El costalazo democrático de Petro
No es el golpe soñado por la oposición, sino uno más contundente, pues no viene con el sello político de los partidos que dicen no a cada cosa que propone
Aunque muchos lo anticipaban, era necesario esperar a las elecciones de este domingo para que los resultados lo confirmaran: el muy cacareado respaldo popular, que en múltiples ocasiones usó el presidente Gustavo Petro para justificar decisiones y acciones, no existe.
Tal vez existió, pero se esfumó en medio de un desgobierno que ha hecho que muchas situaciones que se consideraban parte de una historia irrepetible y dolorosa para el país han regresado como prueba de que Colombia no deja de ser Colombia por más buena voluntad que haya.
Y es que es innegable que el presidente tiene buena voluntad: quiere mejorar las condiciones de los trabajadores, quiere que Colombia sea líder en la lucha contra el cambio climático, quiere conseguir la paz total y definitiva, quiere un mejor metro para Bogotá, quiere un sistema de salud que llegue a los rincones más olvidados del país, quiere muchas cosas que son sin duda positivas, pero el año y tres meses de Gobierno que han transcurrido desde su posesión demuestran que no basta con querer, sino que hay que concretar y, sobre todo, concertar.
¿Qué ven los colombianos que el domingo le dieron un costalazo democrático al Gobierno Petro?
Un país que vuelve a estar en manos de los grupos armados al margen de la ley, como aquel que no quería permitir el ingreso del Ejército a una zona del Cauca para vigilar la jornada electoral. Un país que vuelve a ser vergüenza global por el secuestro de los padres de uno de los más destacados jugadores de fútbol que hoy tenemos en el exterior. Un país que vive con la inquietud de no conseguir los medicamentos que formulan los médicos en las farmacias. Un país que repite sin cesar la noticia de los líderes sociales asesinados. Un país donde el narcotráfico es dueño y señor de regiones enteras. Un país donde las divisiones políticas construyen nuevos muros, en vez de abrir caminos hacia la solidaridad.
El costalazo democrático que recibió el Gobierno no es el soñado por la oposición, sino uno más contundente, pues no viene con el sello político de los partidos que dicen “no” a cada cosa que propone Petro. El costalazo llegó de la mano de muchos que perdieron la esperanza que el candidato Petro sembró el año anterior y que hoy ven como esos discursos de leche y miel resultaron como los de cualquier otro político, de esos que antaño él criticaba. No es chasqueando los dedos que las industrias renacerán, ni moviendo la nariz, cual Hechizada, que se hará la paz en los territorios. El liderazgo es para los soñadores, pero estos deben saber ejecutar. Y deben ejecutar sin destruir. En eso ha fallado el presidente.
El costalazo democrático del domingo es la cuenta de cobro que el país le pasa al gobierno por arruinar lo poco que se había avanzado en algunos frentes, siendo tal vez el más perturbador el de la seguridad.
¿Qué viene después del costalazo? Solo le quedan dos caminos al presidente Petro: aceptar la cohabitación y convertir su Gobierno en uno donde todos quepan o si no radicalizarse. ¿Cuál construye y cuál destruye? El dilema se resuelve con facilidad.
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