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Gobierno de Colombia
Columna
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El desconocido arte de corregir

En Colombia, no asumen responsabilidad ni Petro ni Uribe, pero aquí procedo yo a renegar de mí y a corregir un texto en el que dije que al registrador le quedaban horas. No es verdad: tenemos registrador, y tal vez para rato

Hernán Penagos
Hernán Penagos en mayo de 2018, en Bogotá (Colombia).Cámara de Representantes

En Colombia nadie es culpable de nada porque nadie es capaz de aceptar nada. La Contraloría de hoy revela que desde el Gobierno anterior se venían robando a la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, pero nadie es capaz de señalar al antiguo contralor como aquel que dejó que eso pasara a pesar de las incontables denuncias que recibió sobre los malos manejos del dinero. Peor aún, hay quienes quieren entronizarlo en un nuevo cargo de control y moralización seguro como reconocimiento a su gran gestión en la Contraloría.

Por lo menos dos funcionarios nombrados por Petro resultan engranajes claves para robarse a la ya mentada Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, pero el presidente no tiene la gallardía de reconocer que sí los nombró, que sí es su jefe y que la plata del Estado que le entregó a esos señores para que ayudaran a mejorar las condiciones del país, pero que en su lugar se robaron, tiene como primer guardián a aquel que fue elegido democráticamente por los colombianos: Gustavo Petro.

Yo no voté por Olmedo. Nadie votó por Olmedo. Petro eligió a Olmedo. Pero Petro no es capaz de pedir perdón a aquellos que señaló como ‘golpeblandistas’ cuando durante semanas le señalaban que Olmedo y sus amigos estaban desviando plata de los colombianos. Petro solo los defendía.

Uribe no pide perdón por los falsos positivos. Carlos Fernando Galán no pide perdón a las mujeres por decir que la solución a los feminicidios es controlar las armas en los centros comerciales. El ministro de Salud solo regaña, en vez de aceptar que la embarró (y feo) con la salud de los profesores. Nadie tiene culpa de nada. Vivimos en un país de ángeles.

Sin embargo, así como el escritor Michel Houellebecq hizo en su último libro, yo procedo a renegar de mí y corregir el texto idiota que publiqué en este mismo espacio el lunes anterior. Idiota yo porque confié en una fuente que dijo que todo estaba consumado en el caso del registrador Hernán Penagos, cuando la verdad es muy distinta.

Falta al menos un mes y medio para que la Sección Quinta del Consejo de Estado tome una decisión sobre si la elección del registrador nacional se hizo correctamente. Desde el alto tribunal me señalaron que hasta ahora se recibió contestación a la demanda y por eso se debe esperar un tanto para que se surta el proceso. Lo mismo me dijo el registrador y les doy crédito.

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Debo sustituir frases porque es lo moral y éticamente correcto: no es verdad que al registrador le queden horas; la elección del registrador no ha sido anulada; tenemos registrador.

Dicho esto, no deja de ser llamativo que el fin de semana pasado, mientras ambos estaban de “misión electoral” en México, el registrador Hernán Penagos y uno de los magistrados que tendrá que definir el fallo hayan estado departiendo alegremente. Penagos dice que nunca se vio con el magistrado. En cambio, de manera honesta, el consejero Ómar Barreto sí relató que hablaron de elecciones, viajes, música y particularmente de rock en español. Ojalá todos pudiéramos hablar así de amistosamente con nuestros jueces. Pero mejor vuelvo al título de este escrito: ¿será que al registrador le tocará corregir sus recuerdos? Yo ya hice mi parte.

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