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Salvatore Mancuso: “La paz total es posible”

El exjefe de las Autodefensas Unidas de Colombia, extraditado a Estados Unidos por narcotráfico, ofreció una entrevista desde la cárcel

Salvatore Mancuso
Salvatore Mancuso, exjefe paramilitar colombiano.

Este viernes los exparamilitares Salvatore Mancuso Gómez, Edgar Ignacio Fierro Flórez y José Gregorio Mangones Lugo, desmovilizados de las extintas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), harán en Barranquilla un acto de reconocimiento de responsabilidad y solicitud pública de perdón. Ese evento es una medida pensada para favorecer a las 1.750 víctimas de las AUC reconocidas en una sentencia del 20 de noviembre de 2014 de la sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá.

En mayo de 2008 el entonces presidente Álvaro Uribe, en una decisión sin precedentes, extraditó a 14 jefes de las AUC a Estados Unidos. Aunque en 2005 había firmado una negociación en la que el Estado se comprometía a no extraditarlos, el Gobierno alegó que seguían delinquiendo y eso le relevaba de su obligación. En ese entonces Vanessa De la Torre era corresponsal de La W en Washington y cubrió todo ese proceso. Casi 15 años después, ya como periodista de Caracol Radio, le hace esta entrevista a la cabeza de esos jefes, Salvatore Mancuso, quien le habló desde la cárcel en la que espera su extradición a Colombia o a Italia.

Pregunta. Señor Mancuso, cuéntele al país qué es lo que les quiere decir a las víctimas

Respuesta. Buenos días. El encuentro del viernes, lastimosamente virtual, será con cientos de víctimas que esperan de mí y de quienes estuvieron bajo mi mando un pedido de perdón, unas expresiones sinceras de arrepentimiento público y un compromiso de que nada de eso se va a repetir nunca más. Todas son víctimas mías, de mi actuar durante el conflicto armado, de los bloques de autodefensas que comandé en Córdoba, Sucre, Bolívar, Atlántico, Magdalena, Cesar, Guajira y Norte de Santander.

P. Después de ver los daños que las AUC les ocasionaron a miles de familias, ¿les ha podido pedir perdón a las víctimas?

R. A miles. Llevo 16 años pidiéndoles perdón, expresándoles mi arrepentimiento sincero y mi compromiso de no repetición. 16 años de audiencias y actos de reconocimiento de responsabilidades, para que mis víctimas sean reconocidas como tal y puedan ser reparadas. Diligencias de todo tipo, incluso acciones voluntarias como mi comparecencia ante la Comisión de la Verdad o los encuentros con las comunidades que afectamos, entre ellas las comunidades étnicas. Eso respondió a mi convicción de buscar todos los espacios posibles para expresarle a las víctimas toda la vergüenza y el arrepentimiento que me produce lo ocurrido y cómo evitar que vuelva a suceder.

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P. Usted fue un actor fundamental en la historia de la guerra en Colombia. 20 años después ¿para qué sirve esa experiencia, cómo la puede aplicar? Pero, sobre todo ¿qué reflexiones le deja?

R. Muchas reflexiones. Son 16 largos años en esta celda fría, oscura y aislada, en un ambiente pesado en el que cada cual carga con sus condenas, un ambiente muchas veces deshumanizado. Son años conviviendo con la soledad, con el peso de la conciencia. Pienso en las vidas que se llevó esta guerra, en cómo y por qué llegamos a semejante barbarie, en los sueños truncados, incluidos los nuestros, y en los años perdidos.

P. Usted ha pagado 16 años en una situación muy compleja, ¿cómo piensa reparar ese dolor?

R. Cuando tomé la decisión de vida de ponerle fin a mi participación en el conflicto armado, liderar junto a otros compañeros un proceso político de paz y deponer las armas, fue justamente porque empezamos a pensar en las heridas y los daños que habíamos dejado. Luego uno piensa en las causas, en el momento en el que el camino se trunca y termina metido en esta vorágine. Empiezas a ver pasar la vida, a ver los hijos crecer a la distancia. Muchas veces he pensado en todo lo que puedo hacer para reparar el daño, para trabajar por las comunidades y los territorios que alguna vez controlamos. Con mi familia en otro lado, cada uno compartiendo un trozo de una misma tragedia que no nos deja vivir en paz.

P. ¿Por qué las víctimas deberían creerle? ¿Hasta dónde llega su disposición para decirla la verdad?

R. Mi disposición para pedirles perdón es total y absoluta, con humildad y convicción. No he parado de participar en eventos civiles de personas que perdieron a sus seres queridos, sus tierras, sus bienes, su dignidad. Tengo la sensación de que se acerca el final de todo este proceso, un final que represente para ellas un reconocimiento dignificante y para nosotros la oportunidad de volver a ser recibidos en la sociedad.

P. Lo que está buscando Petro con lo que llama la paz total es que se acabe la guerra en Colombia. ¿Qué piensa de ese proceso? Desde su experiencia ¿qué tendría para aportar?

R. Estoy convencido de que la paz total es posible. Estamos comprometidos con ella, con un respaldo abierto y público al enfoque de la paz integral, de la justicia restaurativa, de una transición con la verdad por delante como lo venimos haciendo. Soy consciente que nada devolverá los seres queridos a las víctimas, ni a mí la tranquilidad plena. Una vez ocurren los hechos que ponen a unos en el lugar de víctimas y a otros en el de victimarios, se crea un vínculo trágico que nos acompaña el resto de nuestras vidas. Sin embargo veo la posibilidad de que todos tengamos una segunda oportunidad y que muchos tenemos por aportarle a la paz total.

P. ¿Qué pasó con el proceso de paz entre el gobierno colombiano y las AUC? ¿Fue real?

R. Cuando iniciamos la negociación con el Gobierno de Álvaro Uribe estábamos en el momento de mayor fortaleza político-militar. Teníamos capacidad operativa y control territorial, ejercíamos como Estado de facto, controlábamos gran parte del Congreso de la República y le estábamos ganando la guerra a las FARC. Tomamos la decisión de negociar de manera voluntaria. Dejamos las armas porque entendímos que esa máquina de guerra estaba desangrando al país.

A diferencia de las FARC, que llegaron militarmente derrotadas a La Habana, llegamos con plena capacidad a la negociación de Ralito. Sin embargo, una vez firmado el acuerdo y dejadas las armas, el Gobierno de Uribe nos engañó. Nos impuso un sistema de justicia en términos que no se habían acordado y extraditó a los máximos comandantes y voceros. El resultado fue el rearme de una gran parte de esos muchachos, que se dieron cuenta de que esa negociación era un entrampamiento. El fenómeno de violencias emergentes y organizaciones como las Autodefensas Gaitanistas es el resultado directo de ese incumplimiento, del abandono del Estado, de la extradición de quienes debíamos velar por la reincorporación de los excombatientes.

Se lo digo de otra manera: Otoniel, que fue extraditado; o Chiquito Malo y otros comandantes actuales de esas organizaciones, fueron comandantes subalternos míos o de otros excomandantes que siguen compareciendo ante Justicia y Paz o han sido extraditados. Ellos, los que están en armas, ¿qué ven? Ven a sus antiguos mandos en procesos judiciales eternos, privados de la libertad, sin condenas en firme, penas extinguidas ni garantías procesales. Extraditados, perseguidos políticamente, al igual que nuestros familiares y amigos.

Hay fiscales politizados pasando cuentas de cobro a manera de retaliación por las verdades que hemos contado, que involucran, entre otras, la responsabilidad del Estado. Por lo tanto, creo que hay una gran oportunidad para hacer las paces, pero para ello el Gobierno debe comprender las violencias que azotan el Catatumbo, el Cauca, todo el Pacífico colombiano o el Urabá. Debe comprender las dinámicas y los órdenes sociales que creamos en esas regiones, así como los factores de persistencia de la violencia. ¿Usted se imagina o puede cuantificar los muertos que nos hubiéramos ahorrado si el Estado les hubiese brindado una oportunidad a esos muchachos que hoy fungen como comandantes? ¿O el dinero que podríamos dedicar a desarrollar esas regiones, que hoy se gasta en gasolina y municiones para helicópteros?

No repitamos la historia, no repitamos los errores. Nosotros somos el ejemplo de lo que no puede volver a suceder en desmovilización, reincorporación y paz territorial.

P. El Gobierno de Uribe los extradita porque decía que no cumplieron con los acuerdos ¿por qué creer que esta vez puede ser distinto?

R. Acá hay un grupo de excomandantes de las Autodefensas, que estructuramos ese proyecto armado político y social, que luego con el Gobierno con garantes internacionales como la OEA. Nuestra experiencia en el conflicto , en la creación y establecimiento de nuevos órdenes sociales, así como nuestra experiencia en todo el proceso de negociación, está a disposición del Gobierno si considera que dicha experiencia puede ayudar a lograr esa paz total.

Estas últimas semanas he estado pensando en lo paradójica que es la vida. Tuvo que venir un gobierno de izquierda, que en su momento identificamos como enemigo, a crear las condiciones de esa paz tan esquiva, a tendernos la mano y, creo yo, a abrirnos un lugar para trabajar en pro de alcanzar la paz total.

Todo esto luego de años en los que quienes se beneficiaron de las Autodefensas se lucraron y acumularon poder. Intentaron callarnos por todos los medios y convertirnos en parias sin derechos políticos, con un proceso judicial del que no hay certeza que podamos concluirlo en los próximos 30 años, si es que seguimos vivos. Un proceso en el que a pesar de haber cumplido la pena máxima y el periodo de prueba, se nos niega la libertad. Eso no solo viola los derechos fundamentales de las víctimas, sino también los nuestros.

Más que una paradoja, es una lección de vida, por lo que hay que reconocerle al presidente Petro su gallardía y su actitud de estadista. Es un presidente que está cumpliendo con sus promesas de campaña.

P. Volviendo al tema de paz total, ¿cómo ven los exintegrantes de las AUC este proceso?

R. La paz total no deja margen de error, no tiene un final opcional, no tiene término medio. Es una apuesta en la que el presidente pone todas sus basas, o se gana todo o se pierde todo. Esa totalidad supone llevar a cabo negociaciones en paralelo, conversaciones múltiples y descentralizadas, acuerdos a varias bandas, un tema muy complejo pero posible. Todos los que alguna vez participamos en la confrontación armada, política y social de Colombia podemos aportar para esa tarea. Si el Gobierno quiere llamarnos para cualquier labor encaminada a alcanzar la paz total, estamos dispuestos a aportarlo todo. Este mensaje lo expresamos a través de una carta que firmamos varios de esos excomandantes que hoy, después de años de distancia, nos volvimos a juntar parar ponernos al servicio de la paz.

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