Las universidades deben ser más políticas, no menos
La financiación de la educación -que es el espacio idóneo para pensar en la construcción de lo público- no es solo un problema en Colombia, sino en el mundo. Las falencias en la única universidad pública del departamento del Chocó es uno de tantos ejemplos
‘Las universidades deben ser más políticas, no menos’, fue el titular de la editorial de The Harvard Crimson hace algunos días ante la coyuntura que enfrentan las universidades en Estados Unidos en la transición de gobierno. Retomo esta idea para reflexionar cómo, en el contexto colombiano, que las instituciones de educación superior sean más políticas puede contribuir a tomar decisiones que resulten más justas. Por políticas no me refiero a que las universidades sean escenarios del juego politiquero sino, en un sentido aristotélico, que sean protagonistas de la construcción de lo público, del bien común. Esta es una perspectiva esencial para enfrentar los desafíos que representa la inclusión en contextos contemporáneos.
A propósito de esta idea, Michael Sandel escribe que el vaciamiento del ámbito de lo público dificulta el cultivo de la solidaridad y el sentido de comunidad de los que depende la ciudadanía democrática. La incertidumbre para acceder a educación o permanecer en el sistema educativo debe superarse a nivel global, mucho más en regiones con mayores desigualdades socioeconómicas. La polarización no ha permitido que las personas más vulnerables participen de los debates de coyuntura. Hoy, en Estados Unidos y en Colombia, reina la incertidumbre en muchas familias por las decisiones de financiamiento que pueden adoptar los gobiernos para que existan oportunidades de acceso a educación.
Reflexionando sobre la coyuntura global que enfrenta el sector de educación, el profesor de Historia de la Universidad de Yale, David W. Blight argumenta que las universidades necesitan un ajuste de cuentas. Para él:
“Las universidades son empresas modernas enormemente complicadas y motores de aprendizaje; sus bibliotecas y museos preservan el infinito conocimiento y la creatividad de la humanidad. Nuestra tarea, por difícil que sea, debe ser traducir al menos algo de lo que se sabe e imagina a la mayoría de ciudadanos que nunca nos conocerán. Si no pueden venir aquí, debemos encontrarlos.
A propósito del problema de la financiación del sector educación en el mundo y en Colombia, y de las incertidumbres que de esta situación se derivan, merece una reflexión lo que está sucediendo en la única universidad pública del departamento del Chocó. Una situación urgente que demanda de las autoridades competentes soluciones de fondo.
El 11 de julio de 2024, el Ministerio de Educación Nacional ordenó el reemplazo de rector y representante legal de la Universidad Tecnológica del Chocó. Esta decisión se adoptó para garantizar la prestación del servicio público de educación superior en condiciones de calidad y con fundamento en hallazgos financieros y contractuales que comprometen recursos públicos, así como el incumplimiento de las medidas preventivas y de vigilancia especial que previamente se habían adoptado. En su momento, establecimos que mientras subsistieran las situaciones que generaron la imposición de las medidas, el Ministerio tendría que adelantar acciones de acompañamiento y seguimiento permanente para superar la situación encontrada.
La búsqueda de la equidad en el sistema educativo colombiano ha marcado las decisiones de política pública, por lo menos, desde 1819. Estamos en 2024 y en el departamento del Chocó la materialización de ese ideal nacional es esquiva para los jóvenes. En el primer semestre de 2024, la profesora Natalia González Gómez hizo un diagnóstico sobre la calidad de la educación superior en el Chocó y su relación con el desarrollo regional con énfasis en la UTCH. Encontró que, a pesar de la alta demanda educativa en esta institución, las tasas de deserción son las más altas en comparación con las demás instituciones de educación superior del departamento.
La universidad que atiende al 80% de los estudiantes de la región, aproximadamente a 14.000 personas, también enfrenta problemas de calidad educativa, expresados en los bajos resultados de las pruebas de desempeño. La escala de las pruebas Saber Pro es de 0 a 300 puntos, con una media de 150 y una desviación estándar igual a 30. En el histórico de resultados de esas pruebas entre 2019 y 2022, el puntaje global ha caído de 118 puntos en 2019 a 116 puntos en 2022. Esto demuestra un profundo rezago en aprendizajes y evidencia una diferencia significativa con relación a la nación.
La semana pasada abordé en esta columna el impacto de la crisis climática y la necesidad de tomar acciones de emergencia en el departamento del Chocó para atender a los niños, niñas y adolescentes. Esta semana hago énfasis en la fuerza juvenil que podría estar estudiando, investigando y sirviendo de soporte a las autoridades regionales, nacionales e internacionales para encontrar salidas a lo que se vive en una de las regiones más biodiversas del mundo.
La universidad debe ser un centro dinámico de la construcción de lo público y poner al servicio de la sociedad sus mejores virtudes. La situación permanente de anormalidad académica debe tener un límite y el potencial que la UTCH tiene en la construcción y ensanchamiento del ámbito público en el Chocó debe concretarse. Es preciso que la educación sea de calidad y que los estudiantes reciban una formación pertinente.
La apuesta de David W. Blight para Yale y las universidades de esta naturaleza debe ser posible tanto para el Chocó como para todo el sistema educativo en Colombia. Que las universidades sean más políticas significa para este caso que la discusión nacional y regional debe posibilitar la revisión, con cuidado, de lo que está ocurriendo en esta institución. Y que las autoridades que tienen las decisiones estructurales en sus manos permitan que esta juventud cuente con una institución que les agregue valor y contribuya a la restauración de su dignidad.
Debemos dejar de ver a los jóvenes chocoanos solo desde su vulnerabilidad, en la posición de la mano extendida pidiendo ayuda de emergencia, y empezar a verles en una posición de poder, como ciudadanos en pleno ejercicio gestando su propio futuro. Si estamos de acuerdo con Michael Sandel, la solidaridad demostrada frente a la crisis climática debe extenderse a la solución de sus problemáticas estructurales.
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