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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Elecciones en la universidad

Los candidatos acaban de presentar sus programas, y ahora se reúnen con profesores, estudiantes y sindicatos

Las elecciones para nombrar nuevo rector de la Universidad de Alicante se celebrarán el jueves 8 de mayo. Asistimos, estos días, al desarrollo de la campaña electoral. Los candidatos acaban de presentar sus programas, y ahora se reúnen con profesores, estudiantes y sindicatos para explicarles sus propuestas de un modo más particular. Todo esto, de acuerdo con el calendario oficial porque, en la práctica, la campaña electoral comenzó meses atrás. El peculiar sistema electoral universitario obliga a los candidatos a tejer una profunda red de influencias y apoyos antes de la votación. Quien concurra a las urnas sin ella, perderá casi por completo las posibilidades de elección. Ello origina un regateo de favores y un tráfico de influencias considerable, donde —al decir de algunos— se encuentra la sal de las elecciones universitarias.

A la hora de explicar la situación actual de la universidad española suelen mencionarse diversas causas. Rara vez se cita entre ellas la forma de gobierno. Sin embargo, que el rector sea elegido por sus propios compañeros, los estudiantes y el personal administrativo, tiene unas inevitables consecuencias sobre el gobierno de la institución. La principal —salta a la vista— es que el rector depende de su cuerpo electoral. Afirmar que es prisionero de sus votantes, como ha hecho recientemente un ilustre profesor, tal vez sea excesivo. Pero es irremediable que la influencia de los departamentos, grupos de presión o sindicatos, pese en la toma de decisiones. Los intereses de la propia institución, de los miembros de esa institución, se impondrán, a la larga, sobre los de la sociedad a la que debe servir.

La Universidad de Alicante encara estas elecciones después de unos años caracterizados —digámoslo de una manera amable— por una profunda atonía. Es cierto que en ello ha influido, sobre todo en la última etapa, la situación económica de la Generalitat. Cuando de dedicar nuestras fuerzas a obtener dinero para pagar las nóminas, no queda margen para mucho más. Pero no es menos cierto que la comunidad universitaria se ha sentido cómoda en ese baño de maría. Quizá ese estado pueda explicarnos el moderado interés que ha recibido la campaña electoral, en un momento tan comprometido como el actual. También es cierto que las propuestas de los candidatos no se han desviado un centímetro de lo que cabía esperar. Lo previsible rara vez llega a emocionar.

En lo que llevamos visto de campaña electoral, dos cuestiones destacan sobre las demás. La primera, es el extraordinario valor que ambos candidatos conceden a la economía. Este valor no es sólo consecuencia de la actual crisis, sino del papel que ambos le asignan en el futuro de la universidad. Aunque en ocasiones pueda parecer que se dice lo contrario, los programas electorales dan por hecha la subordinación de la universidad al mercado y aceptan sin rechistar ese capitalismo académico hacia el que nos empujan. El otro punto que llama la atención es la presencia de las formas de la política en la campaña electoral. Es la primera vez, que yo recuerde, que tal cosa sucede en la Universidad de Alicante. Desde la imagen que ofrecen los candidatos en los carteles de la propaganda, hasta la retórica que impregna los discursos, el mundo de la política se ha adueñado de la campaña electoral. Todo un síntoma que indica hacia dónde se encamina el gobierno de la universidad.

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