Un reencuentro nervioso
Al cuarteto de Fran Fernández, que no sacaba disco desde 2004, le costó medio concierto tomarle el pulso a la Joy Eslava
Las horas de vuelo no siempre bastan para contrarrestar los nervios de un reestreno ante 500 fieles entusiastas. Australian Blonde remontan sus orígenes a 1992 y tanto Fran Fernández como Paco Loco pertenecen a la aristocracia del indie peninsular, pero su reencuentro, diez años después, arrancó este viernes inseguro y destemplado en la Joy Eslava. Fran sufría en las notas agudas de Control y las armonías con el bajista Pablo Errea chirriaban hasta la desazón. Nada mejoraron las cosas cuando Errea, contraído y acobardado, tomó la voz cantante para Happy here. El cuarteto sonaba a valerosa banda amateur, acoples incluidos. Solo el bueno de Loco se conjuró para disfrutar desde el principio, sobrado de ferocidad y tan propenso a las convulsiones que por tres veces se le desenchufó la guitarra. Paco es un gamberro delicioso que no para de retorcerse, compadrear con la parroquia o enseñar los gayumbos hasta incurrir en el inevitable calvo. Irá en gustos, pero el dominio de Kim Kardashian en las redes no parece correr peligro.
El panorama se entonó muchísimo en la segunda mitad de la noche. Last one standing o Like a boy son medios tiempos impecables, en la mejor estela de Big Star; Sebastopol supo a gloria impetuosa y Witchi Tai To, ambrosía melómana de Jim Pepper, sirve para una versión muy afortunada. Chup chup, primer bis, ya no es himno generacional ni gaitas, pero sigue resultando irresistible. Queda solo la duda de si Fernández, tan lúcido observador de la cotidianidad bajo el nombre de Fran Nixon, entiende esta refundación de Australian Blonde como un divertimento, una corazonada o una íntima necesidad. A falta de un mayor rodaje, pareció más bien lo primero.
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