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La estafa del falso duque criollo y la millonaria herencia en España que nunca existió

Decenas de colombianos prestaron dinero a una madre y un hijo que les hicieron creer que iban a recibir una fortuna millonaria

Inés Santaeulalia
The scammers
Alejandro Estrada y su madre, Olga Cardona.

La gran cita de esta historia era una audiencia en el Palacio de la Zarzuela con los Reyes de España. Esa sería la puerta de entrada del colombiano Alejandro Estrada a la nobleza española. Se convertiría en el duque de Cardona, rodeado de una serie de testigos que llevaban meses preparándose para el momento. Un día, se sentaron en la mesa de un restaurante de Medellín para recibir clases de protocolo, nadie quería quedar mal ante un rey. Otro, fueron a Carolina Herrera para elegir su vestuario. Allí se sacaron fotos para enviar a Palacio, nadie podía vestir igual que la reina Letizia. Todo esto lo cuentan ahora sus víctimas, entre el pudor y la rabia. Este es el relato de una estafa, destapada por Radio Ambulante, tan real como increíble.

Los amigos

En sus 14 años como profesora de la facultad de derecho de la universidad de Medellín, la abogada Kelly Córdoba había visto pasar a cientos de alumnos. Alejandro Estrada, que hoy tiene 29 años, solo era uno más. Hasta que un día de 2019 se lo cruzó cerca de su despacho. El chico estaba con su madre, Olga Cardona, una mujer muy elegante que no pasaba desapercibida. Le pidieron asesoría sobre un caso jurídico y Córdoba los puso en contacto con el bufete de abogados de su marido, Andrés Vasco, que llevó el caso. En apenas un año, ese joven que la llamaba “profe” estaría jugando en su casa con sus hijas y Olga almorzando con su madre, como si fueran parte de la familia.

El círculo se fue ampliando. En el bufete también trabajaba María Angélica Cabarcas, más cercana en edad a Alejo, como le acabarían llamando todas sus víctimas. Parecía el amigo perfecto, un alma gemela. Sus gustos eran los de María Angélica: les interesaba la moda, les emocionaban las mismas series. “Me estudió perfectamente, pero no me di cuenta”, señala ella. Después de la pandemia, lo introdujo en su grupo de amigos. A su novio le cayó de maravilla.

El abuelo

La relación ya no fue más de profesor-alumno, ni de abogado-cliente. La amistad se afianzó tanto que Kelly lo sentía “como un hijo”. En un cumpleaños de Olga al que los invitaron, les confesaron su gran secreto. El abuelo del chico era el español Venancio Cardona, un millonario que acumulaba tierras, empresas y abultadas cuentas bancarias. Un hombre que había decidido legar toda su riqueza a su único nieto varón, el simpático Alejandro. Lo hacía bajo un centenar de condiciones: Alejandro debía ser independiente económicamente, crear una empresa que funcionara y, sobre todo, tenía que haber conocido la amistad verdadera. Cuando lograra cumplir con todos los requisitos, se le entregaría la herencia, de acuerdo a un tribunal español.

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La madre era tan millonaria que tenía apartamentos en París o Nueva York, pero no podía darle ni un peso a su hijo. Las condiciones de la herencia lo prohibían, Alejo debía conseguirlo por sus propios medios. Nadie mejor que sus nuevos amigos para ayudarle a cumplir ese propósito. El primer dinero que le prestó el matrimonio fue para que el muchacho sacara adelante un negocio: 20 millones de pesos (4.000 euros).

Solo fue el principio. Después de muchos más préstamos, cuando Kelly y Andrés ya estaban atrapados, madre e hijo revelaron un nuevo detalle. A través de Venancio, el abuelo, Alejo también podría acceder al título de duque de Cardona. “Ahí ya estábamos metidos en una película de terror, le habíamos prestado tanta plata, que si nos dice que era el sobrino de Batman le hubiéramos creído también”, explica Kelly.

El primer viaje a España

En el verano de 2021, Alejandro y su madre debían viajar a España para que el Tribunal Económico Administrativo regional de Madrid, que supuestamente llevaba el caso, le liberase unas cuentas a su nombre. Le pidió al matrimonio que los acompañaran. Ya en Madrid, Alejandro entró solo en el tribunal mientras el resto lo esperó en una cafetería del centro. A su vuelta, el chico les contó que había tenido un fantástico golpe de suerte y un supuesto asesor del tribunal se había ofrecido a ayudarlo de forma confidencial para cumplir las condiciones del abuelo. Así entró en escena Iñaki Cortés y Valenzuela, al que nadie vería nunca, pero que desde ese día escribiría cientos de emails y mensajes por WhatsApp a todo el grupo

Cortés llegó con nuevas condiciones: Alejo debía tener una serie de testigos para conseguir el dinero y el ducado. El matrimonio de abogados, María Angélica y otros elegidos entraron a formar parte de ese círculo. Ya en Colombia, durante meses, el grupo se preparó para el segundo gran viaje a España, que incluiría varias audiencias ante el tribunal y la recepción real. Para entonces, los préstamos se habían ido multiplicando desde distintas manos. La deuda acumulada con sus testigos/amigos/víctimas era cada vez mayor.

El miedo

Alejandro les hizo creer a todos que la Fiscalía lo estaba investigando y, con él, al resto de testigos. Nada tiene sentido ahora así contado, pero en el momento todos sintieron verdadero miedo porque el joven a veces reproducía conversaciones que otros mantenían en privado. ”Estuvimos sometidos a terrorismo emocional”, explica María Angélica. Todos ponían el teléfono en modo avión o lo dejaban en otra habitación, bajo la idea constante de que alguien los vigilaba. Si alguna vez se les pasaba por la cabeza investigar algo porque no les cuadraban las explicaciones de Olga y Alejo, inmediatamente el miedo los paralizaba.

Madre e hijo también jugaron sus cartas. En una ocasión, al matrimonio le devolvieron su dinero para recuperar la confianza, pero al poco tiempo les volvieron a pedir más. Y luego más. En total, Kelly y Andrés perdieron unos 140 millones de pesos (28.000 euros), se hicieron cargo también de lo que perdieron sus familiares -”por ética, porque los conocieron por nosotros”-, otros 90 millones (18.000 euros). Todavía hoy siguen pagando un crédito que habían pedido a su favor. En total, entre las 18 víctimas conocidas, madre e hijo habrían estafado unos 1.200 millones de pesos (240.000 euros)

El segundo viaje a España

El momento culmen de esta historia fue el segundo viaje a España, en enero de 2022. Acudieron ocho testigos, madre e hijo. Todos a un hotel -pagado con sus contribuciones- con un programa turístico organizado por el tribunal que incluía una visita a Toledo, donde la familia Cardona poseía un castillo, o hacerse fotos de grupo en la Gran Vía, para demostrar que la amistad era verdadera.

Las audiencias ante el tribunal nunca se produjeron, menos la recepción real, y los nervios entre el grupo fueron en aumento. Ante los supuestos retrasos, Alejandro se mostraba devastado. Lloraba y se desmoronaba y les pedía un último esfuerzo. Era tanto el cariño y el dinero invertido, que para todos era más sencillo creer que dejar de hacerlo. Alejandro se había convertido en un experto falsificador de documentos. Había documentos del tribunal que los testigos presentaban en sus trabajos para poder viajar o papeles que informaban de los retrasos en las audiencias. Volvieron a Colombia con la promesa de regresar en solo ocho días.

La revelación

A esas alturas, ya nada tenía sentido. Las sospechas cada vez eran mayores. Las audiencias se seguían retrasando en España y las explicaciones resultaban confusas. La certeza de que algo pasaba fue mayor que el miedo y empezaron a investigar. Ni existía Venancio Cardona, ni Iñaki el español, ni ningún tribunal estaba pendiente de ningún legado. Eran, simplemente, víctimas de una estafa.

El 6 de mayo de 2022, madre e hijo estaban de viaje en Nueva York. Andrés y Kelly decidieron tenderles una trampa. Les dijeron que debían volver a Medellín porque habían logrado que alguien juntara el dinero para empezar a pagar las deudas acumuladas. Ellos, por videollamada, les mostraron el apartamento neoyorquino de Olga, que horas después Kelly encontraría anunciado en Airbnb. Prometieron volver, pero nunca lo hicieron, quizás ya sospechaban que habían sido descubiertos.

Fue la última vez que hablaron con sus víctimas. Desde día, nadie ha vuelto a saber de ellos. Al duque de Cardona y a su mamá se los tragó la tierra.

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Sobre la firma

Inés Santaeulalia
Es la jefa de la oficina de EL PAÍS para Colombia, Venezuela y la región andina. Comenzó su carrera en el periódico en el año 2011 en México, desde donde formó parte del equipo que fundó EL PAÍS América. En Madrid ha trabajado para las secciones de Nacional, Internacional y como portadista de la web.

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