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Estrena ropa usada

El ahorro y el consumo responsable impulsan el negocio de segunda mano España se suma a esta moda décadas después que otros países europeos

Elisa Silió
Almacén de Percentil, empresa que vende ropa de segunda mano para niños.
Almacén de Percentil, empresa que vende ropa de segunda mano para niños. CARLOS ROSILLO

Comprar ropa usada en el Camden Market londinense o en las pequeñas tiendas de segunda mano del East Village neoyorquino ha sido uno de los entretenimientos favoritos de muchos turistas españoles desde principios de los ochenta. Sin embargo, hacerlo en España era visto como un signo de pobreza. Una percepción que ha ido cambiando a lo largo de los últimos años, de la mano de la crisis (el ahorro ronda el 75%) y de una creciente concienciación de los ciudadanos que, cada vez más, apuestan por la segunda mano como opción de consumo responsable y menos contaminante.

La ropa reciclada empieza a convertirse en una alternativa más de consumo, carente de cualquier estigma, y en un floreciente negocio para algunos emprendedores. Lo saben bien los dueños de Percentil.com, una tienda online de ropa infantil que nació hace apenas un año y ya cuenta con 25 empleados que han gestionado unas 130.000 prendas.

Percentil.com y Parabebes.com, un portal de compraventa de productos usados y servicios, encuestaron este verano a 1.899 padres sobre la compra de artículos de segunda mano. Un 36% de las familias —muchas más de lo que imaginaban— habían adquirido productos usados para sus hijos en alguna ocasión. Otro 40% aseguró que compraría si existiesen garantías de calidad y se pudiesen devolver las prendas defectuosas. La mitad de quienes mercaban abogó por el consumo responsable y el respeto medioambiental, y aseguró “presumir” de comprar de segunda mano. De ahí que los promotores de ambas firmas estén convencidos de que su negocio seguirá floreciendo aunque la economía se recupere.

En España solo se reutiliza entre un 10% y un 20% de las prendas

“Es una cuestión de actitud. En Francia o Bélgica hay una tienda en cada esquina. Aquí es cuestión de tiempo”, afirma Bernard Maurice, dueño de KiloRopa. La empresa, que abrió sus puertas en octubre de 2011, cuenta con 10 tiendas repartidas por España en las que se vende al peso y lo que se desecha se convierte en material para moquetas. Saben de lo que hablan porque ya tienen 19 boutiques en Francia y otras tantas en Reino Unido, Japón y Grecia. “Se pone en contacto mucha gente que quiere tener la franquicia. Y aceptamos a pocos. Hay que entender el negocio”, asegura Maurice.

Aunque esta conciencia social no cala por igual entre todos los públicos. “La crisis ha hecho que personas de toda condición social recurran a tiendas como la mía para proveerse de ropa a precios sumamente bajos. Tenemos que hacerlo así porque ya existen muchas tiendas de ropa nueva con precios tirados, sin dejar de lado a los chinos, que son otra cosa en cuanto a calidad”, señala Noemí Logroño, propietaria de Figure, una tienda situada en un barrio de clase alta de Madrid. “Procuramos romper esos prejuicios mostrando prendas en perfecto estado, de firmas reconocidas y a precios tentadores”, continúa. Crecen las ventas y las personas que quieren deshacerse de esas prendas guardadas en el armario durante años y que nunca terminan de ponerse. Ellos las compran, las catalogan por temporada y talla y las limpian antes de ponerlas a la venta. En Figure se quedan con el 50% de la venta (40% en las pieles) y la otra mitad es para el cliente, que a los tres meses vuelve por la tienda para cobrar lo vendido y retirar lo que nadie se ha llevado. Prendas que posiblemente terminen en la basura.

Una normativa de 2011 establece que, en 2020, la mitad de los residuos textiles (medidos en peso) tendrá que reciclarse. Un objetivo que está lejos de conseguirse. “Se reutiliza solo entre un 10% y un 20% de la ropa”, se lamenta Rubén González, de la organización Humana. Esta ONG recogió el año pasado 18.182 toneladas de textil usado mediante 5.000 contenedores. La cantidad parece enorme, pero no lo es. El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente pretende concienciar a los ciudadanos sobre la necesidad de potenciar el reciclaje, con la esperanza de que ello permita, además, crear nuevos puestos de trabajo en el sector de la recogida y tratamiento. Mientras las autoridades estudian cómo hacerlo, el sector privado toma posiciones firmes.

Los empresarios confían en que sus clientes les serán fieles tras la crisis

Daniel Bezares, cofundador de Percentil, comenzó a darle vueltas a la idea de crear su propio negocio al comprar un carrito gemelar de segunda mano. Y en esto llegó de Silicon Valley un antiguo socio que había visto en Estados Unidos el auge de estas compras alternativas. Hicieron, junto a su mujer Lourdes Ferrer, un estudio de mercado y el 85% de las madres sondeadas se mostraron dispuestas a comprar en un sitio web como el que les mostraron. “La gente dice preocuparse por el consumo responsable, pero cuando le tocan el bolsillo es otra cosa. Los productos eco y los que se preocupan del impacto social están posicionados como más caros que el resto, pero en la segunda mano te ahorras un 70% del precio y el consumidor está convencido de hacer un buen negocio. Además, presumen de ello”, sostiene Bezares.

Este exconsultor de ONG explica que su empresa se queda con la mitad de la ropa que reciben, un 10% la devuelven a sus dueños y el otro 40% acaba en manos de Cáritas. Ahora se plantean donar además a otras organizaciones y vender en Francia y Alemania. “Allí el poder adquisitivo es mayor y su compra media también. Por eso pensamos que cuando termine la crisis nuestros clientes seguirán siendo fieles. El 80% repite”, señala Bezares.

El Plan Nacional Integral de Residuos pretende que haya un punto de recogida selectiva de ropa por cada 3.000 personas. “El problema es que no hay distinción del textil del resto de residuos. Ahora se está elaborando un plan de reciclaje de residuos. Esperemos que no se quede en una simple voluntad porque lo pide Europa y se traduzca en políticas”, confía Laura Rubio, directora técnica de la Asociación Española de Recuperadores de la Economía Social y Solidaria (Aeress). “Habría que seleccionar las prendas por materiales —lana, algodón, lino— e investigar en qué se puede aplicar. Pero ello requiere financiación y estamos en crisis. Quizá el encarecimiento de las materias primas empuje a ello”, dice Rubio esperanzada. Medio Ambiente no ha respondido a EL PAÍS respecto a este problema. Los españoles son cada vez más conscientes de que los residuos —un 4% de ellos textiles, según el ministerio— son uno de los mayores problemas medioambientales. Cada ciudadano, según Aeress, consume unos nueve kilos de ropa al año, lo que genera 376.000 toneladas de restos textiles en todo el Estado. Aeress calcula que reciclar 100 toneladas de ropa supone no emitir 50 toneladas de dióxido de carbono. O lo que es lo mismo, ahorrar lo que gastan en energía al año ocho bloques de 10 familias o las emisiones anuales de 12 coches. La asociación lanzó la campaña Tira del hilo animando a los ciudadanos a reutilizar, pues casi toda la ropa tiene una vida útil mayor a la que se le otorga.

El Gobierno quiere que haya un punto de recogida cada 3.000 personas

La ONG Setem coordina, desde 1997, la campaña Ropa limpia, presente en 14 países, en colaboración con 250 asociaciones. Con ella se quiere concienciar sobre la falta de derechos laborales y los bajos salarios en los Estados productores de las materias primas y en las fábricas. “La gente ha empezado a plantearse el origen de la ropa que lleva después de que se derrumbara un taller textil en Bangladesh causando 1.100 muertos. Se hacen preguntas”, cuenta esperanzado Oskar Fernández, portavoz de la ONG. “Queremos que el consumidor sea crítico y responsable de lo que compra”.

Humana recoge ropa usada en sus 28 tiendas de segunda mano y en miles de contenedores repartidos por 800 localidades. Tras un proceso de selección envían el 12% a las tiendas para su reventa, el 32% se recicla —pasa a ser borra para tapicería o trapos industriales—, el 8% va al vertedero y el 48% se vende a minoristas en África a precios muy bajos. El dinero recaudado es empleado en proyectos educativos, sanitarios o de desarrollo rural. Rubén González, de Humana, responde a quienes les critican por vender prendas en África señalando que “hay estudios de Oxfam International que indican que si se dona la ropa puede terminar en manos de las mafias y de la otra forma contribuyes a reactivar la economía”.

Cada ciudadano consume unos nueve kilos de textil al año

Humana tiene que competir en España con un número creciente de contenedores ilegales. La Organización de Consumidores y Usuarios ha reclamado a los Ayuntamientos de las grandes ciudades que retiren todos los considerados piratas, recordando que su gestión “es un negocio en alza”. La OCU calcula que cada uno genera hasta 3.500 euros anuales, pero como las organizaciones colocan varios, sus ingresos pueden multiplicarse por 10 o por 20. Catorce de los 16 que examinó la organización en Madrid eran ilegales, aunque no siempre de asociaciones con mala fe.

En Aeress recuerdan que cada prenda tiene impacto ambiental y social. Por ejemplo, que fibras artificiales como el nailon derivan del petróleo, un recurso no renovable. O que el uso de fibras naturales (algodón, lino, seda) o animales (lana, piel, cueros) puede tener repercusiones por la utilización de abonos, pesticidas o tintes perjudiciales para la salud. Para reducir estos impactos la receta es sencilla: recuperar, revender, reutilizar. Una moda que, posiblemente, esté aquí para quedarse.

La moda muestra su cara verde

La industria de la moda se siente, cada vez más, obligada a demostrar su compromiso con el medio ambiente. A la cabeza está la cadena sueca H&M. “Una empresa del tamaño de la nuestra tiene el poder para cambiar las reglas del juego y es lo que hemos hecho durante estos años”, comentaba el pasado febrero en EL PAÍS Helena Helmersson, jefa de sostenibilidad de la firma. “Desde las reducciones de emisiones químicas que acometimos en 1995 hemos desarrollado muchas iniciativas. Aprendimos que la vía más eficiente es trabajar de forma conjunta con proveedores y Gobiernos. Es más sostenible mantener un diálogo con ellos que forzarles a adoptar ciertas políticas”. En el último ejercicio han aumentado un 29% las ventas de los productos con etiqueta ecológica de la marca y sus bolsas son 100% reciclables.

Las iniciativas verdes relacionadas con el textil empiezan a proliferar en España. Barcelona acoge la pasarela Ecofashion que aúna sostenibilidad y moda. El algodón de las prendas garantiza que es 100% orgánico. Los tintes son otro cantar. El diseñador mallorquín Miguel Adrover presentó una colección concebida a partir de prendas recicladas. O la firma madrileña Ecoalf crea chanclas con neumáticos, bañadores con redes de pesca y los bolsos de botellas de plástico.

Intermón Oxfam, por su parte, lanzó la línea de moda Veraluna, diseñada en España y producida en una cooperativa que trabaja por el empoderamiento de unas 300 mujeres marginadas de los barrios de chabolas de Mumbai.

La industria está siendo sometida, además, a un creciente escrutinio en materia de derechos laborales. La Iniciativa de Comercio Ético (Ethical Trade Iniciative, ETI) aúna a ONG y sindicatos para garantizar que se apliquen códigos de conducta de las compañías para mejorar las condiciones laborales en su cadena de producción. Y la Fair Wear Foundation (FWF) trata de promocionar las condiciones laborales en la industria y que se cierren los llamados sweatshops (talleres de sudor) que proliferan en Asia.

Ecologistas en Acción considera que queda mucho por hacer: “Algunas multinacionales han establecido sus sistemas de verificación y tienen departamentos encargados de visitar las fábricas para ver si cumplen con los requisitos del código, antes de cerrar los contratos. Pero esta no es la política de la mayoría de las transnacionales”.

Fuente: Setem.
Fuente: Setem.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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