Granada amaga con pedir al Gobierno que limpie las calles
Una montaña de basuras cubre la ciudad tras 13 días de huelga
El conflicto laboral por el que se acumulan más de 2.300 toneladas de basura en las calles de Granada se está convirtiendo en una auténtica pesadilla para la ciudad. Y más después de que, con demasiada premura, se diera casi por resuelto a lo largo del pasado viernes. Contra pronóstico, los trabajadores votaron en una tensa asamblea no ratificar el principio de acuerdo alcanzado entre la dirección de Inagra, compañía concesionaria del servicio, y el comité de empresa.
Tras 13 días de huelga, ya no hay rincón en toda la capital que se libre de la basura a excepción de su principal reclamo turístico, la Alhambra, donde es otra empresa la que se encarga de recoger la basura. Todo lo demás está cubierto de suciedad y montañas de desperdicios. El viento y la lluvia de ayer no contribuyeron a mejorar la situación. El olor a basura de la calle se colaba incluso al interior de los coches aunque tuvieran las ventanillas cerradas.
Ni siquiera los puntos más céntricos lucían ayer como le corresponde a una capital cuya industria principal es el turismo. El coste de la imagen que se está proyectando está por evaluar. Hay algunas cancelaciones en hoteles, y bares y comercios a los que es imposible prácticamente entrar. El Ayuntamiento, por el momento, no ha mediado aunque ayer hizo público que el Ministerio de Medio Ambiente ha confirmado la disponibilidad de la empresa pública Tragsa para limpiar las calles, si se prolonga la situación actual.
El Ayuntamiento, que es la máxima autoridad en materia sanitaria en Granada, no ha decretado la alerta, pero echa la pelota al tejado de la Junta para reclamarle que aumente los servicios mínimos (fijados en el 30%) por “riesgo sanitario”.
La empresa, por su parte, inició una ofensiva contra los trabajadores al publica sus nóminas para hacer ver que tienen sueldos “demasiados altos” y que el esfuerzo de reducción salarial que piden a los trabajadores es perfectamente asumible. El ambiente se enrareció.
El resultado de la asamblea del viernes fue un jarro de agua fría, pero no solo para la empresa, el Ayuntamiento o la ciudadanía. Solo había que mirar algunas caras para ver la decepción tras la votación entre algunos trabajadores e incluso miembros del comité que asistieron incómodos al desarrollo de una asamblea en la que se oyeron no pocos gritos e insultos.
La Junta confía en un “último esfuerzo” por parte de los implicados que ponga fin al conflicto. La huelga, en cualquier caso, no se puede mantener de forma indefinida, de ello son muy conscientes muchos trabajadores y, por supuesto, los miembros del comité de empresa, que ayer se reunieron para analizar lo ocurrido el viernes y tratar de buscar alternativas. La negociación no está rota. Pero la paciencia de muchos se empieza a colmar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.