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El plan de Stellantis que golpea a la industria automotriz canadiense

La compañía anuncia grandes inversiones en Estados Unidos que afectarán al país vecino. El Gobierno de Carney lo atribuye a la guerra arancelaria y promete hacer todo lo posible en defensa de los trabajadores

Jaime Porras Ferreyra

El sector de la automoción en Canadá recibió un duro golpe esta semana. La compañía Stellantis anunció un plan de inversión de 13.000 millones de dólares en los próximos cuatro años para aumentar en un 50% su producción en Estados Unidos. La respuesta del Gobierno canadiense y de las autoridades de la provincia de Ontario no ha demorado, ya que la decisión de la compañía tendrá un efecto directo en la planta ubicada en Brampton, localidad cercana a Toronto. La guerra arancelaria que la Administración de Donald Trump inició contra Canadá explica en gran parte esta medida.

Stellantis, propietaria de marcas como Chrysler, Alfa Romeo, Jeep y Peugeot, señaló que esta inversión le permitirá lanzar cinco nuevos modelos, además de crear unos 5.000 empleos en suelo estadounidense. La planta de Brampton había sufrido un paro en su producción el año pasado para adaptarla al montaje de la futura generación del Jeep Compas, pero estos trabajos de modernización se suspendieron en febrero, cuando Trump comenzó a hacer realidad sus amenazas arancelarias. Esta semana, Stellantis informó que el nuevo modelo finalmente será armado en Illinois. No obstante, la compañía indicó que buscará otros proyectos para la planta de Brampton; también afirmó que aumentará sus actividades en las instalaciones que posee en Windsor, otra ciudad de Ontario.

El primer ministro canadiense, Mark Carney, expresó el martes en un comunicado que la decisión de Stellantis “es una consecuencia directa de los aranceles actuales de Estados Unidos y de las posibles medidas comerciales futuras”. Carney aseguró que su Gobierno colaborará con las autoridades de Ontario y con el sindicato para encontrar la manera de apoyar a los trabajadores que puedan resultar afectados. El pasado siete de octubre, el premier canadiense visitó por segunda vez la Casa Blanca. En este encuentro, Donald Trump declaró: “Queremos que le vaya muy bien a Canadá, pero llega un momento en el que nosotros también queremos el mismo negocio. Competimos por el mismo negocio. Ese es el problema”, citando como ejemplo los automóviles y el acero.

Este miércoles, el Gobierno canadiense subió el tono. En una carta enviada al consejero delegado de Stellantis, la ministra de Industria, Mélanie Joly, indicó que su país ejercerá todas las opciones disponibles, incluída la vía legal, si la compañía no da marcha atrás al cambio anunciado para la planta de Brampton. La ministra Joly subrayó que Stellantis debe cumplir con sus obligaciones “derivadas de los miles de millones de dólares en ayudas financieras que se le han otorgado en las últimas décadas”.

Doug Ford, primer ministro de Ontario, también transmitió a Stellantis su inconformidad por este plan, prometiendo luchar por los trabajadores del sector. Ford dijo que si el Gobierno de Mark Carney no puede llegar a un acuerdo con Estados Unidos en el tema de los aranceles,

Canadá debería comenzar a “contraatacar con fuerza”. Ottawa busca desde hace meses dar por terminada la guerra arancelaria con Washington. Las negociaciones continúan, pero la presión no deja de aumentar sobre el primer ministro canadiense. A este respecto, Pierre Poilievre, líder del Partido Conservador de Canadá, dijo que Carney no está cumpliendo con su palabra de alcanzar un acuerdo con Donald Trump, afirmando que se trata de “una traición” a miles de trabajadores del país. Además de referirse a la decisión de Stellantis, Poilievre mencionó el reciente aumento del 10% de los aranceles estadounidenses a la madera para construcción canadiense, alcanzando así una carga total de gravámenes del 45%.

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Sobre la firma

Jaime Porras Ferreyra
Es periodista y colaborador de EL PAÍS en Montreal (Canadá).
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