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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Arenas y el medio pollo

A las empresas demoscópicas les pasa como a los escarabajos, que poseen todavía un sistema muy rudimentario para contar

Un estudio elaborado hace unos años por científicos de la Universidad de Valencia permitió descubrir que los escarabajos saben contar, aunque sea de forma muy rudimentaria. Les parecerá una ocurrencia, pero tiene su importancia. Decía el estudio que esta fórmula de contabilidad se denominada "sistema aproximado del número", un proceso que puede ser más antiguo de lo que se había sospechado hasta ahora. Les explico: los coleópteros utilizan un sistema primitivo que les hace posible calcular el número de objetos de un conjunto, aunque no puedan precisarlo con exactitud. Esta capacidad ya se demostró en primates, loros y gallinas.

El sistema aproximado del número es lo más parecido que he encontrado, científicamente hablando, a las encuestas de opinión previas a las elecciones autonómicas del 25 de marzo. A las empresas demoscópicas les pasa como a los escarabajos, que poseen todavía un sistema muy rudimentario para contar y lo que hacen no es más que evaluar las partes de un todo de una forma aproximada. A veces, tan poco aproximada que nada tiene que ver con la realidad posterior. El sistema demoscópico está todavía en la etapa pre-verbal, a la altura, matemáticamente hablando, del conocimiento que tienen sobre los números una gallina o un loro.

La demoscopia es como la estadística, una ciencia de aproximación. La estadística sostiene que si uno se come un pollo y el otro ninguno, entre ambos se han comido medio pollo cada uno. Mientras en el caso de la demoscopia, se trata de prever el porcentaje de pollo que se podría comer cada uno haya pollo para todos o no. Por eso, con todos los respectos para los profesionales de ambas materias, los resultados finales pueden parecerse a la realidad lo que el teorema de Pitágoras a las cuentas de la lechera de los escarabajos: casi nada.

Isabel Pedrote, la redactora que siguió la campaña del PP en este periódico, escribió una crónica titulada "Las promesas se vuelven borrosas", en la que ironizaba sobre el hecho de que a medida que se acercaba Javier Arenas a la presidencia de la Junta sus pocas promesas concretas se habían convertido en propuestas difusas. O lo que es lo mismo, en borrosas. Más o menos eso fue lo que pasó tras conocerse el escrutinio, que el líder Arenas se volvió tan borroso como sus propuestas. Está sin terminar de estar; le pide un pacto al PSOE cuando sabe que el PSOE está pactando ya con Izquierda Unida y anuncia que acabará la legislatura en Andalucía sin valorar que puede ocurrirle justo lo contrario, que la legislatura acabe antes con él.

Al igual que la demoscopia y la estadística son de una lógica borrosa, lo es también la situación actual del líder del PP andaluz. Arenas aparece estos días bastante difuso en su ser y muy confundido en su estar. También algo desvanecido ante sus propios compañeros e incluso ante parte de su electorado. El líder del PP aspira a renovar el cargo de presidente en el congreso que esta verano celebrará su partido en Andalucía, cuando lo curioso de ese cónclave será distinguir al posible sucesor del que se va a suceder a sí mismo. Para entendernos, Arenas va a tener el liderazgo definitivo en el PP andaluz hasta que definitivamente el PP encuentre un nuevo liderazgo definitivo en Andalucía.

Pero, ¿quién tiene la culpa de todo lo que le está pasando a Arenas? El sistema aproximado del número y la dichosa estadística. De un lado, las cuentas de la lechera del escarabajo pelotero que anunciaron los análisis demoscópicos. O sea, el desastre absoluto de los sondeos de opinión y de las expectativas que crearon. De otro, el pollo de la estadística. Ese que sostiene que si en 32 años de gobierno en Andalucía el PSOE y el PP se han presentado siempre a las elecciones, Arenas lleva 16 años gobernando. O lo que es lo mismo, estadísticamente hablando, el líder del PP lleva ya demasiado pollo comido, aunque sea de medio en medio.

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