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Muere en EE UU Gilberto Rodríguez Orejuela, el jefe del cartel de Cali

El mayor de los hermanos Rodríguez Orejuela había sido el ‘narco’ de mayor jerarquía jamás extraditado por Colombia

Santiago Torrado
Gilberto Rodríguez Orejuela
Gilberto Rodríguez Orejuela, escoltado por soldados colombianos, antes de abordar el avión que lo llevó a EE UU en 2004.

El narcotraficante Gilberto Rodríguez Orejuela, uno de los grandes capos colombianos del cartel de Cali que se enfrentó a Pablo Escobar, ha muerto en un hospital de Carolina del Norte después de pasar casi 20 años en una cárcel estadounidense. “Mi padre falleció en la madrugada de hoy”, le confirmó este miércoles una de sus hijas, Alexandra Rodríguez, a Caracol Radio. El Ajedrecista, según su alias más conocido, de 83 años, había sido extraditado en 2004, después de haber sido capturado en Colombia en 1995.

Rodríguez Orejuela, quien sufría un cáncer, había sido trasladado hace un mes al centro médico por su grave estado de salud y al parecer falleció por problemas cardiacos, según informa la prensa colombiana. Junto a su hermano Miguel, quien también se encuentra en una prisión norteamericana, fue la cabeza del cartel de Cali. Los hermanos Rodríguez Orejuela llegaron a ser los narcotraficantes más poderosos del mundo, en competencia con el fallecido Pablo Escobar, al frente del cartel de Medellín.

Cuando fue entregado a Estados Unidos en diciembre de 2004, en un vuelo de madrugada de Bogotá a Miami, Gilberto Rodríguez Orejuela se convirtió en el mayor capo de la mafia jamás extraditado por Colombia. Las imágenes que los mostraban fuertemente escoltado, esposado y con un chaleco antibalas, pasaron a ser una postal de la larga lucha contra el narcotráfico en el mayor productor de hoja de coca en el mundo. Su hermano Miguel siguió sus pasos pocas semanas después, a comienzos de 2005. Hasta entonces, los máximos capos que había extraditado Bogotá habían sido Carlos Ledher y Fabio Ochoa, mandos de segundo nivel en el cartel de Medellín.

Los dos hermanos Rodríguez Orejuela libraron durante largos años una batalla jurídica para intentar impedir su extradición. Siempre creyeron que contaban con la carta bajo la manga de haber colaborado en la persecución de Pablo Escobar, su gran enemigo, quien murió a tiros sobre un tejado en diciembre de 1993, y que eso de alguna manera les evitaría acabar sus días en Estados Unidos. Las autoridades norteamericanas aseguraban tener pruebas de que Gilberto y Miguel nunca dejaron el narcotráfico y manejaban sus negocios desde la prisión. Según la DEA, entre los Rodríguez Orejuela con el cartel de Cali y Escobar con el de Medellín fueron responsables del 80% de la cocaína que ingresó entre 1984 y 1990 a Estados Unidos.

Eran los años en que el narcotráfico permeaba sin freno a la sociedad colombiana, lo que provocó un enfrentamiento con el Estado en el que los capos decían preferir una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos. Ante el terrorismo desatado principalmente por el cartel de Medellín, el presidente Virgilio Barco (1986-1990) “respondió con una guerra total contra el narcotráfico, en la que trató de presentar a Colombia ante la opinión mundial como una víctima de un negocio global, que no podría resolverse sin la colaboración de todos los países, consumidores y productores”, escribe Jorge Orlando Melo en su celebrada Historia mínima de Colombia. La extradición fue desde entonces tanto un motivo de disputas jurídicas y políticas como una herramienta de presión.

Los hermanos Rodríguez Orejuela también fueron protagonistas de primera línea en el escándalo político por el ingreso de dineros del narcotráfico a la campaña que llevó a la Presidencia a Ernesto Samper en 1994. “A pesar de que Samper sostuvo que ese apoyo fue a ‘sus espaldas’, lo que fue aceptado por el Congreso que lo juzgó, y enfrentó con fuerza a los traficantes de Cali, el Gobierno estadounidense no confiaba en él y muchos sectores locales se unieron para buscar su retiro”, escribe Melo con la mirada del historiador. Los jefes del cartel de Cali fueron capturados durante ese mismo Gobierno, y posteriormente extraditados en el de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010). Los Rodríguez Orejuela habían dicho el año pasado que quisieran comparecer ante la Comisión de la Verdad surgida del acuerdo de paz con la extinta guerrilla de las FARC, y en una carta deslizaron que habían financiado no solo la campaña de Samper, sino también la del expresidente Andrés Pastrana (1998-2002).

Al igual que Medellín, Cali sufrió a finales del siglo pasado el estigma del narcotráfico y su profunda penetración incluso alcanzó al fútbol. Los Rodríguez Orejuela se hicieron con el control del América de Cali en 1979, una sombra que se alargó por décadas. Esos dineros ilícitos permitieron contrataciones estelares que llevaron al América a dominar la Copa Libertadores en los años 80, aunque sin llegar a ganar el trofeo. No era ningún secreto. En un recordado episodio, Anthony El pitufo de Ávila, un ídolo americano, llegó a dedicar un gol clave con la selección colombiana en las eliminatorias a Francia 98 a “unas personas que están privadas de la libertad…Gilberto y Miguel”.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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