¿A qué suena el nuevo “pop” hispano?
De los primeros días del country hablado en inglés mezclado con español, pasando por el bugalú de las calles de Nueva York, hasta llegar a los días de los corridos tumbados de Compton, en California, la música popular hispana en Estados Unidos ha ayudado a construir la identidad y la felicidad de toda una comunidad.
De acuerdo con los registros más antiguos, los hispanos llevan en Estados Unidos cerca de cinco siglos, sin embargo la cantidad de habitantes en dicho país ha crecido exponencialmente desde el periodo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En un inicio fueron mexicanos, en su mayoría, quienes comenzaron a habitar California, Florida y Nueva York. Posteriormente, para 1970, la presencia e influencia de la comunidad hispana en Estados Unidos fue reconocida en el censo poblacional nacional de ese año.
Desde entonces, el esfuerzo, las costumbres y diversas expresiones de alto valor como la comida, el idioma o la música han enriquecido y revitalizado la cultura y el dinamismo del país. No por nada, algunos estudiosos prevén que para el año 2060 Estados Unidos será el segundo país hispanohablante más grande del mundo en número.
Esto nos lleva a pensar en esa música local de cada país que se ha alimentado de la vida tan rica, apasionada y compleja en Estados Unidos. Pensemos un momento que durante los primeros días de migración mexicana, el country, las polkas y la vida de campo dieron vida a la música norteña, aunque ésta se ha ganado también sus méritos propios y ha regresado un sinfín de estilos, canciones, expresiones y maneras de cantar y bailar, que hoy son propios y exclusivos de la hispanidad de Norteamérica.
Al igual que el blues nacido en el Delta del Mississippi o la particularidad del son cubano, la música popular es vida del pueblo en estado puro, es felicidad y festejo que celebra lo que somos, de dónde venimos. En cierto modo, la música local de cada país es “el pop” más íntimo de cada nación, la música que está en nuestra memoria y corazones, la que bailamos y cantamos a la menor oportunidad.
Y como la música suele ser una tradición viva, la cual se alimenta de lo que piensa, siente y vive, ésta ha evolucionado y fusionado con otras expresiones, mismas que han crecido en número y han alcanzado desbancar a los géneros globales que, por décadas fue la música más escuchada en el mundo (pensemos que el rock y el pop anglosajón hoy han dado pie al reggaetón y al regional mexicano para encabezar los charts).
Desde los días de Linda Ronstadt expresando para multitudes enteras lo que era ser mexicana en Estados Unidos, pasando por el soul chicano del sur de de California en la década de los 60, así como el bugalú (mitad folclor puertorriqueño y mitad soul afroamericano) que fue pieza clave para entender el éxito mundial que un género como la salsa tiene a nivel global, hoy esa medida musical de lo masivo y lo popular, “el pop”, se encuentra ampliado, diversificado y puesto para la pista de baile más heterogénea.
No es extraño ver al público norteamericano abrazar la cumbia en sus diferentes versiones, encontrar versiones modernas de la chicha peruana para convertirlas en éxitos globales, o que el rap aparentemente más duro y hermético entre en contacto con los sonidos cubanos, dominicanos, salvadoreños o puertorriqueños, por mencionar tan sólo algunos de los cientos de ángulos que hoy tiene la música popular hispana.
Dicen que la música es un lenguaje universal y hoy, a través de expresiones hispanas conquistando las listas podemos saber que el nuevo pop suena a baile, calor y sonrisas en las calles, a guaguancó de Miami, a corridos tumbados, hip hop chicano y más. Mucho más. Esta es nuestra música. ¡Celebremos juntos!