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Tribuna
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Manifestación del pueblo de Cataluña

Somos amantes de los pactos y sería deseable que el diálogo fuera el camino Los distintos Gobiernos de España no han dado respuesta a las demandas de Cataluña

La manifestación de la Diada no solo fue la mayor que ha tenido Cataluña (1,5 millones de participantes, según la Guardia Urbana; 600.000, según la Delegación del Gobierno central), sino la más festiva y representativa de la sociedad civil. Para los que asistimos a la de 1977, para recuperar la autonomía, esta ha sido distinta. Los habitantes de los más de 900 pueblos de Cataluña pagaron por su cuenta los autocares que se concentraron en los alrededores de Barcelona. Se fletaron trenes, cuyos billetes también se pagaron, y los partidos políticos perdieron su iniciativa. No eran necesarios. La iniciativa brotó meses atrás cuando los municipios, severamente castigados por la crisis, organizaron consultas populares. Los objetivos, proclamados en las pancartas de cada pueblo, eran muy concretos, la mayoría soberanistas. Después de dos años de duros recortes en sanidad, educación y residencias de ancianos, el malestar cristalizó en el deseo de recuperar la libertad de decisión. Los pequeños pueblos también querían ejercer la democracia. Fueron muchas las pancartas y los discursos que se pronunciaron hasta desbordar las propuestas a favor de un pacto fiscal que Cataluña iba a proponer al Gobierno central. Demasiado tarde. Ahora lo que se exigía era ser un Estado en la Unión Europea.

¿Qué habría ocurrido si la crisis se hubiera resuelto antes? Es difícil jugar con el tiempo, porque el futuro ya no es lo que era. La revolución del Mayo francés de 1968 la empezaron los estudiantes y luego se añadieron los obreros. Cohn Bendit dijo: “Seamos prácticos, pidamos la utopía”. El martes pudimos ver a familias enteras, mujeres embarazadas, bebés y ancianos. Y todo bajo un extraordinario civismo y el ambiente propio de una película coral. El pueblo de todos los pueblos salió a la calle. Somos amantes de los pactos y sería deseable que el diálogo fuera el camino. No podemos olvidar que la UE rechazaría toda secesión que no propusiera un Estado miembro.

Pero existía también un cierto eco político. El Parlament pidió al Gobierno de la Generalitat que actualizara las balanzas fiscales con España (marzo de 2011) con una Generalitat endeudada. En términos financieros, se dice que existe déficit fiscal cuando los recursos que un territorio aporta a la Administración central superan lo que esta gasta en ese territorio. Se incluyen los organismos autónomos, las agencias estatales, la Seguridad Social y las empresas públicas. Según declaraciones del consejero Andreu Mas-Colell (exprofesor de la Universidad de Harvard), la diferencia entre lo que aportan los contribuyentes catalanes al conjunto de España por impuestos y lo que reciben a través de los servicios públicos y las inversiones ha oscilado en torno al 8,4% del producto interior bruto de Cataluña. En los últimos 24 años, por cada euro de impuestos que pagaron los catalanes, solo recibieron (o fueron devueltos) 43 céntimos de euro. Y merece destacarse que en situaciones de crisis y paro elevado el déficit agrava la situación de la población de un territorio que sufre ese tratamiento asimétrico. Cataluña es solidaria con todas las comunidades autónomas de España, pero el déficit por habitante del país se ha doblado en esos años, pasando de 1.076 euros en 1986 a 2.251 euros en 2009.

Cataluña tiene una deuda viva de más de 46.000 millones, con vencimientos que se concentran entre 2013 y 2016. Las promesas del Gobierno central de emitir hispabonos en los mercados internacionales no se cumplieron. Cataluña habría podido financiarse casi a la mitad de lo que tuvo que pagar cuando se cerraron esos mercados. Alemania tiene deutschebunds, que son pura deuda que favorece a cada Estado federal a bajos tipos de interés. En el caso de Cataluña quedan muchas preguntas: ¿se han gestionado bien los recursos?, ¿podría haber sido menor el endeudamiento con una mejor gobernanza?

Para concluir: los estadistas que anticiparon la reconstrucción de Europa supieron inspirar el futuro. Los distintos Gobiernos de España no han dado respuesta a las demandas de Cataluña. José Ortega y Gasset dijo en la República que estaba dispuesto a llegar hasta la ribera del Ebro. Los políticos de las Españas nunca entendieron eso.

Robert Tornabell es profesor de finanzas y exdecano de ESADE Business School.

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