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Gustavo Petro
Columna
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La prioridad del Presidente

Petro ya no gobierna, sino que está pensando de manera desesperada en la campaña electoral del 2026

Gustavo Petro en agosto de 2023.
Gustavo Petro en agosto de 2023.NATHALIA ANGARITA

¡Vaya decepción para los progresistas de pensamiento –no los de afiche político– el presidente Gustavo Petro! A 18 meses de haber iniciado su gobierno, el llamado Gobierno del Cambio, la promesa de cambiarle la cara al país dándole prioridad a asuntos antes relegados se quedó en eso: una promesa de campaña.

Contrario a su discurso de posesión, este no ha sido el Gobierno de paz y reconciliación de los colombianos, sino todo lo contrario: un Gobierno dedicado a sembrar nuevos odios y a promover en el país una lamentable división que quien sabe a qué destinos nos pueda llevar.

¿Dónde está el florecer de las pequeñas empresas? ¿Dónde están los esfuerzos para hacer de la educación pública una promesa de excelencia con profesores a quienes se les exige más calidad y compromiso? ¿Por qué la estrategia de mejorar la atención en salud en vez de empantanarla con una reforma no empezó con el necesario cambio para que las administraciones de departamentos y municipios no sigan malgastando la plata y menospreciando los centros de salud en las zonas más apartadas? ¿Qué pasó con el impulso a la ciencia que hoy parece paralizada por una ministra que no dialoga con los científicos?

Un presidente peruano intenta darse un autogolpe, Petro lo defiende. El dictador de Venezuela le niega a la oposición la posibilidad de unas elecciones libres, Petro no dice nada. Esa flexibilidad en el concepto de democracia no habla bien de un mandatario que hasta ahora se ha ufanado de ser un hombre apegado a la defensa de los derechos humanos. ¿O acaso es que le debemos algo a Nicolás Maduro que nos hace imposible condenar una burla tan grande a millones de venezolanos que hace mucho dejaron de creer en el régimen?

La realidad es dolorosa para el país. El presidente ya no gobierna, sino que está pensando de manera desesperada en la campaña electoral del 2026. Sabe que si esas elecciones a Congreso y Presidencia fueran hoy todo estaría perdido. Las promesas vacías de campaña hasta ahora incumplidas, sumadas al descontento por la creciente inseguridad, la inflación y la sensación de desgobierno hacen que muchos de aquellos que hace casi dos años votaron por él hoy no lo consideren siquiera como una opción.

Petro está preocupado porque su gran proyecto político está haciendo agua poco a poco y ya no importa ejecutar, sino alargarle la vida. Por eso habla de integrar a todos los partidos de izquierda. Por eso ya hace reuniones privadas llenas de cálculo político y hace eventos públicos que más parecen eventos de campaña, al mejor estilo de las últimas apariciones públicas del saliente Fiscal Barbosa.

La urgencia de crear bandos para así seguir teniendo viabilidad política se convirtió en su mejor estrategia. No importa ejecutar. No importa hacer. No importa dejar impronta real en el país. Lo único que le interesa es conseguir que su proyecto sobreviva a su gobierno que poco a poco agota sus días y sus horas. Petro el absoluto de hace unos meses poco a poco se convierte en Petro el asustado. Mas no es susto por el tan cacareado golpe. Es susto porque hasta ahora su página en la historia política del país parece más bien triste y muy alejada de aquello que prometía ser.

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