Al ‘caloret’ del PGOU
En 2007 el Ayuntamiento de Valencia decidió que la ciudad necesitaba más suelo urbanizable, mucho más, a pesar de sus muchos PAI todavía por desarrollar
Ni el "caloret" del invierno, ni el del verano, ni el del foc i la flama, ni el de las Fallas (y eso que el pacto falleros-ayuntamiento nuestro de cada año permite este mes de marzo una buena decena de días de verbenas de esas que desplazan el pago de la fiesta y las borracheras de quienes las disfrutan a los sufridos vecinos que han de trabajar o tienen niños o simplemente quieren descansar un poco en su casa, los muy desgraciados y antivalencianos)… aquí en el País Valenciano, y los ejemplos son legión, el "caloret” que realmente reconforta es el del PGOU o el de un buen PAI.
Allá por 2007 el Ayuntamiento de Valencia decidió que la ciudad necesitaba más suelo urbanizable, mucho más, a pesar de sus muchos PAI todavía por desarrollar o completar (Patraix, Orriols, Benicalap, Moreres…) con importantes bolsas de suelo por urbanizar o la legendaria presencia de solares desde hace años sin edificar, incluso en lugares premium (el caso de Blasco Ibáñez contiguo al colegio del Pilar es paradigmático), y muy especialmente en Ciutat Vella, donde además la cantidad de viviendas que requieren de una urgente rehabilitación permite a la ciudad competir en el turismo de “entorno posbélico” con Sarajevo o Donetsk. De modo que en esa época de vino y rosas se planeó “hacer ciudad” a toda costa: adiós a la huerta de Vera, a gran parte de la de Faitanar, a la que queda entre la ronda sur y el nuevo cauce del Turia… El sonido de botellas de champagne o cava (valenciano, por supuesto) que acompañó todo el proceso, incluso cuando a partir de 2008 parecía evidente la absurdidad del mismo dada la crisis económica que ya comenzaba, competía con el fuego de mortero que provoca similares destrozos urbanos en las ciudades castigadas por la guerra. Porque como venían “brotes verdes”, recuerden, pues seguía teniendo todo el sentido esto de recalificar. Lamentablemente 2010, el drenaje del crédito, los recortes masivos y la agudización de la crisis que vinieron poco después liquidaron la fiesta de golpe.
Pero hete aquí que en 2015, con la población de la ciudad en leve pero continuo descenso desde entonces y con unas 100.000 viviendas vacías ya existentes o potenciales (si se desarrolla el suelo ya programado) en la ciudad, el Ayuntamiento ha decidido retomar la revisión del PGOU con la única intención de dejar más suelo recalificado antes de mayo, no sea que… Los agraciados ya notan la maravillosa escalforeta que sólo una buena revisión del planeamiento provoca, mitigada únicamente por los sudores fríos que les entran, y a nuestros queridos munícipes también, mira tú por donde, cuando piensan en la posibilidad de que no dé tiempo a aprobar definitivamente el plan antes de las elecciones. De ahí las prisas y la chapuza que está suponiendo la revisión del PGOU de la ciudad de Valencia, con informes ambientales ridículos, una nula integración en el mismo del propio planeamiento que la ciudad aprobó en 2013 en materia de movilidad y unas previsiones sobre necesidades de vivienda que no sólo incumplen las ratios de la Estrategia Territorial de la Comunitat Valenciana sino que además no se sostienen en ningún caso, como no hace falta argumentar demasiado dada la situación económica y demográfica, por un lado, y las viviendas existentes, por otro.
¿De qué va todo esto de retomar deprisa y corriendo, con urgencias, empleando informes de hace más de 5 años sin actualizarlos siquiera, cumpliendo trámites a la carrera y de forma protocolaria, pasando incluso de algunas normas nuevas o de instrumentos aprobados por la propia ciudad hace no mucho, con tal de lograr a toda costa esas recalificaciones de huerta que nadie juzga necesarias a día de hoy? Pues, como es obvio, de dejar “atado y bien atado” a favor de ciertos propietarios de suelo (sería muy interesante que la Administración, en estos tiempos de supuesta y publicitada transparencia, tuviera a bien publicar la identidad de los propietarios del suelo afectado y, sobre todo, qué cambios en la propiedad de los mismos se han producido, por ejemplo, en los últimos diez años), ese agradable “caloret" del PGOU que tantas cosas explican sobre lo que ha pasado durante todos estos años en el País Valenciano. Pocas cosas habría tan importantes para el país como que a partir de mayo de 2015 se produjera un cambio muy profundo en nuestro modelo de crecimiento, económico y social, que ha de pasar necesariamente por replantear qué hacemos con la riqueza potencial que puede general el suelo, cómo la empleamos y quién es justo que se la quede… y para qué fines. Lamentablemente, a pesar de las prisas y de los sudores fríos de “nuestros queridos promotores”, como los llama el profesor Josep Sorribes, es pertinente un moderado escepticismo respecto de la radicalidad del cambio que se avecina. Es lo que tiene el “caloret” del PGOU, que cuando uno lo nota en sus trémulas y pecadoras carnes de responsable de urbanismo, le cambia la perspectiva y se cae del caballo con una sorprendente y desasosegante frecuencia. Veremos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.