María Elvira Samper: “A Petro hay que darle un compás de espera”
La veterana periodista revisa el legado de la presidencia de Iván Duque y las perspectivas con las que inicia la de Gustavo Petro. “Acá no necesitamos mesías. Uribe no nos salvó, y Petro no nos va a salvar”, advierte
María Elvira Samper, veterana periodista colombiana, acaba de lanzar el libro Extradición, que revisa los 40 años de guerra contra las drogas que han marcado ese período. Ella, filósofa y politóloga, salió del programa de la mañana de RCN Radio en enero, tras 12 años como voz de análisis cotidiano. Su trayectoria en cargos de dirección editorial en medios como la revista Semana, el Noticiero de las 7, el Noticiero QAP o la revista Cambio la han convertido en testigo de privilegio de la historia reciente de Colombia. Samper recibe a EL PAÍS en su casa a días de que se inicie el primer gobierno netamente de izquierda en 200 años de vida independiente del país sudamericano.
Pregunta. La posesión de Gustavo Petro es un hito histórico ¿Por qué cree que finalmente ganó un candidato de izquierda?
Respuesta. Petro no hubiera sido elegido presidente si no hubiera habido acuerdo con las Farc, porque la izquierda en Colombia era asociada con la izquierda armada. Su victoria también fue posible por el fracaso del Gobierno Duque de sintonizarse con la opinión.
En cambio, Petro viene hablando de lo ambiental desde hace mucho tiempo e interpretó lo que estaba sucediendo en movimientos como los del paro o el movimiento estudiantil, con un montón de situaciones que venían de atrás. Creo que su activo es haber logrado crear empatía con sectores de población tradicionalmente marginados y frente a los cuales hay una gran deuda. Ahora, es de izquierda moderada.
P. ¿Cómo ve el Gobierno de Iván Duque?
R. Intentó gobernar sin mermelada [cuotas burocráticas a otros partidos] pero no se puede, eso es utópico. Tiene que haber acuerdos políticos, se necesita unión. Luego terminó dando puestos pero no hizo acuerdos, su idea de hacer una conversación nacional terminó en nada.
Teníamos esperanzas de que hubiera sido moderado, como se presentó en campaña y en su discurso de posesión, pero se fue radicalizando, y se concentró en la agenda de su partido, aunque dentro de su partido tuvo opositores como la senadora María Fernanda Cabal y otros del ala más dura, como Rafael Nieto.
P. ¿Y cómo entra Petro en ese cambio?
R. Me parece que se ha moderado, y yo creo que no solamente por pragmatismo sino por realismo. Creo que tiene que darse cuenta que encuentra una situación económica compleja, con un déficit fiscal muy alto, y que para colmar algunas de las expectativas que creó durante la campaña tiene que establecer prioridades.
P. La ministra de Salud dice que hay que liquidar 13 EPS ¿las otras pueden recibir a esos cinco o seis millones de usuarios? ¿Es realizable todo lo que plantea Petro?
R. Me da esperanza las declaraciones del ministro de Hacienda cuando dice “no voy a hacer locuras ni voy a dejar hacer locuras”. En este gabinete hay unos muy alineados con Petro, pero también con muchos más quilates que el gabinete de Duque, porque es que uno no puede gobernar solamente con los amigos de pupitre o con los amigos íntimos, como hizo Duque.
Con Petro me preocupa que tiene esa cosa megalómana y narcisista de que él la sabe todo, y tiene que aterrizar. Espero que haya aprendido las lecciones, que se deje asesorar y que tenga gente que le pueda decir “no, eso no lo podemos hacer por esto y por esto y por esto”.
La otra duda es cuándo le durarán estos ministros. Ocampo ya sabemos que es de corta duración, porque tiene una licencia de Columbia y él lo advirtió, esperamos que en esa corta licencia puede hacer lo que se necesite y que Petro pueda hacer entender a la gente que eso es lo que se necesita.
Y otra pregunta es sobre el Partido Liberal, un socio muy fuerte para el Pacto Histórico pero no sé si va a apoyar a Petro en todo. Es uno de los muchos interrogantes abiertos que se irán despejando en los primeros 100 días. Con todo eso creo que tenemos que esperar con calma.
P. ¿Hay tendencias que vea claras?
Eso sí, ya me impresiona el pragmatismo que se ha hecho muy evidente con Roy Barreras, abrazándose con el Partido Conservador. Y veo a [el líder ganadero] Lafaurie diciendo que sí está dispuesto a una reforma agraria que fue frustrada por el Partido Conservador con el Pacto de Chicoral en 1971. Acá ha habido unas élites absolutamente defensoras de sus pequeños feudos, hay una concentración de la tierra que es escandalosa, hay una cantidad de arbitrariedades y desigualdades que hay que corregir.
Me acuerdo del discurso de Fabio Valencia Cossio inauguró el Congreso en 1998 que dijo “o cambiamos o nos cambian”, y van casi 25 años y solo ahora cambiaron. Este Congreso que tiene el 60% de renovación es un cambio con muchos que no saben la mecánica del Congreso y con unos aviones [avivatos] que vienen de atrás, que precisamente están apoyando a Petro. Me pregunto a la hora de la hora sí le van a marchar a sus propuestas ambiciosas, eso está por contestar.
P. Ha prometido pronto presentar varias reformas
R. Como una reforma política en la que están empezando por decir que los congresistas van a bajarse los salarios y las vacaciones, pero eso es para que la galería aplauda. Lo que hay que reformar son los partidos para que tengan democracia interna, para que hagan listas cerradas, por ejemplo.
Aunque la prueba ácida será la reforma tributaria, que es la que necesita sí o sí. Y vienen los diálogos con el ELN y la paz total como propuestas, que parece que todavía falta por madurar.
El gran reto político de Petro es que tiene que hacer de equilibrista. Como dijo su ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, necesita hacer las reformas de mano de los ricos sin frustrar todas las esperanzas expectativas creadas durante la campaña. Una cosa es estar en campaña y otra cosa es sentarse en el despacho de la Casa de Nariño. Espero que de la clave en su discurso de posesión.
P. ¿Y le parece que no ha dado esa clave?
R. No. Uno de los problemas que ha habido en estos días es que hay mucha gente hablando mucho: la ministra de Agricultura dice una cosa y el director de la DIAN dice otra, la ministra de salud y el ministro de educación. ¿Y Petro, dónde está? ¿Por qué no los ha callado? ¿Los está dejando hablar como mandando mensajes a ver cómo reacciona la opinión?
P. ¿Alguna declaración le ha parecido particularmente preocupante?
R. Varias. Por ejemplo, la ministra de Agricultura anunció que el Gobierno va a comprar las tierras productivas pero ¿cuáles son los criterios para definir cuáles? ¿Tienen la plata para comprar todo eso?
O el nombramiento de Iván Velásquez en el Ministerio de Defensa ¿cómo va a construir confianza con la fuerza pública? Es un nombramiento provocador porque el uribismo lo declaró como enemigo, lo persiguió y le tocó irse dice el país. Al mismo tiempo es un nombramiento muy audaz porque llega con un mensaje anticorrupción cuando hay grandes escándalos de corrupción en ejército, y un mensaje de derechos humanos cuando hay grandes violaciones de derechos humanos en el ejército.
La gente dice que el lío es que no sabe de defensa, pero los ministros anteriores tampoco y no es un problema porque el ministro de Defensa no es operativo, es administrativo y político, para establecer la relación. Debe buscar garantías de que un operativo se lleve a cabo de acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario y otros reglamentos, pero no dirigen un operativo.
Por eso, más que operacional, su reto es construir confianza y que el generalato entienda que la legitimidad se gana cuando ellos reconocen errores o violaciones de los derechos humanos.
Las entrevistas que ha dado Velásquez están bien, con un discurso de no llegar a vengarse de nadie. Me parece que las declaraciones son súper sensatas y creo en su pulcritud, pero me parece que sí entra en reverso.
Ahora, me parece positivo que haya hecho las comisiones de empalme, que hasta donde uno ve han sido cordiales. Que no pase como con el Gobierno de Duque, que nunca cerraron el espejo retrovisor y todo sigue siendo culpa de Juan Manuel Santos.
P. ¿Y cómo ve a la oposición uribista en eso? El espejo retrovisor lo usaron ellos
R. A mí me parece que es indispensable que haya oposición, pero ojalá inteligente y razonable, como dice Miguel Uribe. Creo que nos tenemos que calmar. Aunque la mitad del país no está de acuerdo con Petro, hay que darle un compás de espera.
Entiendo que el Centro Democrático no va a bajar la guardia, aunque algunos se han pronunciado un poco más moderadamente contra él, pero a los más mediáticos se ve que están con la ametralladora puesta. Están en minoría, pero seguramente en la medida que esto avance van a estar de acuerdo con algunas cosas.
Creo que debemos tomar goticas de valeriana y con la esperanza de que funcione. Es que tiene que funcionar, porque aquí hay una olla hirviendo. Petro tiene razón en muchas cosas de lo que dice: este es un país inequitativo, con una pobreza tremenda, con concentración de la tierra enorme.
Es un país poco empático en el que, digamos, en las ciudades se preocupan por si les roban el celular y les importa un pito lo que pasa en la periferia, donde la gente está sufriendo todas las violencias cruzadas. En la ciudad no importa eso hasta que nos respiren en la nuca, como cuando cerca de Bogotá secuestraba Romaña.
P. Es un panorama difícil y un reto para cualquier presidente.
R. Que además necesita resultados ya, y para lograrlos hay que hacer diseñar estrategias diferenciadas por regiones, porque no es lo mismo lo que pasa en el Catatumbo que lo que pasa en Arauca o en La Guajira.
P. Esa mirada territorial es la que tiene el nuevo Gobierno con los diálogos regionales.
R. Sí. Hay que ir a la gente, me parece que ese planteamiento desde las regiones y conversar con las comunidades es fundamental.
Pero me parece que desdice un poco de eso que Petro haya dejado plantados a los alcaldes: vinieron a Bogotá 800 alcaldes o 500 alcaldes y uno no entiende por qué, si estamos hablando de desarrollo desde las regiones, cómo no los atiende. Una gran descachada.
P. Usted escribió un libro sobre 1989, un año fatídico para Colombia. ¿Qué tan cerca estamos a que pase algo como lo de entonces, cuando había bombas en las ciudades, masacres masivas en regiones como Urabá, asesinato de tres candidatos presidenciales?
R. Me parece que la violencia sigue siendo un instrumento privilegiado de resolver problemas. Aunque no de los niveles de ese momento, cuando había guerra entre los cárteles de Cali y Medellín, y con el Estado.
P. ¿Ve bien encaminado al nuevo Gobierno, en términos de evitar que volvamos a una violencia como la de entonces?
R. Hablan de sometimiento a la justicia pero ¿se puede comparar el Clan del Golfo con los de antes? Yo no sé porque el Clan tiene relaciones con los cárteles mexicanos, y ahí habría una diferencia. Además, hacen outsourcing de violencia con bandas criminales y matar o capturar a sus cabecillas: Duque dijo que se acababa el Clan con la extradición de Otoniel y la respuesta fue un paro armado cuatro días.
P. ¿El Clan está vinculado a terratenientes como lo fueron los paras?
R. Pues ya vimos denuncias contra generales que tienen acuerdos y con empresarios de la tierra, digámoslo así. Eso es muy difícil, porque es que la capacidad de corrupción del narcotráfico es muy grande, que es otra continuidad. Es que es como el dinosaurio Monterroso: “el narcotráfico seguía ahí”.
Me parece que Petro desde hace tanto está dando puntadas en cambiar el paradigma prohibicionista, porque está absolutamente evidenciado que la lucha contra las drogas es un fracaso.
Pero a la vez el Clan aspira a justicia transicional, y el Gobierno parece coger por ese lado. Yo creo que eso no puede ser: tiene que ser un sometimiento a la justicia, se tiene que ir con pies de plomo, no se puede repetir lo de las AUC. Esto es una cosa muy enredada.
P. ¿Y la negociación con el ELN, la otra cara de la moneda?
R. Es muy complejo. En la época de Uribe hubo ocho o nueve rondas en La Habana y estuvo el acuerdo casi listo. Ya cuando estaba el pan a punto de meterse al horno, Nicolás García se negó. Cada frente es una rueda suelta, entonces tiene sentido los diálogos regionales. Pero ¿cómo articular lo regional con lo nacional? Son grandes retos.
P. A eso sumemos otro factor clave, del que habla su reciente libro La Extradición. ¿Qué hacer con Estados Unidos y la guerra contra las drogas?
R. Creo que hay que hacer algo como lo que logró en su momento César Gaviria, que logró diferenciar entre narcotráfico y narcoterrorismo para tener un margen de maniobra y hacer una política de sometimiento. Cuestionada, sí, pero se entregaron los Ochoa y se redujo la violencia.
Además ahora les toca quedarse callados porque hay como 18 estados que permiten la marihuana medicinal e incluso recreativa. Podemos aprovechar para salirnos un poco del paradigma prohibicionista, como ya lo logró Uruguay. O como Evo Morales, que logró que le permitieran el mambeo con la hoja de coca, porque la hoja es distinta a la cocaína.
Ahora hay ahora algunos proponiendo que ir en esa dirección para regular el consumo de coca y desarrollar una industria de la coca con las flores, por ejemplo. Pero ¿se pueden legalizar todos los cultivos? Porque hay cultivos de pequeños campesinos que no tienen otra alternativa y otros cultivos más grandes que están controlados.
Entonces, de nuevo, creo que ahí el reto es hacer un diagnóstico más sofisticado, regional, con estrategias diferenciadas. La pregunta es ¿por qué no aprovechamos eso? Se pueden hacer pilotos para ir poco a poco avanzando, pero creo que el gobierno tiene que asesorarse muy bien, hablar menos y masticar más cualquier propuesta antes de lanzarla. Todo eso eso requiere que todos empecemos a ver esto con matices.
P. ¿Está esperanzada o angustiada?
R. Yo soy más de signos de interrogación. Creo que con Petro esto no se convertirá en un paraíso, como no lo fue con este Gobierno. Me parece que hay unas puntadas positivas porque están aceptando que hay unas cosas buenas que hay que seguir, eso está bien y eso me da esperanzas. La pregunta es qué va a pasar con Petro ya en la silla presidencial.
No porque esto vaya a ser Venezuela, que no podemos ser por dos razones principales: no tenemos los recursos del petróleo que tuvo Chávez y el poder real lo tienen los militares que en muchos casos siguen con la mirada del enemigo interno, así que Petro no los va a controlar fácil.
Claro, tienen que cambiar, todos tenemos que hacerlo. Como decía el Padre De Roux, tenemos que desactivar el modo guerra y yo diría que tenemos que activar el modo avión a ver si volamos y miramos hacia adelante para no estrellarnos. Acá no necesitamos mesías. Uribe no nos salvó, y Petro no nos va a salvar, pero hay que echar pa’lante.
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