Sin argumentos
Con su ocupación de más territorio sirio, Israel continúa sumando impunidades, pero en el concierto de la opinión pública su desprestigio no tiene marcha atrás
Con la caída del régimen de Bachar El Asad, Benjamín Netanyahu y su gobierno han visto la oportunidad de ocupar más territorio sirio y la han aprovechado. Escudados como es su costumbre en un supuesto “derecho a la defensa”, Israel no cesa los bombardeos en territorio sirio, ordenó evacuar pueblos enteros en la zona de los Altos del Golán y anuncia la creación de una “zona estéril” que en el lenguaje de la ocupación no es más que la antesala a la usurpación. Pero si Israel continúa sumando impunidades bajo la vista gorda o incluso beneplácito de algunos aliados, en el concierto de la opinión pública su desprestigio no tiene marcha atrás.
Considerado por la legalidad internacional como territorio sirio, los Altos del Golán ocupados por Israel en el 67 y anexionados de facto en la década de los ochenta, están separados del resto de Siria por una zona de amortiguación donde está desplegada la Fuerza de las Naciones Unidas de Observación de la Separación. Esta zona, creada por un acuerdo de armisticio firmado entre Israel y Siria en 1974 fue invadida por Israel el pasado 8 de diciembre, amargándoles las pocas horas de alegría que alcanzaron a disfrutar los lugareños por la salida de El-Asad. Netanyahu, hoy prófugo de la justicia internacional por su genocidio en Gaza, no ha tenido el menor miramiento a la hora de violar el armisticio y sembrar el terror en los habitantes de la zona que temen correr la misma suerte que han padecido los palestinos por más de 76 años.
“Estamos en contra de este tipo de ataques. Pienso que este es un momento crucial para Siria. No debe ser usado por sus vecinos para invadir territorio sirio,” declaró Stephane Dujarric, portavoz de Naciones Unidas. En el mismo sentido se manifestó Geir O. Pedersen, enviado especial de Naciones Unidas en Siria, “necesitamos ver un alto a los ataques israelíes”, refiriéndose a los bombardeos que llegan hasta Damasco y la invasión de la zona de amortiguación. La respuesta de Israel ha sido anunciar la ampliación de sus asentamientos en el Golán donde proyectan duplicar el número de colonos ilegales que al día de hoy rondan los 30.000.
Esta nueva movida de Netanyahu no ha aminorado sus ansias por hacerse con más territorio en Cisjordania y despoblar Gaza de palestinos. Allí Israel continúa quemando vivos civiles inocentes y arrasando con lo poco que queda en pie mientras impide el ingreso o destruye la ayuda humanitaria. Catorce meses de genocidio han dejado al descubierto las intenciones del plan sionista y su desprecio por la vida en beneficio de destruir para expulsar y luego repoblar con gentes extrañas a esa tierra; la definición textual de una limpieza étnica.
Pero su desprestigio moral ante la opinión pública si bien todavía no se traduce en beneficio para los palestinos ―pues los aliados incondicionales de Israel se niegan a interrumpirle el flujo de armas― está teniendo consecuencias; al mismo tiempo que Netanyahu se regodeaba por su ofensiva en Siria, su ministro de exteriores anunciaba el cierre de la embajada israelí en Irlanda, resultado del apoyo del pueblo irlandés a la causa Palestina. La decisión, que siguió a meses de tensiones por la posición de Dublín en defensa de los derechos de los palestinos, su determinación de unirse al procedimiento iniciado por Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia y su reconocimiento del Estado Palestino, deja al descubierto el aislamiento cada vez mayor de Israel y confirma que una vez la sociedad civil conoce y se solidariza con la tragedia que viven los palestinos, es solo cuestión de tiempo para que las políticas estatales sigan el ejemplo.
Aunque aún faltan muchos gobiernos con este tipo de la claridad ética, seguida de acciones contundentes como las de Irlanda, el nivel de apoyo a Palestina desde la sociedad civil continua in crescendo. Como aseguró la reconocida actriz inglesa Juliet Stevenson: “En países alrededor del mundo, ante el fracaso del liderazgo moral de los gobiernos, hemos visto surgir ese liderazgo moral desde las bases. Hemos visto cómo millones de personas en todo el mundo que antes estaban desvinculadas de los derechos y las libertades de los palestinos se han vuelto alerta y apasionados en la lucha por esas libertades como nunca antes.”
Pasión que no faltó el pasado noviembre en la Oxford Union, una de las sociedades estudiantiles más prestigiosas y antiguas del mundo ―conformada principalmente por estudiantes de la Universidad de Oxford― cuando se debatió la moción: “Esta casa cree que Israel es un estado de apartheid responsable de genocidio”. Célebre por haber acogido a personajes de la talla de Malcom X y Stephen Hawkings, en la cámara de debates, llena a reventar, se escucharon por varias horas los argumentos en contra y a favor, hasta que finalmente la resolución fue aprobada por 278 votos a favor y 59 en contra. El hecho de que este debate haya tenido lugar, más aún terminado en derrota para el sionismo ―así sea meramente simbólica―, es una muestra más de que en el campo de la razón Israel tiene las de perder. El sionismo no tiene argumentos para su ocupación de Palestina, como no lo tiene para su genocidio en Gaza, ni la destrucción que ha ocasionado en el Líbano y más recientemente en Siria y el mundo ya se ha dado cuenta.
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