El ELN y el Gobierno de Petro se reconcilian tras otro amago de la guerrilla de torpedear el proceso
Los negociadores, tras una ronda de conversaciones en La Habana, se encontrarán ahora en Caracas
Después de varios días de expectación ha habido humo blanco. El ELN y el Gobierno de Petro han vuelto a reconciliarse y a encauzar el proceso de paz tras otro amago de la guerrilla de poner en cuestión unas negociaciones que caminan firmes, pero que a menudo se encuentran con curvas. En la mayoría de las ocasiones se producen por la sensación de los jefes guerrilleros de que no se les respeta lo suficiente, pero entonces entra en juego siempre la paciencia infinita de los enviados de Petro, personificada en un hombre de actitud franciscana como el senador Iván Cepeda. Así, se repite que las partes vuelven a la mesa y continúan hablando con la intención de que este grupo armado que lleva décadas levantado en armas opte por la vía democrática y se convierta en un partido político. Cinco presidentes anteriores lo han intentado, pero nunca el ELN había tenido al otro lado de la mesa a un exguerrillero como Petro que guarda una sensibilidad especial con los motivos que llevan a alguien a empuñar un fusil.
Los negociadores han hecho público este lunes un comunicado conjunto en el que aseguran que finaliza así la reunión que ha tenido lugar en La Habana, entre el 24 y el 26 de febrero, y que se emplazan a reencontrarse en Caracas, Venezuela, entre el 8 y el 22 de abril. El Gobierno chavista ha sido mediador desde el primer día y ha puesto mucho empeño en que el proceso salga adelante. Sin embargo, en el último mes ha desplegado una política represiva, en víspera de que se decida la fecha de las elecciones presidenciales, que ha vuelto a cuestionar su intención de iniciar el camino hacia una democracia plena, como había dejado entrever en los acuerdos de Barbados. Estados Unidos levantó algunas de las sanciones al petróleo y el oro con la esperanza de que el chavismo organizara unas elecciones justas y competitivas donde la oposición, encarnada en la figura de María Corina Machado, tuviera posibilidades reales de victoria. Han sido suficientes un par de semanas de involución para que quede claro que nada de eso va a ocurrir.
Ajeno a ese ruido, la guerrilla y el Gobierno coinciden en que se están produciendo avances. Eso no quiere decir que la delegación del ELN, que encabeza el histórico guerrillero Pablo Beltrán, no cumpla con la consulta interna a la que fue llamada. Hace cinco días, la guerrilla comunicó por redes sociales, de manera inesperada, que el proceso estaba “en crisis” por unos diálogos regionales en Nariño, una zona con fuerte presencia de grupos armados y cultivos de coca, en los que se había sentido excluida. Esto ocurrió cuando poco antes se había acordado prolongar el alto el fuego por otros 180 días y crear un fondo con aportaciones de distintas instituciones y organismos internacionales para poder aplicar los acuerdos de paz. Todo parecía andar sobre ruedas cuando los guerrilleros se mostraron ofendidos y pusieron el diálogo en una especie de pausa.
Petro quiere cerrar de aquí a un año este diálogo de paz, lo que supondría un éxito evidente. Reforzaría su discurso sobre la paz total que ha enarbolado desde que llegó al poder. Sin embargo, hay quien piensa que esta negociación va a superar este periodo presidencial, al que le quedan dos años, y que será la próxima presidenta o presidente quien se siente a firmar el acuerdo definitivo. A estas alturas es difícil saber. Petro ha contado para esto con gente experimentada como el propio Cepeda, la senadora María José Pizarro y la que es la nueva jefa negociadora, la veterana Vera Grabe. En un escalón por encima, Otty Patiño, otro exguerrillero con una paciencia a prueba de bombas. Aún así, el ELN, acostumbrado a los tiempos suspendidos de la selva, cuenta con su propio reloj biológico. Acompasar las necesidades de uno y otro será clave para llevar la negociación a un lugar seguro, donde no haya vuelta atrás. Petro, al que no le sobran ahora mismo logros de los que presumir, necesita políticamente un acuerdo. Y pronto, si es posible.
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