Repensar la función y el futuro del arte contemporáneo
Del regreso de la pintura, las crisis institucionales y la invasión del consumo, a la incursión de discursos coyunturales en las bienales, los cuestionamientos a las tradiciones y figuras imperantes o los límites de la abyección en las prácticas artísticas. ¿Qué viene para el arte contemporáneo?
Incluso antes de la invención del tiempo existe el deseo apasionado por saber qué sucederá el día de mañana, en dónde nos encontraremos o cuál será el destino que nos depara. Religiones, escuelas de pensamiento, incluso la ciencia y la tecnología han echado mano de todos sus recursos y herramientas a su alcance para atisbar medio centímetro de futuro. Irremediablemente, las prácticas recurrentes y la experiencia de los termómetros metafóricos del presente han sido de ayuda para hacer ciertos vaticinios con conocimiento de causa como en la economía, las tendencias sociales o el comportamiento de la naturaleza en determinados contextos. ¿Y el arte?
Especialmente en el ámbito especulativo del mercado del arte, para los galeristas, art dealers, coleccionistas y cierto tipo de curadores les resulta pertinente saber “qué es lo que viene”, adelantarse y hacer un movimiento de oportunidad para ganar mucho con poco, llámese dinero, prestigio, reconocimiento o simplemente el gusto por ser el primero.
Ante este tipo de concepciones, juegos y dinámicas resulta vital ser visores con una mezcla exacta de acuciosidad, observación y juicio, pero también de cierto arrojo, intuición y talento intangible que sólo se decanta estando en contacto constante con la mayor cantidad de arte posible para atisbar sus líneas discursivas, sus evoluciones estéticas o sus tendencias matéricas, incluso. Mucha información de por medio, en una mezcla pertinente de correlaciones no siempre a la vista. Esto quiere decir: a todos nos gustaría descubrir al próximo Basquiat del mundo contemporáneo, pero es probable quien lo logre ver reconfigure el planteamiento mismo.
Qué está diciendo
Ante la pregunta expresa sobre qué es lo que le depara al arte contemporáneo en su umbral próximo, Jesús Pacheco, periodista cultural, productor y conductor de La Pipa y la Fuente, programa de radio especializado en el arte contemporáneo, atiende la respuesta desde la naturaleza misma en el arte, en donde la amplitud de posibilidades y caminos trazan una complejidad más allá de las tendencias y recurrencias.
“Aquí tengo que aplicar la consabida frase de ‘entre más conozco, más desconozco’. Lo que sí podría decir a partir de un vistazo panorámico a lo más interesante que está apareciendo en exposiciones colectivas y bienales es un creciente interés en los textiles y el tejido. Pienso, por ejemplo, en el Crochet Coral Reef –o arrecife coralino de crochet–, la ciencia ficción tejida creada por las hermanas Christine y Margaret Wertheim del Institute For Figuring. Ese proyecto –que combina matemáticas, biología marina, activismo social y arte– responde a la crisis ambiental detonada por el calentamiento global. Ese arrecife tejido ha venido creciendo en todo el mundo desde 2005 gracias a la acción colaborativa de más de 20 mil personas. Es un gran ejemplo de un proyecto que puede subrayar el daño que los humanos provocan al planeta, pero que también subraya el poder para la acción positiva; nos muestra cómo tejer al croché con deshechos puede ser una manera de entrelazar el amor y la rabia, para utilizar las palabras de Donna Haraway. También pienso en el trabajo textil de Paloma Contreras, que con la suavidad del peluche o las texturas acariciables nos atrapa para terminar susurrándonos cosas terribles, que lo mismo tienen que ver con los horrores de la clase media mexicana que los de la historia política y económica mexicana contemporánea. Son peluches que nos terminan ahorcando con sus suaves manitas. Y es elocuente también que en La Biennale de este año había desde piezas históricas de la faceta de artista visual de Violeta Parra (lienzos tejidos de los años 60) hasta los vestuarios máscara de Lavinia Schulz y Walter Holdt, que en los años 20 y 30 acompañaban ‘danzas libres’ y que han llamado por ahí ‘una teatralidad iniciática’. O el trabajo reciente de Tau Lewis, quien transforma tejidos y artefactos recuperados mediante elaborados procesos de costura en seres mágicos o talismanes imaginarios gigantescos”, explica Pacheco Vela.
Por su parte, la fotógrafa Juliana Alvarado abona su perspectiva en el ámbito de la fotografía, lo que ella percibe que está sucediendo y hacia dónde está apuntando su disciplina.
“Hay obras sobre territorios, identidades y violencia sobre todo. De género, ligado no a lo abyecto sino desde la metáfora del cuerpo, eso se mueve mucho dentro del lenguaje fotográfico, incluso con fotógrafas del norte de México. De repente me han escrito fotógrafas de Ciudad Juárez y veo que tenemos puntos en común, me sorprende, hay fotos muy parecidas desde contextos distintos. Por otra parte veo que varios artistas de mi generación estamos haciendo cosas muy autorreferenciales y con toda la idea de la identidad y la individualidad. Hay reflexiones sobre lo que vivimos en el tema de la imagen: toda esta falsa idea de que puedes tener tu identidad mediante Instagram, actualmente todo está permeado por los medios digitales y no hay tanta libertad. Eso, como discurso lo tengo como un eco constante con otros”, apunta Alvarado.
Esta problemática a la que alude la fotógrafa coincide también con la percepción local de una estética infantilizante y brusca, incluso descuidada en términos de técnicas materiales y discurso, que para el artista multidisciplinario Israel Martínez resulta sintomático y hasta cierto grado comprensible, como una posible reacción a la dureza y crueldad del mundo en el que vivimos.
“Actualmente veo que los galeristas proponen mucho infantilismo, cómic o una visión muy sarcástica de las cosas. Para mí es una línea que refleja una distancia del compromiso del arte en su reflexión social, resultante quizás del hartazgo ante la realidad dura y violenta en la que vivimos. No deja de ser político, pero no lo enuncia frontalmente y eso hace que el galerista pueda ofrecerlo como una obra que pueda ser coleccionable, precisa Martínez.
Regresar la mirada
Dentro de las discusiones en cuanto a coyunturas y tendencias dentro del arte contemporáneo, la que gira en torno al regreso triunfal de la pintura es una de las más acaloradas y recurrentes, aunque también una de las más ambiguas y jabonosas.
Juan Pérez, galerista y director de Sala GAM, el espacio alterno de la Galería de Arte Mexicano (GAM), una de las más completas y longevas del continente americano, este sonado regreso ha venido acompañado de una constante adversa: la calidad, la cual, asegura Pérez, “ha bajado enormemente. Y ya no hablamos de la durabilidad, sino de la calidad más evidente. Hay veces que gastar cinco pesos extra en un buen lienzo va a hacer una diferencia que se notará muchísimo. Y como la gente está ávida de generar dinero rápido y de crear mucho, en esa traducción se pierde el hecho de que cada pieza vale y tiene que importar. En ese sentido no sólo hablamos de una disminución en cuanto a la calidad física y material, sino también de la importancia que el artista le da a cierta pieza”.
Bartolomé Delmar, también galerista de Sala GAM complementa lo dicho por Pérez y hace énfasis en el actual interés matérico por parte del público, así como el intrincado mundo de los significados, los conceptualismos, el ejercicio de “entender” o develar la temática o intención del artista, algo que para Delmar aleja de la experiencia estética.
“Actualmente, la moda en la pintura es la trascendencia del interés matérico. Antes te parabas frente a una pieza y ya, no había necesidad de que llegara ningún galerista o curador a explicarte. Era más enajenante si acaso, sí. Más difícil, también. Pero justo ese era el juego. Yo he visto mucho eso: te paras frente a la obra y a pesar de que uno esté versado en ese mundo, llegan y te explican. Yo personalmente no entro a una galería ni a un museo para eso. Y esta sensación está en muchos casos, ese hartazgo aflora más porque después de todo se vuelve, a pesar de que en un principio sea una relación más cercana porque la obra te está hablando de cosas que te suceden y experimentas, igual de enajenante porque tiene un dictado moral: ‘Entonces el género es esto y el mensaje es claro’ y entonces no hay interpretación. Y, por un segundo flanco, los galeristas también lo hacen con la pintura. Y al final de cuentas, la frase medieval es importante: ‘La rosa es sin porqué’.
En perspectiva, la curadora Paulina Ascencio Fuentes asegura que, en retrospectiva, se ha avanzado bastante y se ha dejado atrás el equilibrio entre la impermeabilidad de las obras frente al desconocimiento o desinterés del público, desarrollando vínculos y puentes importantes. “Cómo balanceas esta suerte frialdad del cubo blanco, la cosa clínica, que no haya manchas y quitar la ficha…No necesariamente. Siento que ya pasamos esa etapa de la visión del artista por sobre todas las cosas. Hoy, y hacia futuro, tiene que haber un diálogo mucho más generoso, sabiendo que estás trabajando para el público. Para mí el acto curatorial es también eso: un acto de servicio y de accesibilidad. Y después ya, tú no diriges la mirada pero sí la desestabilizas”, considera Ascencio Fuentes, quien además reflexiona sobre el presente y futuro de los espacios expositivos como las galerías, las ferias y bienales o incluso algunos museos. “A final de cuentas puede ser que los museos sean instituciones coloniales, pero qué más pueden ser; hay que aprovecharlos y pensar estas colecciones como zonas de contacto, de contestación. Espacios para regresar la mirada”.