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Venezuela
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Venezuela, el experimento para el “corolario Trump”

La definición de las prioridades de Estados Unidos en política exterior no solo es una declaración de principios: es probable que Venezuela sea el experimento, produzca o no un cambio de régimen

El último avance de Estados Unidos sobre Venezuela y el Caribe ha tenido varias lecturas. Desde la coyuntural que señala que busca un cambio de régimen en el país suramericano, hasta inferir que es la aplicación de un nuevo enfoque en la política exterior del país del norte. Semanas atrás se hablaba de la doctrina Donroe, aludiendo a la Doctrina Monroe, pero mediada por el pragmatismo del actual presidente estadounidense. Desde el jueves 4 de diciembre esta lógica tiene un nombre oficial: “el corolario Trump”.

Mientras prevalece un escenario de incertidumbre hay preguntas urgentes: ¿debe un país en pleno siglo XXI escoger entre la certeza de una dictadura o la promesa de que un ataque armado conduzca al rescate de la democracia? ¿Qué puede significar la tolerancia a un régimen como el de Maduro? ¿Qué implicaciones tiene la nueva doctrina de EE UU en su relación con América Latina?

Sea cual sea el desenlace de esta ofensiva (la escalada o el retiro), ya deja dos precedentes. Una dictadura de nuevo cuño puede sobrevivir, al costo de la reducción de las capacidades de los países en la zona para influir en la restauración de la democracia. Y por otra parte, cualquier país latinoamericano, puede ser blanco de un asedio militar y económico, guiado por la concepción de los Estados Unidos desglosada en su reciente estrategia nacional de seguridad.

Según ese documento, Estados Unidos quiere asegurarse de que el Hemisferio Occidental permanezca razonablemente estable “como para prevenir y desalentar la migración masiva hacia los Estados Unidos”; quiere Gobiernos que cooperen contra los narcoterroristas, cárteles y otras organizaciones criminales transnacionales; también busca asegurar el acceso continuo a “ubicaciones estratégicas clave”.

“En otras palabras, afirmaremos y aplicaremos un ”corolario Trump” a la Doctrina Monroe, establece el documento de 29 paginas, en donde queda clara la política de América Primero, pero también un “realismo flexible”: sostener buenas relaciones con las naciones del mundo “sin imponerles cambios democráticos u otros cambios sociales que difieran ampliamente de sus tradiciones e historias”. El corolario Trump a la doctrina Monroe busca restaurar la preeminencia estadounidense, afirma el documento..

Hay, sin embargo, diferencias sustanciales respecto a 1823, cuando se promulgó el enfoque original. “Hoy que vemos en el Caribe la presencia del portaaviones Ford y la amenaza sobre Venezuela sigue esa lógica monroista, pero hay una diferencia fundamental: el principal socio en América Latina no es EE UU sino China". “Al rehabilitar la doctrina Monroe, Washington acelera los esfuerzos de la región para diversificar asociaciones para reducir la vulnerabilidad a la presión estadounidense”, comenta el experto brasileño Oliver Stuenkel.

Para muchos venezolanos, la elección del 24 de julio de 2024 era la última oportunidad de frenar el autoritarismo y retomar la senda de la democracia. Consumado el fraude y luego de un periodo de represión que llegó a encarcelar a más de 2.000 personas, el país se sumió en un mutismo forzado, con intentos de vivir la cotidianidad.

En las últimas semanas la llamada Operación Lanza del Sur ha seguido un curso marcado por una alta incertidumbre. Casi diariamente hay una declaración de Trump o de algún vocero presidencial que lleva a inferir que se prevé alguna acción contra el territorio venezolano, aunque la mayoría de expertos descarta una invasión.

La hipótesis más esbozada es que todo apunta a un escenario para forzar una negociación que pueda concluir en la salida de Nicolás Maduro. Así lo cree, entre otros, la politóloga venezolana María Isabel Puerta, estudiosa del régimen de Maduro y de EE UU.

Sin embargo, Puerta también sostiene que el progresivo despliegue de una fuerza naval en el Caribe y los asesinatos de más de 80 presuntos narcotraficantes en embarcaciones rápidas en esa zona y el Pacifico Oriental, son evidencias de un cambio en la política exterior de los Estados Unidos, que tiene rasgos de permanencia.

Stuenkel, al comentar sobre los 202 años de la publicación de la doctrina Monroe, el 2 de diciembre de 1823, recuerda el corolario Roosevelt de 1904. “Fue eso lo que convirtió a la doctrina Monroe en un instrumento de control unilateral sobre la región: a lo largo del Siglo XX esa lógica justificó intervenciones en Cuba, Haití, Nicaragua, República Dominicana, Granada y más tarde Panamá. También presiones y operaciones clandestinas en América del Sur”.

El movimiento del Gobierno de Trump puede ser también un intento para reducir los espacios ganados por China y Rusia en la región, socios fundamentales de Maduro. En los últimos 20 años Venezuela dejó de ser “el secreto mejor guardado del Caribe”, como rezaba una campaña para promover el país en los años ochenta, para convertirse en una pieza clave de la geopolítica. Su posicionamiento ha sido a través del petróleo. Estados Unidos fue desplazado como el principal receptor de las exportaciones del crudo venezolano. Un informe de Transparencia Venezuela reporta que entre 2003 y 2018, Venezuela y China suscribieron decenas de acuerdos en el sector hidrocarburos para proyectos de explotación y refinación que recibieron financiamiento de unos 25.000 millones de dólares. Aunque la mayoría de los proyectos no se concretaron, China se convirtió en el principal comprador del crudo venezolano, “con un consumo directo e indirecto de unos 480.000 barriles diarios (bpd) de crudo y combustible este año, (2025)”

Desde 2019, el Gobierno venezolano y el sector petrolero fueron objeto de sanciones sectoriales por parte de Estados Unidos, lo cual afianzó el mercado hacia China, donde los principales compradores son intermediarios que pueden burlar las medidas coercitivas.

Además de esas lecturas, las acciones de Trump generan discusiones por las contradicciones más evidentes. Una de ellas es el indulto al expresidente hondureño, Juan Orlando Hernández, quien purgaba una condena de 45 años en EE UU por tráfico de cocaína. De igual manera, Trump se autocataloga como un presidente de la paz.

No obstante, permitir un régimen como el de Nicolás Maduro ha llevado la región a bordes insospechables. Trump ordena disparar a embarcaciones, negocia aranceles y teje alianzas con gobiernos de derecha, como los de Argentina y El Salvador; se inmiscuye en los procesos electorales, como en Honduras, donde endosó su apoyo al candidato Tito Asfura, a quien calificó como “el único verdadero amigo de la libertad en Honduras”.

Para Stuenkel el silencio de los países de la región frente al avance militar de Estados Unidos también es un signo de debilidad. Explica que Brasil y Colombia no pueden hacer mucho por su alta dependencia económica de EE UU. Mientras que otras naciones más pequeñas son más vulnerables. También llama la atención sobre la instrumentalización de una lucha contra el narcotráfico, ya que en distintos países de Latinoamérica, como México y Ecuador, hay organizaciones criminales que manejan esta industria ilegal.

¿Qué puede ofrecer Maduro para que su coalición siga en el poder y complacer la búsqueda de una estabilidad en la región sin que eso necesariamente implique un cambio de régimen hacia la democracia? La respuesta simple es el petróleo. Es el arma de intercambio con la que siempre ha contado la dictadura venezolana.

Pero esa oferta no parece ser suficiente. Estados Unidos ha logrado afianzar sus nexos con países que están en la frontera marítima de Venezuela, como Trinidad y Tobago, y en Guyana- al oeste. En ambos, las empresas estadounidenses están explotando petróleo.

Si se sigue el último documento, Maduro debería contribuir con EE UU en la lucha contra el narcotráfico: ¿cómo hacerlo si ha sido designado como el jefe de un cartel?

Este nuevo corolario no solo es una declaración de principios. Es probable que Venezuela sea el experimento. Produzca o no un cambio de régimen, las acciones de Estados Unidos ya dejan una marca en la región: un mayor sometimiento al ejercicio de la fuerza y a una posible nueva realidad mundial que también ha emergido.

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