“Yo no sé nada de arte”
Acaba de terminar BOG25, Bienal Internacional de Arte y Ciudad y comienza la Feria del Millón este jueves 20 de noviembre. Diego Garzón, codirector de los dos eventos, reflexiona sobre cómo se pueden ir tumbando los prejuicios alrededor del arte

“Yo no sé nada de arte”. Esta frase se repite con mucha frecuencia cuando por diferentes circunstancias surge esta palabra como tema de conversación. Pero, ¿qué es saber de arte? ¿Por qué nadie dice yo no sé nada de libros? ¿O yo no sé nada de cine o de música?
“Saber de arte o no saber de arte” es un prejuicio que siempre me ha llamado la atención. El término desde hace décadas no permite ningún tipo encasillamiento, no hay límites o reglas para entenderlo. Por el contrario, hasta series de televisión o canciones también son tildadas como “obras de arte”. El arte, tal vez, entendido netamente como “artes plásticas” dejó de ser algo que se circunscribe a unos parámetros de lo que debe ser. El arte no comienza ni termina en ninguna parte. No tiene que obedecer a unas normas que le den el aval para que sea “arte”. Así como la poesía puede darse en una imagen, el arte puede darse en la palabra. “Saber de arte” es simplemente emocionarse. Así como en la literatura alguien dijo muchísimo mejor lo que uno siempre quiso decir y no encontró las palabras, las “obras” revelan eso que tampoco sabemos cómo explicar y alguien pudo hacerlo. No es necesario estudiar historia del arte para ver una exposición, como tampoco es necesario estudiar historia de la literatura cuando uno lee un libro. Tampoco es necesario “saber de música” para descargar una canción en Spotify.
A los menores de edad se les suele dar una hoja en blanco, crayolas, colores, lápices, para que dibujen y hagan lo que quieran. En algunos restaurantes, incluso, hay individuales diseñados para que las niñas y los niños pinten mientras los adultos comen. ¿En qué momento esa espontaneidad se pierde para sentir que se debe saber de arte? Muchas veces en la Feria del Millón me preguntan “¿qué me recomienda para comprar?”, y no puedo responder por otras personas. Cada pintura, fotografía, escultura, dibujo emociona de manera diferente al espectador. Y ahí es donde cada quien debe decidir. Igual que cuando uno tiene sus canciones favoritas, ya sea porque invitan a la alegría, a la nostalgia, al amor, al despecho, a celebrar la amistad. Tal vez “saber de arte” es abrir un poco más los ojos.
En BOG25, Bienal Internacional de Arte y Ciudad, se lograron varios objetivos. El arte estuvo en el espacio público, en calles, plazas, parques. En lugares que no tienen como uso principal muestras artísticas como el Palacio San Francisco, el Archivo de Bogotá, el teatro El Parque o el antiguo edificio de la CAR. No todo el arte pasa en un museo o una galería. Y que las más de tres millones de personas que visitaron las 26 sedes de la bienal estuvieran dispuestas a mirar estas intervenciones, es un logro. Desde una casa en el aire, suspendida en una grúa en el Parque de Lourdes hasta dibujos en una pared, o vallas en calles, invitaron a confrontarse con el arte, a “emocionarse”. La pregunta “¿Es usted feliz?”, planteada por el chileno Alfredo Jaar, lució tan sencilla como profunda. Cada quien tendrá su respuesta. La colombiana María Fernanda Cardoso, mostró la imponencia de unas arañas microscópicas desde unas fotografías gigantes y videos que mostraban ese mundo que no vemos.

En la Feria del Millón que comienza este jueves 20 de noviembre y que se extenderá por cuatro días en el Centro Felicidad Chapinero CEFE, el propósito durante 13 años ha sido similar al de la bienal: democratizar el acceso al arte. También la feria ha tenido sedes poco comunes: una antigua textilera en Puente Aranda, el Hospital San Juan de Dios, la Plaza Cultural La Santamaría, el Planetario, un edificio desocupado en el barrio El Nogal, y ahora este jardín vertical con vistas imponentes a toda la ciudad. La feria también busca señalar que el arte está al alcance de todos. A diferencia de la bienal, que tenía un carácter netamente expositivo, la feria es en esencia comercial y ha buscado desmitificar otro prejuicio: que el buen arte es muy costoso y es solo para una minoría. El millón alude a que el promedio de las obras exhibidas tiene ese precio, a pesar de los trece años de inflación, pero detrás está la posibilidad de que miles de personas puedan comprar, por fin, una obra de arte. Está claro que hay obras de artistas que por diversas circunstancias cuestan miles, millones de dólares; pero también es posible obras de arte a uno o dos millones de pesos. ¿Por qué no invertirlos en una obra que tiene mucho que decirnos? Mirar las paredes de nuestros propios espacios y ver lo que hay colgado ahí, sugiere lo que somos. Como los libros que guardamos.
La feria visibiliza a cientos de artistas que no tienen dónde exponer, que quieren vivir del arte y que han visto aquí la vitrina para hacerlo. Por su parte, el público ha visto la oportunidad de acceder a obras y a identificarse con el trabajo de muchas personas que nos muestran el entorno a veces invisible. “Saber de arte” es entender que no solamente lo más caro es lo mejor, otro prejuicio social que tácitamente se impone en procura de un estatus que no se sabe muy bien quién determina. El arte se compra por simple gusto.
Este año, serán 119 artistas quienes exhibirán en la feria obras que cuentan mucho de la vida. “Saber de arte” es intentar ver qué hay de nuestras vidas en ellas.
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