‘Un sublime error’, la masculinidad de cristal
El solo de Jan Lauwers creado para lucimiento de Gonzalo Cunill hace brillar la magia del teatro tranquilo y sutil
Gonzalo Cunill es un gran actor argentino que lleva media vida en España, trabajando con directores como Carlos Marquerie, Rodrigo García, Àlex Rigola o Carlota Subirós. El creador belga Jan Lauwers lo descubrió a finales de los años noventa y, naturalmente, se quedó prendado de este hombre melancólico de mirada triste y se lo llevó a su compañía, la Needcompany. Seductor muy a su pesar, Cunill lleva ahora un elegante traje blanco hecho a medida: Lauwers le ha escrito y dirigido Un sublime error, un solo para su lucimiento. Muy a favor. Este misterioso hombre tranquilo nos recibe en su propio funeral y nos cuenta su vida y muerte. Nos encontramos ante una historia de amistad y de todas esas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena.
La primera coproducción internacional del Heartbreak Hotel (con Temporada Alta y La Abadía) encaja a la perfección con la filosofía de la sala: teatro de la palabra, la voz natural y el gesto sutil. Una gran mesa sustenta una instalación hecha enteramente de cristal: copas, jarrones y otras delicadezas vítreas reposan, como un inestable y peligroso castillo de naipes, frente al intérprete y los espectadores. Las láminas de cristal o los fragmentos rotos son escenografía y espacio sonoro al mismo tiempo, continente y contenido. La historia de los tres amigos (Gonzalo, Christine y Álex) revela sin disimulo el carácter autobiográfico que tienen todos los hombres en los espectáculos de Lauwers. Un sublime error es un texto extraño, que a ratos divaga y se pierde por caminos inesperados, pero el talento de Cunill hace que le perdonemos todos los errores. El tópico del actor que podría recitar el listín telefónico no podría ser más acertado.
Narrador, protagonista y técnico de sonido, Gonzalo cuenta, comenta y performa la relación con sus dos grandes amigos. La risa, un bogavante con salsa americana o la vida como sala de espera brotan en un montaje tranquilo y sutil. “Soy tonto, pero tengo razón”. El frágil equilibrio de la instalación de cristal se sustenta, como el texto, en la honradez del intérprete y de la propuesta. “No hay nada que comprender”. A veces, la magia del teatro se manifiesta a través de espectáculos sencillos e imperfectos que, pese a todo, tienen todo el sentido del mundo.
Un sublime error
Texto y dirección: Jan Lauwers.
Dramaturgia: Elke Janssens.
Traducción: Michaela Van Muylen.
Reparto: Gonzalo Cunill.
Heartbreak Hotel. Barcelona. Hasta el 15 de diciembre.
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