapia ocupacional, sociología, pedagogía u otra profesión relacionada con lo social. Tener disponibilidad horaria de al menos ocho horas a la semana para la intervención comunitaria directa, y dos horas acumulables para reuniones, actividades de fin de semana o coordinación.

También se valora la experiencia laboral, voluntaria o asociativa en proyectos educativos y sociales.

Estela Hinojosa, de 28 años, es la inquilina que más tiempo lleva en el piso. Llegó hace dos años y medio con su piano y su título de maestra. El plazo máximo que permite el programa es quedarse cinco años. "No tengo planes de irme todavía, el tema de las oposiciones está fatal, es imposible encontrar un trabajo estable a menos que sea de otra cosa, es prácticamente imposible independizarte haciendo lo que te gusta", narra resignada, pero con una actitud positiva que comparten los tres jóvenes. Estela le está enseñando a su compañero de piso, Pablo Rodríguez, estudiante de 25 años, los temas de las facturas. "Cuando vivía con mis padres me daba lo mismo encender todas las luces, ahora soy consciente de lo que vale cada servicio", comenta Pablo, que llegó a la vivienda hace dos meses. El gasto medio de cada uno es de 200 euros entre facturas y comida. 

Nieves Herrero, de 24 años, pasó su primera noche el 20 de marzo. Su habitación está habitada por cajas y una estantería sin armar. También es maestra y participará del proyecto de alfabetización a mujeres marroquíes y de etnia gitana. "Llevaba tiempo queriendo irme de casa. Tengo un trabajo que no me permitía independizarme, así que cuando vi lo de la beca me interesó un montón. Yo siempre he hecho voluntariado, pertenezco a asociaciones de Rivas y sentí que era la forma perfecta de irme y hacer algo más", narra. El plan de Nieves y Pablo es quedarse entre dos y tres años, hasta que encuentren un trabajo estable, que les permita ahorrar para la independencia absoluta. 

Primaria a los 40

El voluntariado comunitario puede ejercerse en distintos talles: el de alfabetización, el de habilidades sociales o el de la mujer, además de eventos específicos del barrio. La clase de lenguaje para mujeres son los martes y jueves. Estela llega con las carpetas correspondientes, lista para enseñar "palabras con R fuerte" y las vocales. Las casi 20 alumnas completan las guías de ejercicios y piden ayuda a sus compatriotas cuando no entienden algo en español. Fátima, de 37 años, rifeña (del norte de Marruecos) acude hace tres años a las clases. Comenzó como alumna, pero ahora ejerce de voluntaria. "Si mis paisanas no comprenden una palabra en español, yo les intento explicar de otra manera en árabe", sostiene orgullosa.

La media de las mujeres que acuden a la clase es de 40 años. "Cuando el hijo menor entra al colegio, vienen aquí a aprender y a tener un tiempo solo para ellas", explica López. Amina, de 43 años, también rifeña y madre de seis hijos, acude hace cinco años al taller. "Yo no vengo solo porque me obliga mi asistenta social, vengo porque me gusta. Esto es ir al colegio, ahora estamos aprendiendo la tabla del dos”, comenta, y reconoce que a veces ayuda a sus hijos con las tareas, pero otras, ellos son los que la ayudan a ella. 

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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