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La mayor caída de nacimientos en la historia de Colombia presiona la transición demográfica

En 2023 hubo 11% menos de alumbramientos que en 2022, el sexto año consecutivo con una reducción

La aspiración de tener una familia numerosa se quedó en el pasado. La cifra de nacimientos en Colombia experimentó la mayor caída en su historia reciente, con una reducción del 11% en el último año, al bajar de 573.625 en 2022 a 510.357 en 2023.

El descenso, que completa seis años consecutivos, es especialmente fuerte si se compara con el 2013. Ese año, con una población de menos de 45,5 millones de personas, se registraron 658.835 nacimientos, mientras que diez años más tarde, en un país con 52 millones de habitantes, se observó un 22% menos de partos.

Los datos, todos del Departamento Nacional de Estadísticas (DANE), son relevantes, pues la menor disposición a ser padres supone enormes desafíos para el futuro en una sociedad que se encamina a estar más compuesta por personas mayores que por jóvenes.

Aunque la reducción viene de tiempo atrás, el desplome ha sido mayor tras la pandemia. El exdirector del DANE, Juan Daniel Oviedo, considera que se dio un punto de quiebre por la vulnerabilidad económica que golpeó a los hogares tras la pérdida de millones de empleos y porque el confinamiento pudo llevar a más personas a preguntarse si querían traer más hijos al mundo. “Eso tal vez llevó a retrasar algunas decisiones de fecundidad o maternidad por parte de mujeres que perdieron su trabajo. Adicionalmente, en el confinamiento vimos las inequidades que enfrentan las mujeres en la distribución del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. Ahora hay más mujeres con ganas de tener autonomía económica”, opina Oviedo, actual concejal de Bogotá. Según la encuesta nacional de uso del tiempo, las mujeres dedican en promedio 7 horas y 46 minutos diarios a actividades de trabajo no remunerado, frente a 3 horas y 6 minutos de los hombres.

Aura Liliana Torres, demógrafa de la Universidad Externado de Colombia, tiene una visión similar. “Cuando hay entrada de las mujeres a mejores ámbitos laborales o académicos, hay una postergación de la decisión de la maternidad, incluyendo la tenencia de un solo hijo en algunos casos. Esto es más visible en zonas urbanas que rurales”, sostiene.

Muestra de esa inequidad en el cambio es que, mientras la brecha de desempleo entre hombres y mujeres en las principales ciudades fue del 3,1% en febrero pasado, en las zonas rurales ha sido de 8 puntos porcentuales en promedio, en los últimos años, de acuerdo con la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) de 2020. A esto se suman las desigualdades en acceso a servicios de salud de calidad, así como a métodos anticonceptivos. En 2023, la tasa global de fecundidad en las zonas rurales fue de 0,3 hijos más alta que en las zonas urbanas.

Justamente, la tendencia de menos nacimientos refleja la caída de la tasa global de fecundidad, el número de hijos que, en promedio, se calcula que tendrán las mujeres al final de su vida reproductiva. El dato, que muestra una relación diferente de las mujeres con la maternidad, ha ido bajando gradualmente, de 1,8 hijos en promedio en 2014 a 1,2 en 2023. Mientras que en 2019 el promedio de dos hijos se conservaba en 11 de los 32 departamentos, en el último año solo se mantuvo en dos: La Guajira y Vaupés. “Todos los demás tienen unas tasas muy bajas. En Caldas la tasa global de fecundidad es de 0,9 o en Quindío de 1,0″, subraya Piedad Urdinola, directora del DANE.

Aunque las implicaciones de la reducción no son perceptibles de inmediato, los expertos advierten de las consecuencias a mediano plazo, que serán todavía mayores si el descenso continúa. Torres, por ejemplo, dice que será necesario considerar los efectos en decisiones como la de la reforma pensional que se discute en el Congreso de la República. “A medida que la población envejece necesitamos más tiempo de productividad de las personas que están trabajando porque la base, que son los nacimientos, se reduce. Se requiere que haya más aportes al sistema de seguridad social”, señala.

Con menos población joven aportando y más población jubilada, el sistema pensional se hace menos sostenible, coincide Oviedo. “Estas dos condiciones, menos nacimientos y mayor longevidad, llevan a que el esquema pensional tenga una tensión muy fuerte. Primero, frente a las edades de pensión. Por otro lado, si se reduce el número de personas que nacen, que son las que en el futuro van a trabajar y a financiar el sistema pensional, se genera una mayor necesidad de formalizar el empleo en Colombia. La verdadera reforma pensional es lograr que bajemos la informalidad”, afirma el exdirector del DANE. Actualmente, seis de cada diez trabajadores en Colombia están en la informalidad, sin posibilidades de aportar a pensiones. Y solo uno de cada cuatro colombianos en edad de jubilación logra acceder a una mesada pensional.

La transición demográfica también tendría repercusiones en las dinámicas de consumo y prestación de servicios en los próximos años. “La atención escolar, por ejemplo, tendría que adaptarse porque ya no va a tener la misma demanda. En cambio, sería necesario fortalecer especialidades en salud en servicios como los gerontológicos”, precisa Torres.

La reducción de los nacimientos no es exclusiva de Colombia. Según datos del Banco Mundial, la tasa ha caído de 36 recién nacidos por cada 1.000 habitantes en 1963 a 17 por cada 1.000 habitantes en 2021. Según Naciones Unidas, en el año 2050 el número de personas de 65 años o más en todo el mundo será el doble del número de niños menores de 5 años y casi equivalente al número de niños menores de 12 años. En medio de este panorama, la tendencia a la disminución continúa en Colombia. En enero de 2024 hubo 37.740 nacimientos, 6.004 menos que los 43.744 registrados en el primer mes de 2023, una caída de otro 15%. De mantenerse a lo largo del año, dejaría al país con menos de 450.000 alumbramientos en 2024, y una transición demográfica todavía más acelerada.

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