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reino unido

Un insecto o un voto

Las Islas Británicas han perdido en solo dos décadas más de la mitad de sus abejas

Reino Unido ha perdido en solo dos décadas más de la mitad de sus colonias de abejas y está al borde de sentenciar la extinción de la abeja de miel silvestre, destinada a engrosar la nómina de una veintena de especies desaparecidas en el último siglo. Desde los granjeros que se benefician de los efectos de una polinización “gratuita” hasta los grupos ecologistas, todos están en alerta ante ese fenómeno, aunque el modo de encararlo les divide tanto como a la comunidad científica. El uso de pesticidas e insecticidas en los cultivos está en el centro del debate.

Un reciente estudio de la Comisión Europea apunta a las islas británicas como el segundo territorio europeo con mayor tasa de mortandad de esos insectos, aunque el hecho de que se circunscribiera al periodo invernal 2012-2013, inusualmente frío y largo, ha restado para algunos expertos relieve a ese dato.

Los medioambientalistas tienen en contra al propio Gobierno conservador británico, que intentó abortar la directriz europea de prohibir los pesticidas 

Las asociaciones verdes y un destacado sector de los expertos británicos en biodiversidad critican que la radiografía de Bruselas no cite ni contemple la incidencia en la desaparición de las abejas del empleo de pesticidas e insecticidas en la actividad agrícola, considerada una de las principales causas de mortandad junto al auge de los monocultivos, especialmente de la colza, y el desarrollo urbanístico. Denuncian que la Unión Europea zanjó el pasado año el asunto y eludió un verdadero debate, decretando una moratoria que entró en vigor en diciembre para restringir solo el uso de un determinado producto químico, los neonicotinoides, en las áreas de cultivo comunitarias. Acogen esa prohibición, avalada por una treintena de estudios sobre los vínculos entre los neonicotinoides y la disminución del número de abejas, pero les parece más que insuficiente.

Los medioambientalistas tienen en contra al propio Gobierno conservador británico de David Cameron, que intentó abortar sin éxito la directriz europea, argumentando una falta de evidencia científica que la avalara. Los agricultores británicos componen un nicho de votos esencial para los tories en el sur de las islas. Ellos esgrimen que el veto a los neonicotinoides les forzará al uso de pesticidas más antiguos y nocivos para sus cultivos y otras especies.

Muchos ecologistas y científicos les dan la razón en ese punto, aunque sus demandas para que el Gobierno ataje el creciente recurso a otras sustancias químicas en el mundo agrícola acabe convirtiéndolos en antagonistas de los granjeros. En Reino Unido, casi todo el mundo detecta el problema del declive de las abejas y de su impacto en el ecosistema, pero pocos están dispuestos a arriesgar soluciones.

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