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Corrupción
Columna
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No es corrupción, capturaron al Estado

La estrategia de aquellos que lo controlan todo es simular una democracia, mientras las entrañas del Estado colombiano están realmente podridas. Un verdadero cambio revolucionario no hace transacciones con los políticos de siempre, que a fin de cuentas son los captores

Corrupción en Colombia
Juan Pablo Calvás

Poco a poco lo vemos con más frecuencia. Y poco a poco nos lo están haciendo (o tal vez ya nos lo hicieron) a los colombianos. Los ejemplos están en las noticias de cada día: Rusia, China, Estados Unidos son los casos más evidentes, aunque el último apenas está en proceso de captura. Sin embargo, Trump avanza a una velocidad insospechada.

En Colombia, con dolor podríamos decir que el Estado ya ha sido capturado. ¿Qué es eso? Cuando un grupo compuesto por unas pocas personas termina controlando todos los cargos claves, anula la división de poderes y se termina apoderando de los recursos públicos llevando la situación a una sin salida que puede terminar en gobiernos eternos, como el de Putin, o gobiernos autoritarios como el de China y el que poco a poco se está configurando en los Estados Unidos.

El nuestro es un Estado capturado tal vez desde hace casi dos décadas. Incluso podría pensarse que ya van a ser tres, pues poco tiempo se le dio a la Constitución de 1991 para consolidarse. Más rápido logró tomar forma la captura del Estado, al inicio en forma de pequeños núcleos de corrupción y ya hoy en una situación de metástasis que parece imposible de extirpar.

Vamos de lo pequeño a lo grande, comenzando por la ruta que alcaldes y gobernadores siguen para poder desviar recursos de sus regiones. La más fácil, la que casi todos usan: los contrataderos. Esas empresas mixtas a las que terminan entregando miles de millones en convenios que luego ellas ejecutan a través de terceros elegidos a dedo. Un entuerto a la ley de contratación que nadie ha querido cambiar. Ni el actual y pulquérrimo gobierno, ni el anterior, ni el tras anterior. Así que no les crean cuando dicen que luchan contra la corrupción. Es pura mentira.

Pasemos ahora a lo grande: el gobierno nacional. Allí quienes han capturado el Estado lo logran con varias modalidades. Desde la contratación irregular de personas que habrán de realizar labores misionales en las entidades a pesar de no contar con ninguna experiencia, hasta la entrega descarada del control completo de entidades y sus negocios a unos pocos políticos, como es el caso de la Unidad de Gestión de Riesgo, la Fiduprevisora o Ecopetrol.

El lío de estar en un Estado capturado es que salir de esa situación es realmente complejo. Por un lado, porque una de las estrategias que usan aquellos que lo controlan todo es simular una democracia, mientras las entrañas del Estado están realmente podridas. La justicia es inoperante, se le da importancia solo a aquello que le interesa a los miembros del Gobierno, la desigualdad se dispara… El diagnóstico es claro para Colombia: hace años unos pocos se adueñaron de todo y el actual Gobierno poco ha hecho para erradicar esa plaga. De hecho, se ha ido insertando en el grupúsculo de secuestradores de nuestro país.

Se necesita un verdadero cambio revolucionario, uno que no haga transacciones con los políticos de siempre, que son a fin de cuenta los captores del Estado. Esa revolución no es poner a la gente a enfrentarse en las calles. La revolución consiste en erradicar a los corruptos de las entidades públicas, hacer una máxima apuesta por la transparencia y cambiar el permanente intercambio de favores por una competencia real para que crezcan las empresas y el país. ¿Quién tendrá el valor de liberar a Colombia?


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