Quiénes tuvieron la culpa
Cada persona aprenderá las lecciones que estas elecciones en Estados Unidos dejan, y en cuatro años se arriesgarán de nuevo a acertar o errar
Cuesta aceptar las descalificaciones a los votantes de Donald Trump, como deplorables, racistas, machistas, elitistas, xenófobos y desinformados. Si se desprecia de esa manera al electorado, si se lo considera ignorante, en realidad se descree de la democracia. La esencia de la democracia es creer en el ser humano. En el pasado, cuando los blancos-rurales-pobres, los latinos y afroamericanos votaban por el Partido Demócrata, estaba bien. Ese es un doble estándar inadmisible
La democracia no garantiza que en cada momento se escoge a la mejor persona. De hecho, la “mejor persona” es un concepto discutible. La democracia define quién era, para la mayoría, la mejor persona para la tarea en cuestión. Echarles la culpa a los votantes porque no eligen a la candidata de los demócratas es irrespetarlos.
Una segunda vertiente de análisis sobre la derrota de Kamala Harris enfatiza que no atacó el verdadero problema de este tiempo, que es la desigualdad. Sin embargo, la gente no come desigualdad o igualdad, sino comida. La comida, a su vez, está mucho más cara y la culpa se la asignaron a Biden-Harris por inundar al país de dólares en el período pospandemia, aparte de transitorios fenómenos inflacionarios de oferta.
Quienes creen que la desigualdad es el problema número uno de la humanidad, desconocen que la gente busca comer, tener abrigo en la noche, transportarse, tener trabajo, energía barata, comunicarse rápido y barato, entre otras cosas, como problemas más centrales que resolver la desigualdad.
Olvidan que las empresas que resuelven esos problemas son premiadas por la gente, venden más sus productos, dan más utilidades, y esas utilidades aumentan el ingreso de sus dueños y la desigualdad. Varias de las personas más ricas del mundo pusieron en nuestras manos los celulares, los microchips, la capacidad de computación y comunicación con nuestros seres queridos. No parece que los votantes coinciden con que el principal problema de Estaos Unidos sea la desigualdad.
Un tercer culpable de la derrota habría sido que se descuidaron a las clases trabajadoras y se las envió de brazos abiertos a Trump. Es lo que enfatizan el senador Bernie Sanders y el reciente premio Nobel y profesor de MIT Daron Acemoglu, que enfatizan la lucha de clases. Me parece que ponen el énfasis en el sitio equivocado. La diferencia de clases está más presente en las mentes de los profesores y los intelectuales que en la de los votantes. De hecho, la inflación unió a la clase media y la clase trabajadora, pues ambas perdieron por igual.
Irónicamente, el énfasis en la economía le hizo un favor a Trump. Muchos consideraron que la señora Harris parecía menos confiable para manejarla, desigual o no, que Donald Trump. Recuerden que ambos habían tenido un periodo de cuatro años para demostrar sus credenciales en ese campo.
Otra frente que marcó diferencia entre Trump y Harris fue que, como dicen los americanos, con Trump what you see is what you get (en español, “usted sabe a qué atenerse”). Eso tranquilizó a los votantes y espantó a los economistas, pues Trump propuso subir aranceles y bajar impuestos.
A Harris se la acusó de falta de autenticidad, pues pasó de demonizar al fracking a apoyarlo, y de personificar en 2020 a la izquierda radical, a presentarse como moderada en 2024. ¿Cuál era la verdadera Kamala Harris, la de 2020 o la de 2024? Los votantes huelen la inautenticidad a leguas, y eso puede haberle costado mucho a la vicepresidenta.
Creo que los argumentos que le dieron la victoria a Donald Trump son: 1) el exceso de expansionismo fiscal y monetario del gobierno Biden y la FED, y sus consecuencias inflacionarias, que redujo la capacidad adquisitiva de los salarios y los ingresos de los hogares americanos. 2) La laxitud con la inmigración ilegal. 3) El temor a que la señora Harris no estuviera a la altura del reto geopolítico que representan Xi Jinping, Vladimir Putin, Irán y las guerras en Ucrania e Israel. Y 4) el que muchos votantes están exhaustos con la llamada cultura woke, la superioridad moral de los intelectuales de izquierda y la intromisión en la educación escolar que limita lo que los padres de familia pueden comentar o criticar.
Ninguno de estos cuatro puntos lleva a descalificar a alguien como deplorable, racista, machista, elitista, xenófobo o desinformado. Cada persona aprenderá las lecciones que estas elecciones dejan, y en cuatro años se arriesgarán de nuevo a acertar o errar. Esa es la esencia de la libertad humana, y la democracia es el sistema más compatible con esa la libertad. La democracia no tiene culpables, tiene votantes.
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