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Ofrecido porArt Now

Vender desde la provocación y el escándalo con fines estéticos

Concebida como una herramienta discursiva en el arte, el provocar desde lo explícito ha transitado de lo pertinente y reflexivo, al ardid publicitario con fines estéticos y mercantiles. Sin embargo, el presente parece marcar otras directrices.

Duchamp, uno de los primeros provocadores desde el conceptualismo. La Fuente en la adición recién terminada del Museo de Arte Moderno de San Francisco, California, abril de 2016.
Duchamp, uno de los primeros provocadores desde el conceptualismo. La Fuente en la adición recién terminada del Museo de Arte Moderno de San Francisco, California, abril de 2016.San Francisco Chronicle via Gett
Ricardo Pineda

Pensamientos jabonosos, polémicos frente a los conceptos de armonía y convivencia civil, incluso amorales, o contra las buenas costumbres siempre ha descolocado, llamado la atención o incluso fascinado, especialmente en el mundo del arte. Sin embargo, con el paso del tiempo estos recursos también han fungido más como un ardid gratuito gratuito con fines mercadológicos que como un elemento discursivo integral para reflexionar sobre el contexto en el que vivimos.

Cierto, el mundo moderno es profundamente explícito, desde su complejidad y abyección cada vez más explícita. Al respecto, el arte contemporáneo arrastra con dos lugares comunes que le atañen y versan sobre la función del artista como un catalizador del mundo que habita, y que una de sus herramientas más frontales para lograrlo es provocar y descolocar al espectador, incomodar para mover la mirada de sus zonas de confort y poder generar nuevos diálogos que nos acerquen a mejores maneras de enfrentar las distintas problemáticas en las que nos encontramos inmersos.

Lo gráfico y explícito ha existido en el mundo del arte prácticamente desde sus inicios, ya sea como un antagonismo a la idea de deleite estético y belleza, o bien como una muestra de la complejidad, diversidad y amplitud del mundo. Incluso antes de la llegada de los movimientos libertarios, las vanguardias más radicales o los discursos políticos y transgresores en el arte abstracto y conceptual, la provocación ha puesto en jaque a las voces censoras o detentoras de aquello que debe o no apreciarse en el arte.

Richard Serra, provocar desde el desconcierto. Equal, exhibida durante una vista previa para la prensa de la primera presentación de otoño del MoMA en el Museo de Arte Moderno, noviembre de 2020, Nueva York.
Richard Serra, provocar desde el desconcierto. Equal, exhibida durante una vista previa para la prensa de la primera presentación de otoño del MoMA en el Museo de Arte Moderno, noviembre de 2020, Nueva York.Cindy Ord (Getty Images)

Aquello que no es normal

Ante un mundo de consumo, amoral y en constante conflicto, sumamente desde sus espacios más íntimos, su cosmovisión, cultura y geopolítica, las décadas recientes han puesto énfasis en condenar abiertamente las distintas expresiones de sentido explícito y abyección. Se dice con frecuencia que la justificación de esto ante los distintos conflictos no debe ser nunca el camino, ya que deshumaniza e insensibiliza, una percepción en consonancia con distintas voces críticas al respecto, como la del escritor y diplomático francés Stéphane Hessel (1917-2013), que de ella deriva es la peor de las actitudes humanas.

Otras miradas críticas al respecto han echado una luz sobre la violencia en el arte como un ardid de venta en torno al sensacionalismo, o lo llanamente abyecto, una dinámica que no abona ni transforma pese a toda reflexión pertinente. Algunas voces más moderadas piensan también que ante esta aparente normalización resulta necesario revertir y abordar la provocación desde otros caminos.

Sin embargo, la provocación en el arte contemporáneo no ha dejado de existir, respirar y sobre todo atraer y vender en sus formas más frontales y explícitas. El periodista cultural, productor y conductor de La Pipa y la Fuente, programa de radio especializado en el arte contemporáneo, Jesús Pacheco Vela, recuerda un caso no tan lejano, en pleno siglo XXI.

“Eso de que lo explícito ha sido asimilado es un decir. Les bourgeois continuent à s’épater(Los burgueses continúan asombrados). Basta con recordar la cancelación de la exposición del artista vienés Hermann Nitsch (1938-2022) que tendría lugar en 2015, ‘dadas las condiciones políticas y sociales de México’. Creo que situaciones como esa muestran que un discurso puede ser potente según el contexto. ¿Tal vez la obra de Nitsch hubiera tenido menos potencia en un lugar donde no fuera cosa de todos los días?

“También pienso en la reacción que desató en La Biennale [de Venecia] el trabajo del peruano Herbert Rodríguez. Sus collages de finales de la década de los 80 desataron críticas, que iban desde que no era arte hasta que representaban la decadencia total. A la gente no le importó que se tratara de piezas de arte crítico con las que Rodríguez había encarado la mano dura estructural del Estado y de los grupos terroristas en aquellos años. Creo que provocó esa reacción por el contexto en que se exhibían: La Biennale. Así que quizá, influido por el contexto estridente en el que nos sitúa la realidad mexicana, algunas de las piezas más potentes que he visto en los últimos años han sido aquellas que parecen recurrir al susurro, a la suavidad (de los dibujos textiles de Zyanya Arellano a los paisajes-vestuario de Paloma Contreras), al silencio (los escombros de La promesa [fragmento], de Teresa Margolles, dispuestos a manera de mudo antimonumento a los sueños demolidos por el crimen organizado, la corrupción institucionalizada, la impunidad…), o a las ficciones quiméricas basadas en el cuerpo (de las muñecas de Nicole Chaput, martirizadas por sus posturas y su propia belleza, a las criaturas políticas construidas con pantimedias rellenas de tabaco de la artista métis Gabrielle L’Hirondelle Hill, que confrontan las historias de conquista de las colonias de Norteamérica) para hablar de manera contundente de temas que a todes conciernen”.

Provocación y lujo. Pieza Mito explorado, explicado, explotado se exhibe como parte de la exposición Historia natural de Damien Hirst en la Galería Gagosian, marzo de 2022. Londres, Inglaterra.
Provocación y lujo. Pieza Mito explorado, explicado, explotado se exhibe como parte de la exposición Historia natural de Damien Hirst en la Galería Gagosian, marzo de 2022. Londres, Inglaterra.Tristan Fewings (Getty Images)

Acercamiento y lejanía: la comunidad de los sin comunidad

Para la fotógrafa mexicana Juliana Alvarado (1990), quien se declara abiertamente alejada de la representación y la puesta en escena que brinda su medio de producción, asegura que hoy en día quienes más venden en el mundo de la fotografía son aquellos que son explícitos, coyunturales y abyectos.

“Si tu foto no tiene impacto o no es sensacionalista, no atrae. Y a mí me cuesta trabajo entrar en esas esferas porque creo que eso es algo que hay que evitar ya, lo veo como un vicio, al menos en la foto. Porque está haciendo que el lenguaje fotográfico sea un abuso; ya no es un medio con una esencia en sí mismo. Hay que alejarse de la representación”, asegura Alvarado.

La alusión de Jesús Pacheco al trabajo de la artista Teresa Margolles (1963) en esta discusión resulta pertinente y especialmente compleja. Margolles, artista conceptual, fotógrafa y videógrafa mexicana, está centrada en explorar las causas sociales y las consecuencias de la muerte, así como la denuncia abierta de el narcotráfico en México, colocando la violencia en el debate público.

Por su parte Bartolomé Delmar Huerta (35 años), curador de la Sala GAM, para quien la provocación se le figura como un elemento secundario, el ejemplo de Margolles merece una mirada mucho más reflexiva y personal. “En el caso de Margolles hay una distinción importante: me parece enormemente poético lo que hace, bellísimo. Si a ese momento de poesía que es dura y definitivamente se nutre de lo contextual, vienen y me dicen que lo fundamental de esa obra es el comentario que está haciendo sobre el narcotráfico, sobre algo coyuntural en ese sentido, se me cae la pieza.”, apunta el curador.

El análisis y cuestionamiento a estas críticas impactantes en el arte, son relativamente nuevas y habría que mirarlas también con cautela y precisión. Paulina Ascencio Fuentes (1988), curadora e investigadora, en el contexto de las bienales temáticas y coyunturales apunta al respecto que “hay que ser críticos también en la forma en la que se están dando las críticas, pero es importante que esté pasando. Sí es un parteaguas que tiene mucho trabajo detrás y por delante. Antes no se hablaba de esto y no se cuestionaban las directrices o las intenciones de estos grandes eventos [las bienales]. Estamos reconociendo estas nuevas narrativas, las estamos incluyendo y más que pensar en que se diversifica la gran narrativa te das cuenta que éstas son muchas y están sucediendo de forma simultáneas, que pasaron y pasan de forma simultánea pero hay que contarlas. Y ser críticos también en cómo se están contando”, precisa.

En este sentido, el artista multidisciplinario Parch Es (1989), complementa y apunta que abordar estos elementos de forma irresponsable puede ser un riesgo ante las lecturas al interior y exterior de sus contextos: “La coyuntura rebasa el arte. Lo que me parece complejo de esos discursos es que al adoptarse fuera lo solemos hacer por los mismos canales que consumimos. Es incluso un tanto aspiracional, está dictado desde otro lado a veces no se ajustan a nuestros contextos. Ese capital está dictado internacionalmente”.

Tensar la relación desde la historia

Por último, el artista mexicano Luis Felipe Ortega (1966) reflexiona la provocación y el escándalo desde tres aspectos vitales, los cuales versan sobre el alejamiento de la posibilidad de transformarse en objeto y banalizarse dentro de un sistema de consumo voraz al que el arte parece estar irremediablemente adscrito; que la reflexión histórica y pertinente del arte también ha incluído en el pasado a los parias, locos, enfermos y desterrados de la sociedad (pensando también en la ineficacia de los sistemas punitivos y de reinserción social), así como sobre la pertinencia de provocar, desorientar e incomodar desde cuestionamientos oblicuos, un tanto más pálidos en su estética explícita incluso, pero no por ello menos frontales o contundentes, cuestionando además el imperio de lo visual en la sociedad contemporáneo.

“El arte también tiene la función de desorientar, y mucho de lo que yo hago tiene la finalidad de desorientar el terreno cotidiano, por eso Pier Paolo Passolini [considerado también en su momento como un provocador] es uno de los poetas, pensadores y cineastas más vigente, porque mucho de su trabajo tenía que ver con esa desorientación, que partía y derivaba en una dimensión política. Y en el arte también puedes invertir esa fórmula.

“Desde el espectro del individuo creativo, éste se estaba alejando o aproximando a un lugar de extrañeza de estar en el mundo. Antonin Artaud lo representaba muy bien, pero para él tenía un costo muy alto, y también para el artista externo brasileño Arthur Bispo do Rosário. Esta comunidad de los sin comunidad de los que habla el húngaro Peter Pál Pelbart o el francés Félix Guattari. De pronto creo que el espectro del arte contemporáneo se olvidó que era parte de esos individuos, en ese sentido se acercaba a otros como los esquizofrénicos, que de otro lado de la vida estaban también dentro de este espacio de los sin comunidad.

" Y en un mundo que tira a normalizar cualquier cosa que hagas, pues el único sentido que tiene estar de este lado es que puedes pertenecer a esa comunidad. Cuándo entras, cuándo sales, quién decide quién te mete, no sé, pero el arte va moviendo este sentido que decía Guattari: “de producir sin red de seguridad”. Y el arte lo sigue haciendo; hay ideas que pueden ser muy provocadoras pero que pasan al nivel del consumo y pierden, eso es muy fuerte. Algunas ideas que políticamente pudieran ser radicales son cooptadas y normalizadas: el lenguaje, sus maneras, comportarse ante ciertas temáticas. Otras conectan con varios sentidos y uno que me parece importante es la historia de la práctica. Las prácticas tienen una historia y ahí hay un sesgo, cuando piensas históricamente tienes un compromiso de tensar esas relaciones, radicales y duras en distintos momentos, y eso puede abrirse a otros terrenos. Cómo tensar tu práctica con, yo diría, una serie de abandonos en relación a problemáticas que nos parecían sustanciales como la pregunta sobre uno mismo y el cuidado de uno. La responsabilidad de uno mismo que implica la subjetividad de otras realidades,

eso tiene un sentido filosófico y tiene otro rasgo. La práctica provoca subjetividades específicas y se va moviendo a otros sentidos y eso hay que tratarlo con cuidado para no caer en un panfletismo contemporáneo”, reflexiona Ortega.

Sobre la firma

Ricardo Pineda
Es branded content analyst para El PAÍS México. Periodista, locutor y especialista en contenidos y estrategias digitales. Trabajó en Forbes México, El Financiero, Radio UNAM e Infosel Financiero. Ha colaborado también como columnista sobre temas culturales en diversos medios locales. Es egresado de la UNAM y actualmente vive en Ciudad de México.

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