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POP | Crystal Fighters
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La felicidad sin explicación

El sexteto londinense arrasa entre el público joven, pero carece de toda sustancia musical

Sebastian Pringle, vocalista de Crystal Fighters, en su concierto en Madrid.
Sebastian Pringle, vocalista de Crystal Fighters, en su concierto en Madrid.Juan Naharro (Redferns/Getty Images)

“¿Sentados? ¿Quién va a venir a un concierto a estar sentado?”. Se lo escuchamos a una muchacha, horrorizada frente a su butaca del Circo Price. A la morena se le disiparían las preocupaciones en cuanto los londinenses le hincaron el diente a Solar system, primero de sus 16 zambombazos bailongos del martes: nadie en el teatro sopesó hacer uso de sus posaderas durante esos 80 minutos de fiesta desmadrada, atolondrada, espídica y vagamente tribal. Porque el sexteto, que cerraba la gira de Cave rave, maneja como pocos los resortes de la euforia colectiva, incluso aunque la absoluta insustancialidad de su propuesta nos inspire más melancolía que seducción.

Conviene refrendar la abrumadora capacidad de convocatoria de Sebastian Pringle, el cantante con plumas de indio, y sus no menos estrafalarios compinches. El Price era un hervidero de pijazos precoces, vaqueros de perneras remangadas, zapas fardonas y parejas de pipiolos que se bebían los labios a morro. Inmersos casi en un ambiente de fiesta grande en el colegio mayor, los Fighters sudan las camisetas con ardor desbocado (salvo el guitarrista, Graham Dickson, que ya sale a pecho descubierto) y subliman la tiranía implacable del compás de compasillo. Cantan y brincan todos a la vez sin que comprendamos qué les mueve a estar tan felices. Y hasta homenajean a su batería, fallecido un mes atrás, animando al público a que se abrace. Como en las parroquias.

El ‘chundachunda’ puede tener gracia, pero el de Crystal Fighters parece música para mercadillos: es un ‘feirón sin cabra, pero con caldero de pulpo á feira. Separator apela a una tribalidad impostada, de teletienda; You & I y su enjambre de brazos ondulantes evocan el arranque de un bodorrio, Champion sound tiene tanta sutileza tecno como un disco de Sabrina y Bridge of bones asume una solemnidad baladística de los tiempos del Live Aid. Qué indigesta, a veces, la felicidad.

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