Los pasos perdidos de Diana Quer
Seis días después de la desaparición de la joven madrileña, en el kilómetro que lleva a su casa no ha aparecido ningún rastro de violencia y no se cierra ninguna hipótesis
Ningún rastro físico, ninguna señal de violencia. A punto de cumplirse una semana desde la desaparición de Diana Quer, la madrileña de 18 años que veraneaba en A Pobra do Caramiñal (A Coruña), solo los testimonios de varias personas que han prestado declaración ante la Policía Judicial de la Guardia Civil de A Coruña orientan los difíciles pasos de los investigadores. A estas alturas todavía no se descarta ninguna hipótesis, pero las manifestaciones de los últimos días apuntan en dos posibles direcciones. Una sería la de que la chica hubiera planeado ausentarse, aunque fuese por poco tiempo, y que algo torciese luego su propósito de regresar. La otra, la de que efectivamente, con motivo de las fiestas patronales de O Carme dos Pincheiros, se hallasen en la localidad unos individuos que horas antes habían acosado, por lo menos, a otra joven. "Morena, ven aquí", contaba Diana por WhatsApp, a un amigo de clase en Madrid, que le decía un hombre que la llamaba pasadas las 2.40 horas de la madrugada del lunes. Su anterior mensaje, el penúltimo antes de apagarse su móvil, parecía una llamada de socorro: "Me estoy acojonando, un gitano me estaba llamando".
Mientras que varias vecinas señalan que "unos días antes" presenciaron escenas relacionadas con una supuesta discusión que presuntamente habría empujado a Diana María Quer López-Pinel a no volver a su casa por unas horas, según fuentes del Ayuntamiento algunos jóvenes coincidieron en describir a un hombre de tez morena (que no tendría por qué ser de la etnia que citaba la desaparecida) y con tatuajes, que iba acompañado de otros dos y que, durante las fiestas, había perseguido a otras chicas. Tal y como ha publicado el Diario de Arousa, una menor de 17 años ha descrito con detalle a un hombre de unos 35 años, alto, con un tatuaje en el hombro, que trabajaba en el montaje de una atracción de feria, que se dirigió a ella en la medianoche del domingo con términos semejantes, "morena, ven aquí".
Según la chica, el individuo la llegó a asir por un brazo violentamente y la amenazó antes de que ella lograse escapar. Los investigadores intentan completar el esbozo del supuesto acosador de la fiesta mientras avanzan también en la posibilidad de que Diana marchase por iniciativa propia. Lo que creen, sin embargo, es que la estudiante de bachillerato madrileña no está en A Pobra. Los padres también lo piensan. Ellos presienten que su hija es víctima de una "retención ilegal" y, con el paso de los días, sospechan que ahora se encuentra lejos, en "cualquier lugar de España". Desde luego, en los 1.100 metros que separan el último lugar en el que fue vista de su chalé, no se encuentran vestigios del paso de esta estudiante de melena negra y ojos oscuros, que mide 1,75 metros y es delgada, y que cuando faltó vestía un pantalón corto rosa, una camiseta blanca y unas zapatillas negras.
El caso Quer no es la única desaparición que se le ha presentado esta semana a la Guardia Civil en Galicia. Al mismo tiempo, en situaciones muy diferentes, se busca a un hombre de 30 años en Baiona (Pontevedra), Iván Durán Valverde, y se han rastreado con perros las inmediaciones de un geriátrico tras la pista de una mujer enferma de alzheimer, de 82 años, que se fue de la residencia de ancianos en Pobra de Trives (Ourense). Pero el perfil de Diana, las circunstancias de su ausencia, y también la presión mediática en torno al suceso (varios famosos, e incluso algún influyente político, se han sumado a la causa por la relación de amistad con la familia) repercuten en las condiciones de trabajo de los agentes, en esta ocasión un equipo con base en el cuartel de Lonzas (A Coruña) en el que perduran algunos de los integrantes del grupo que investigó el caso Asunta. Además, como es habitual en las desapariciones, han puesto en alerta a todos los cuarteles de España, y también a la Interpol. Piden que cualquier persona que crea tener alguna noticia llame al 062 o al 981 83 01 36.
De momento, sin embargo, no se ha solicitado la colaboración del equipo de rastreo con perros que tiene su base en Madrid y al que siempre se llama cuando lo que se pretende es hallar señales de violencia, restos de sangre o cadáveres. Este grupo ha trabajado durante esta semana en la enésima campaña que lleva a cabo la Guardia Civil en Vecindario (Gran Canaria) en busca de algún indicio que lleve a localizar el cuerpo de Yéremi Vargas, el niño desaparecido en 2007, cuando tenía siete años.
La última señal de actividad que dio Diana Quer fue a través de su móvil, ese inquietante mensaje de WhatsApp, enviado a las 2.43. Después ya no leyó la siguiente pregunta que le hacía su interlocutor. Había avisado en casa de que le quedaba poca batería.
La chica, descrita como una muchacha tranquila, sociable, cariñosa y formal, se despidió de las dos amigas con las que estuvo en la verbena, ubicada en una explanada junto al puerto, y en torno a las 2.30 fue vista delante de una pizzería, en la misma recta del paseo marítimo de O Areal. Si la fiesta distaba de su chalé unos dos kilómetros, el restaurante se halla solo a 1.100 metros de la urbanización.
Por la hora y el contenido de los mensajes, se entiende que la madrileña siguió su marcha sin compañía. Poco después de la pizzería, en el paseo se acaban las casas y comienza un tramo de naves industriales abandonadas entre las que siguen en pie las ruinas de la discoteca Bumerang. No es un escenario apetecible para andar solo de noche. Después, la avenida acaba, y desemboca en otro par de sendas al borde de la playa de Cabío, que se abre a los pies de la urbanización en la que veraneaba Diana con su madre y su hermana. La chica no se pudo perder. Su familia pasa las vacaciones de verano en A Pobra do Caramiñal desde hace 15 años. Esta temporada habían llegado desde Madrid a mediados de julio. Diana había aprovechado para apuntarse en la autoescuela Vila y acudía a clases para aprobar cuanto antes los exámenes del carné de conducir.
Tomase el camino que tomase después de superar el tramo de naves abandonadas, la muchacha tendría que atravesar, necesariamente, algunos grupos de casas unifamiliares y seguir el trayecto, siempre asfaltado, que discurre paralelo al largo muro de una parcela ahora deshabitada y a una zona boscosa. Es así como se llega a la puerta que da acceso a su urbanización, en el lugar de Cabío (Santa María de O Xobre, A Pobra), un grupo de adosados que se encaraman en lo alto de una colina con vistas a la villa costera y a la ensenada do Caramiñal, en la ría de Arousa.
Pero la Guardia Civil amplía esta perspectiva. Ha tomado declaración estos días tanto a personas residentes en A Pobra como a feriantes que acampaban en la zona de As Xunqueiras y a amigos del círculo más próximo a la chiquilla en la comunidad de Madrid. También se revisan sus últimas llamadas y muchas cámaras; de aeropuertos, estaciones y carreteras. De momento, no se conocen los frutos.
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