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El cerco de Trump: la estrategia de María Corina Machado para forzar la transición en Venezuela

En los últimos meses, la líder opositora se ha sumado al pulso del republicano para presionar a Maduro a dejar el poder

María Corina Machado
Florantonia Singer

María Corina Machado ha convertido la política exterior de Estados Unidos en la plataforma central de su estrategia para provocar la transición en Venezuela. Desde el 28 de julio de 2024, cuando la oposición presentó las actas que daban como ganador a Edmundo González, el elegido de Machado para representarla, la opositora más incómoda para el chavismo ha contado con un nuevo impulso: la atención renovada de Washington. Pero ni siquiera allí está claro en qué desembocará este respaldo. Si en una intervención militar, un golpe quirúrgico o si quedará limitado a maniobras aéreas y ataques puntuales en el Caribe. En esa zona gris, entre apoyo diplomático, demostraciones de fuerza y mensajes ambiguos, Machado ha construido su narrativa. “La libertad está cerca”, dijo en octubre, al anunciarse que había ganado el Nobel de la Paz, un galardón que se prevé que recoja este miércoles en Oslo.

Durante estos meses, la líder de la oposición venezolana ha alineado su discurso con cada movimiento de la Administración de Donald Trump. Ha respaldado la ofensiva más frontal de Washington contra el Gobierno de Nicolás Maduro y la ha integrado en su estrategia de presión psicológica sobre el chavismo. La demostración del fraude —insuficiente hasta ahora para quebrar al oficialismo— se ha convertido para Machado en un punto de partida: con el giro regional hacia la derecha y el despliegue militar estadounidense, Machado vuelve a plantear la “amenaza creíble”, el escenario en el que las élites chavistas deban escoger entre negociar o arriesgar su propia supervivencia.

Ese concepto, que la dirigente defiende desde hace años, ha tomado ahora una dimensión militar. La presencia del 20% de la fuerza naval de Estados Unidos frente a las costas venezolanas ha sido celebrada por Machado como un paso necesario en el acorralamiento del chavismo. Su relato insiste en que cada presión adicional —desde maniobras aéreas que han vaciado el espacio aéreo venezolano hasta la destrucción de embarcaciones vinculadas al narcotráfico— acerca la caída del régimen. “Estamos en el umbral de una nueva era”, ha repetido.

En el relato de la oposición, la pérdida de legitimidad de Maduro tras el fraude electoral de 2024, justifica estas medidas de fuerza. Machado sostiene que no se trata de presionar a un Gobierno autoritario, sino de enfrentar a una “estructura criminal” —sostenida por redes de narcotráfico, contrabando y grupos armados— que controla Venezuela. Por eso, ha replicado el marco de la lucha contra los carteles de la droga con el que Estados Unidos ha justificado su ofensiva militar en el Caribe.

Las evidencias de las acusaciones son escurridizas, pero en los años del madurismo los grupos criminales dedicados al contrabando de oro en el sur del país, las guerrillas colombianas vinculadas al narcotráfico o las redes de extorsión han adquirido poder y tomado territorios de Venezuela. También se ha acusado al chavismo de apoyar a grupos considerados terroristas, como Hezbollá, de ahí que Machado haya respaldado a Israel en la guerra en Gaza, posicionándose de forma tajante con los postulados de Trump.

Machado insiste en que los venezolanos no pueden solos contra un Estado que opera, según denuncia, como un aparato violento y represivo. No es una postura nueva.

En 2019, cuando más de 60 países no reconocieron la reelección de Maduro, la dirigente promovió sin éxito la activación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), una respuesta regional coordinada que actuase como fuerza superior para quebrar al régimen. Esto fue interpretado entonces —como ahora— como un llamado a la intervención militar en el país. “Es evidente que no va a ceder el poder, sino ante la amenaza real de una fuerza superior a la que ellos aplican para matar y destruir a Venezuela”, decía Machado en 2019.

Esto es lo que la opositora llama “la amenaza creíble”. Entonces, la presión vino en forma de sanciones económicas e individuales. Hoy son las operaciones militares, los ataques a las narcolanchas, la asfixia financiera, el cierre del espacio aéreo... Hasta dónde más puede llegar la presión es una incógnita. Trump insinuó la inminencia de operaciones terrestres dentro de Venezuela, una línea difusa que aún no se ha cruzado.

Estados Unidos además ha añadido otro nivel a la escalada, colocando recompensas sobre altos mandos del chavismo y vinculándolos al Tren de Aragua o al Cartel de los Soles. Varios gobiernos de la región han respaldado la designación de estas estructuras como organizaciones terroristas, mientras Colombia y Brasil —que ya fracasaron en su mediación tras las últimas elecciones— piden evitar una guerra abierta. Es un escenario inédito en el que se plantea combatir militarmente al narcotráfico.

Machado, sin embargo, insiste en que la transición aún puede ser “pacífica y ordenada” y que es necesario quebrar las fuentes de financiamiento ilícito del régimen. “En el momento en que esos flujos comienzan a cerrarse, las estructuras empiezan a crujir”, dijo recientemente. Esa es, en esencia, su lectura de la ofensiva de Washington: un cerco que, si se sostiene, podría forzar el cambio que no han logrado ni el voto ni el diálogo.

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