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El tortuoso desembarco de Fabien Pisani en La Habana a ritmo de reguetón y trova

Sorteando los apagones y la censura, el realizador ha presentado en la capital cubana un documental sobre el origen del reguetón y otro sobre Pablo Milanés

Fabien Pisani

Cuando Fabien Pisani escuchó que su película En la caliente: Historias de un guerrero del reguetón no se exhibiría en el Multicine Infanta, a la hora prevista en la tarde de lunes, reaccionó como si lo esperara. “Si viene la luz, proyectamos. Si no, pues no”, dijo la trabajadora del cine, apostada en la puerta. Y la luz no llegó. Un apagón tenía sumida a casi toda La Habana en la más penosa oscuridad —así ocurrió durante varios días—y había frustrado, entre otras experiencias de la vida cotidiana de los cubanos, la proyección del primer largometraje documental de Pisani, como parte de la selección oficial del 46 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, celebrado del 4 al 14 de diciembre.

“Vamos a tomarnos unas cervezas”, invitó el realizador a quienes lo acompañaban, entre el medio centenar de personas que durante una hora habían aguardado en la acera de la transitada avenida Infanta, en Centro Habana, para ver la película que cuenta la historia de Rubén Cuesta Palomo Candyman, y retrata las circunstancias en que se desarrolló el reguetón en la isla, un género a través del cual los cubanos han gozado y hecho catarsis durante años. Ya apoyando el codo en la barra de una taberna de esquina, en medio de la oscuridad, Pisani bromeaba con los amigos, lucía sereno y no quería dar margen a teorías conspirativas sobre si lograría verse su documental en La Habana.

Pero la procesión va por dentro. El realizador ya había sufrido el rechazo por parte del festival de otro documental suyo, Para vivir: el implacable tiempo de Pablo Milanés, que muestra a una de las figuras centrales de la música cubana y la historia de la isla del último medio siglo. Para colmo, al día siguiente, el segundo pase de En la caliente, había sido cancelado sin previo aviso y ni siquiera figuraba en la cartelera oficial. En su lugar aparecía el nombre de otra película. Los apagones y los cambios constantes en la programación del evento más importante de cine en la isla marcaron esta edición, quizá como nunca antes, pese a que las autoridades habían anunciado la ubicación de plantas eléctricas en cada cine.

Pasaron las horas y los organizadores le comunicaron al realizador de En la caliente -Premio Gabo 2025 en la categoría Imagen- que la primera proyección, en el Infanta, sería reprogramada para el miércoles 10 de diciembre. Entre el temor por un nuevo apagón y la intensa lluvia vespertina, los espectadores llegaron como pudieron al cine para ver un documental que es la historia de un hombre, pero también de una generación que cambió la manera de ser, estar y pensar a través del reguetón. “Si mi música se equivocó, entonces el pueblo también”, es una de las frases lapidarias que se le escucha decir a Candyman, un hombre devenido mito del reguetón, que en esta película cuenta su historia, su enfrentamiento con el poder y el rechazo institucional que agredió a su música, y que lo mantuvo como un artista marginado. Pese a ello, desde Santiago de Cuba, Candyman y otros consolidaron formas alternativas de difusión, distribución y promoción de su arte, convirtiéndolo, poco a poco, en un fenómeno de masas.

Lázaro Díaz, un joven de 28 años, que primero fue rapero y ahora cantante de reparto -una evolución cubana del reguetón- y se hace llamar El dealer, sale emocionado de la proyección de En la Caliente. Asegura que la historia de Candyman supone una motivación para cualquier artista joven. “El reguetón es expresión de una realidad y es imposible eliminarlo. La censura solo hizo que los reguetoneros buscaran formas alternativas de producir y hacer circular su música, sin necesidad del apoyo gubernamental. Y mientras más lo prohíban, mientras más prohíban que la gente se exprese, nosotros haremos más fuerza y más bonito se verá nuestro trabajo”, reflexiona.

Cine cubano en la embajada de Noruega en La Habana

La otra proyección de una cinta de Pisani, la de Para vivir: el implacable tiempo de Pablo Milanés se tuvo que hacer fuera del circuito oficial del festival, en el Cine bajo las estrellas de la embajada de Noruega en Cuba, un espacio que se ha convertido en indispensable para que los cubanos vean las películas independientes cubanas que el oficialismo ha censurado o limitado su acceso en los pocos cines que quedan en La Habana.

“Fabien: aquí está el público que ha podido venir hoy”, le dijo el actor cubano Luis Alberto García al realizador, frente a las casi 200 personas congregadas para ver el documental que muestra a un Pablo en sus últimos años, reflexionando sobre distintos momentos de su vida y creación, así como entrevistas a otros compañeros de generación y a su familia. Pisani, que fue criado por Pablo Milanés desde que tenía dos años, y siempre fue reconocido por el cantautor como un hijo, logra un retrato del personaje desde la intimidad familiar.

“Es un documental necesario en este tiempo”, comenta a la salida Camila Guevara Milanés, cantante y nieta del icónico autor cubano. “Me hubiera gustado verlo en el cine con mis amigos y me encanta que Fabien abordara la película desde un lugar único, por ser su hijo. Aborda muy bien la persona que era Pablo, cómo vivía el amor, las relaciones, la familia, el trabajo, sus transiciones, sus enfermedades. Es importante tener ese tipo de cine y de propuestas en nuestra actualidad cultural, con diversidad de ideas”, destaca.

Un díptico para contar una historia cultural

Al día siguiente de la proyección, Fabien conversa con EL PAÍS sentado en una cafetería de la avenida 23, donde se ubican la mayor parte de los cines donde transcurre el festival. El creador tiene pendientes muchos espacios en Cuba a donde quiere llegar con sus obras, con las que intenta establecer una conversación con los cubanos.

“Las dos películas, a pesar de las diferencias de los personajes, están atravesadas por el mismo deseo de contar una historia cultural”, asegura. Pisani ve en Para vivir un diálogo más personal, íntimo, “un diálogo con la generación de mis padres”, dice. En la caliente, en cambio, “retrata un momento de desprendimiento, a partir del cataclismo en los ‘90, de una generación que vio cómo el sistema y las instituciones dejaron de representar, de reflejar y dialogar con la realidad”.

Trailer de 'Para vivir: el implacable tiempo de Pablo Milanés' de Fabien PisaniVídeo: En la caliente

Para el creador, fue una sorpresa que, de entre las dos, el festival eligiera En la caliente. “Pensé que tendrían inteligencia y visión para no repetir los errores que ya cometieron, pero caen de nuevo en la misma pauta y contra el mismo personaje”, reflexiona Fabien, quien aun así se muestra agradecido de haber proyectado sus filmes en La Habana, “independientemente de las condiciones específicas en que se dieron”.

“Ahora siento que los 15 años de trabajo dedicados a ambos filmes valieron la pena”, asegura. Aunque reconoce la dificultad de Para vivir, una auténtica declaración de amor a su padre. “Yo no quería terminar esa película. Fue doloroso, pero al mismo tiempo me daba cuenta del privilegio de haber tenido ese diálogo abierto con él”.

Fabien persigue ahora otras oportunidades dentro y fuera de la isla. Está decidido a proyectar En la caliente en Santiago de Cuba, donde está el origen de la historia, y también piensa presentarlo al Festival Internacional de Cine de Gibara. El recorrido internacional de ambos materiales continúa y espera poder llevar Para vivir a México -donde reside- y España, un país importante en la historia de Pablo Milanés, donde vivió sus últimos años.

“No son documentales reaccionarios, son lecturas desde dentro de nuestra propia historia”, aclara el realizador cubano, quien ve a Candyman como un tipo urbano, anarcopunk, rebelde, encarnando una idea completamente diferente a lo que representa Pablo, la idea del hombre criollo que tiene que ver más con el proceso político de la Revolución Cubana. “Candyman es la negación de todo eso, el fracaso de todo eso: es una consecuencia. Es una falacia -siempre lo ha sido- responsabilizar a la música popular de cosas que no funcionaron en este país. En cualquier caso, ellos son el síntoma de esos problemas”, explica.

Luego de 15 años realizando estos documentales y una carrera multifacética entre la música, el cine, la gestión de eventos y la poesía, para Pisani, Cuba es una obsesión de la que no se puede despegar. “Quiero tratar de entender este disparate”.

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