Las muchas ‘Francias’ de Brasil y Colombia
La elección de Francia Márquez como vicepresidenta demuestra que la política colombiana influye en América Latina y fortalece el debate racial en Brasil
La victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez, representantes del Pacto Histórico, fue motivo de alegría para sectores progresistas y movimientos sociales brasileños. Las conquistas del argentino Alberto Fernández y el chileno Gabriel Boric también fueron señales positivas para estos segmentos de la sociedad, que en Brasil se empeñan en una victoria de Lula sobre Bolsonaro.
La expectativa es que, victorioso, Lula tendrá afinidad política para construir una gran sociedad con Petro y Francia en temas como la protección de la Amazonía, agenda central para el mundo en el siglo XXI. Por esa razón, ya hay motivos para soñar y celebrar la conquista de los colombianos.
Pero el mensaje enviado va más allá y resuena de manera particular en el pueblo negro brasileño. Francia Márquez, la primera vicepresidenta afrocolombiana, sirve de inspiración para que el campo progresista haga lo mismo en Brasil en 2026, cuando el país tendrá nuevas elecciones presidenciales.
Lula es un hombre de 76 años y Geraldo Alckmin, el candidato a vice, tiene 69 años. Las limitaciones de la vida, no solo de la política, exigen renovación. Colombia señala que la novedad puede ser de edad, de género y racial, con una mujer negra de 40 años en un cargo estratégico. Fortalecer la democracia y utilizarla como herramienta para enfrentar las desigualdades requiere una mayor participación de todos los segmentos sociales, especialmente de los marginados. En Brasil, donde el racismo es el telón de fondo de todos los problemas del país, no hay cómo avanzar sin las personas negras.
Las opciones de versiones brasileñas de Francia son muchas, que podrían construir importantes puentes con Colombia. Algunos de ellas incluso conectan con las agendas fundamentales de la vicepresidenta.
Anielle Franco, hermana de Marielle Franco, estuvo en una comitiva de organizaciones negras de Brasil con Francia Márquez en marzo, en el acto de clausura de la campaña, como muestra de apoyo y solidaridad. Ambas representan el discurso y la agenda política de los “nadies”, esas personas excluidas de todos los procesos, víctimas de la desigualdad y la violencia. Además, Francia Márquez y Anielle Franco llevan el legado de uno de los principales símbolos de la lucha por los derechos de las mujeres negras, Marielle Franco, asesinada el 14 de marzo de 2018 en Río de Janeiro.
Francia Márquez también participó en las discusiones del acuerdo de paz en Colombia, especialmente en temas relacionados con las comunidades negras. En Brasil, hay jóvenes negras que siguen de cerca la discusión sobre la letalidad de la policía, que destruye la vida de los jóvenes de la periferia de los grandes centros urbanos. Paula Nunes, Simone Nascimento y Vilma Reis son referencias en esta discusión y podrían ser candidatas a la Presidencia, o incluso convertirse en ministras. El intercambio de experiencias entre ellas y Francia sería fundamental para la superación de los problemas de ambas naciones.
Los nombres y ejemplos de paralelos son muchos. En Colombia, ciertamente hay otras mujeres negras con trayectoria y experiencia política para ocupar lugares estratégicos en la sociedad, personas que también pueden inspirar a los afrobrasileños. Los acontecimientos recientes refuerzan la necesidad de construir un mayor diálogo entre los afrodescendientes en Brasil y Colombia.
La victoria de Francia Márquez también demuestra que la política colombiana influye en América Latina y fortalece el debate racial en Brasil, que ahora gana un ejemplo victorioso cercano y concreto. Si lo hicieron en Colombia, ¿por qué no es posible hacerlo en el país con mayor población negra de la diáspora africana?
Brasil, que vendió al mundo la idea de que vive en una democracia racial, es visto de otra manera, tanto interna como externamente. Ya no es posible cerrar los ojos ante las cifras de unos 60.000 homicidios al año, con casi el 80% de víctimas negras, en su mayoría hombres jóvenes y pobres. El Brasil de Bolsonaro profundiza este escenario y adopta el discurso del supremacismo blanco, del odio a los pobres, a los negros, y de una acción de violencia contra las mujeres y las personas LGBTQIA+.
La respuesta a esto debe venir de lo más democrático y popular que existe entre nosotros, la construcción política del pueblo negro, en especial de las mujeres. Son estas personas, con perspectiva de cambio social, las que pueden cambiar la realidad como vicepresidentes o presidentes.
A Francia Márquez y el pueblo colombiano, gracias.
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