Al menos 166 niños menores de cinco años han muerto en Colombia por desnutrición en 2022
La pobreza, el conflicto armado y la presión migratoria han multiplicado los casos de inseguridad alimentaria en el país. En 2021, fallecieron 165 pequeños
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Cuando un niño deja de comer empieza una cadena perpetua. El cuerpo enciende todas las luces rojas y comienza a comerse “las reservas”. Primero acaba con cualquier resquicio de grasa, luego siguen los músculos. Las defensas desaparecen y en ese momento cualquier enfermedad puede ser mortal, desde una diarrea aguda a alguna complicación respiratoria. El hambre es un cuerpo que se come a sí mismo. En lo que va de año, Colombia ha perdido a 166 menores de cinco años por causas relacionadas a la falta de alimentos, según uno de los últimos boletines del Instituto Nacional de Salud. Más de un niño al día. En todo el ejercicio anterior, fueron 165. Las causas principales detrás de estas preocupantes cifras son la pobreza, la violencia y la fuerte inflación del país andino.
Le dicen cadena perpetua porque las consecuencias nunca terminan. Los que sobreviven a la desnutrición crónica (un retraso en el crecimiento por poca o nula ingesta de alimentos de los 0 a los cinco años) no escapan sin embargo del eco de esta dolencia. “Estos niños van a tener en el futuro 14 puntos menos de coeficiente intelectual, cinco años menos de escolaridad y 54% menos de ingresos en su vida adulta”, anota Juan Carlos Buitrago, director de la Red de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco).
El experto señala cinco motivos por los que estas cifras se están disparando: la pobreza, la presión migratoria, el conflicto armado, los desastres naturales y la crisis relacionada con la guerra en Ucrania. El hambre no es ningún fenómeno nuevo en Colombia. Y la huella de la covid tampoco ha ayudado. Los hogares colombianos que consumían tres comidas al día disminuyeron de un 90% antes de la pandemia a un 70,9%, según lo indicaba una reciente encuesta Pulso Social del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). A principios de año, uno de cada dos colombianos conocía la inseguridad alimentaria.
El territorio también condiciona el futuro de la infancia. La brecha geográfica en el número de muertes por desnutrición es sangrante. El departamento de La Guajira es el más afectado; ahí murieron al menos 49 niños en los últimos ocho meses. Allí, los especialistas insisten en mencionar el enorme subregistro que existe en el país. “Los médicos de allá nos dicen que, por cada niño que muere en el hospital, hay otros dos que mueren en las comunidades sin que conste en ninguna estadística”, señala Buitrago. Le sigue el Chocó, una de las zonas más olvidadas. En esta región del pacífico colombiano murieron 19 menores en los últimos 223 días.
Con el 39% de la población que vive bajo el umbral de la pobreza, Colombia ha registrado este mes un récord de inflación de los últimos 22 años. Además, el país suma más de 4,9 millones de desplazados forzosos por el conflicto armado. En este contexto, hablar del hambre como consecuencia pareciera una obviedad. Por eso, la principal medida que apunta el último boletín de Acción contra el Hambre pasa por la creación de oportunidades de inclusión socioeconómica y empleos formales.
Una región hambrienta
Ambos técnicos se muestran optimistas con la intención del nuevo Gobierno colombiano de acelerar el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible marcado por Naciones Unidas, relacionado con la erradicación del hambre en el país. Gustavo Petro ha hecho de esta su principal bandera política. “Llegó el momento de ser conscientes de que el hambre avanza. Que avanza por todo el mundo porque se derrumbó una idea de seguridad alimentaria basada exclusivamente en el comercio internacional. El mundo hoy aprende la importancia de la soberanía alimentaria. Colombia es un país que debe y puede gozar de soberanía alimentaria para lograr el hambre cero”, dijo en la toma de posesión.
Para Buitrago, quien se muestra optimista, la clave está en poner la lupa en lo estructural: “Creo que Petro ha puesto el tema sobre la mesa y apoyamos su plan de crisis, pero además de lo coyuntural, hay que atajar los problemas de fondo”.
La situación en Colombia no es única. De los 660 millones de personas que viven en Latinoamérica, más de 60 millones pasan hambre. Otros 220 millones no saben si van a comer mañana. La pandemia puso en jaque un continente que, paradójicamente, sirve de despensa para el resto del globo, siendo 2020 el año que más inseguridad alimentaria sufrió el continente en las últimas dos décadas. “Y cuando empezamos a salir de una crisis, llega la guerra en Ucrania”, lamenta Benedetta Lettera, directora para América Latina de Acción contra el Hambre.
“No creo que sea un problema de falta de voluntad política, sino de capacidad. Se necesitan fondos y medidas robustas para atacar las causas estructurales, como la violencia o el cambio climático”, explica por teléfono Lettera. “Estamos ante una tendencia que nos preocupa, los datos empeoran cada año. Pero esto es urgente, es la prioridad del continente”.