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Gustavo Petro
Columna
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El presidente feliz

Gustavo Petro quiere lucirse. Anda dichoso por su tiempo frente a los auditorios y por el espaldarazo de los Estados Unidos a su política de paz total

Gustavo Petro y Antony Blinken
El presidente de Colombia, Gustavo Petro y el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, en Bogotá, el 3 de octubre de 2022.RAUL ARBOLEDA (AFP)

El presidente Gustavo Petro anda dichoso de primer mandatario. Con blue jeans hasta los pies vestido y con un mechón que no cae sino que se levanta, el jefe de Estado está disfrutando el poder. Tiene avión, tiene helicóptero, tiene palacio, tiene televisión, tiene ministros, tiene de todo. Tal vez por eso llega tarde a todas partes. Le llegó siete horas tarde a sus ministros. No alcanzó a atender la comida en el Museo de Historia Natural de la ciudad de New York en el marco de la Asamblea de las Naciones Unidas. A los convencionistas de la Asociación Nacional de Empresarios los dejó esperando cinco horas. A los alcaldes no les llegó, a los militares tampoco. Al Presidente no le alcanza el tiempo.

En Colombia, el presidente más puntual ha sido Alfonso Lopez Michelsen, quien llegaba antes de la hora indicada, lo cual ponía en aprietos al resto de los participantes. Otro dato curioso en puntualidad es el método que usaba Álvaro Gómez Hurtado, a quien se le otorgaba un trato de expresidente por la nobleza de su trabajo intelectual al servicio de la democracia. Consistía en invitar a su casa a los políticos a las 6 pm, a los amigos a las 7 pm y a los diplomáticos a las 8 pm. Todos llegaban al tiempo.

Algunos han dicho que las demoras del presidente Petro son por cuenta del despelote de la agenda, pero yo no creo. Lo que pasa es que a él, frente a los auditorios, el tiempo se le pasa volando porque se engolosina con la palabra. Una mezcla de elocuencia, aires de profesor y uno que otro sarcasmo. Hay que entender que viene de casi cuarenta años de pedir la palabra y no siempre se la daban por a, ye ó zeta. Ahora es él el dueño de la palabra y se extiende más de la cuenta.

Su meta es el cambio por encima de todo. Yo prefiero - le dijo a sus ministros- que nos critiquen por hacer el cambio y no, por no hacerlo. Pero los que lo critican son sus amigos, -el senador Bolívar entre ellos - que se quejan de Roy Barreras porque funge de presidente de la coalición y que los ministros no sean del parche. El de Interior, el de Relaciones Exteriores, la de Agricultura y por lo menos un embajador, vienen de los partidos tradicionales. No es que no nos gusten, pero eso no fue lo que propusimos, sostienen los insatisfechos.

Es evidente que el presidente quiere lucirse. Desea darle gusto a los que en justicia lo merezcan, sólo que no es fácil encontrarle financiación a tantas necesidades. El Banco de la República registra una desaceleración que se manifestaría con un crecimiento pobretongo de 0,7 % en el 2023.

No sabemos de qué magnitud es el dolor que producirán la reforma tributaria en curso y las otras modificaciones de fondo: la agraria, la de salud y el Plan Nacional de Desarrollo, elaborado con la ciudadanía. Queremos una movilización popular, que la población pueda participar en todo el país, concluyó el presidente.

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Lo que sí justifica la felicidad del presidente es el espaldarazo de los Estados Unidos a su política de paz total y al reconocimiento de que la guerra contra el narcotráfico merece una revisión, lo que ellos denominan una aproximación comprensiva holística a este desafío. Y como si fuera poco, el “imperio” respeta la soberanía de Colombia en su decisión de renovar las relaciones diplomáticas con Venezuela y en la nueva política de extradición. No habíamos mostrado una actitud de este tenor, tomar la iniciativa en la relación con los Estados Unidos. Este si es el cambio.

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