Cuatro años para arrancar un debate contra las hipotecas abusivas
Un millón de firmas ha abierto a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca un hueco político Desde 2008 han paralizado más de 500 desahucios Miles de asambleas y mesas en la calle están detrás de su victoria en el Congreso
No ha sido cosa de semanas, ni de meses. Lo que ha conseguido esta semana la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) —que el partido que gobierna España con mayoría absoluta cambiara el sentido del voto y admitiera a trámite la Iniciativa Legislativa Popular que promueve la dación en pago— es el fruto de cuatro años de trabajo. De hecho, son muchos más, porque sus creadores llevan una década defendiendo el derecho a la vivienda desde Barcelona.
De su trayectoria, que tiene como hilo conductor a la portavoz de la PAH, Ada Colau —mal que le pese y aunque defienda la horizontalidad de los movimientos sociales en los que participa desde el movimiento antiglobalización de los noventa—, se podría hacer una historia paralela a la evolución del mercado de la vivienda y su incidencia sobre buena parte de la ciudadanía. Desde 2004, se han partido la cara contra la dificultad para acceder a una vivienda (Miles de Viviendas); contra el asedio inmobiliario que en pleno frenesí de la burbuja protagonizaban los propietarios de pisos de renta antigua (Taller contra la violencia inmobiliaria y el asedio, Guerrilla de la Vivienda); contra los desorbitados precios en la cúspide de la burbuja (V de Vivienda y su lema No vas a tener casa en la puta vida que triunfó entre 2006 y 2008)...
Pero volvamos a la PAH. Un movimiento ciudadano que se estructura en torno a asambleas semanales y movilizaciones y que convierte a los afectados en activistas. En cuatro años ha conseguido parar más de 500 desahucios en toda España y colocar el problema del sobreendeudamiento en la agenda política y social. Hoy todo el mundo sabe donde va la hache de desahucio.
La PAH, con todo, no sería lo que es sin la Iniciativa Legislativa Popular (ILP). Y viceversa. Lo explica Adrià Alemany, quien desde la plataforma de Barcelona ha coordinado todo el trabajo que hay detrás de la recogida de firmas de la ILP. Cuando el núcleo duro de la plataforma comenzó a plantearse promover un cambio legislativo, en 2011, se apoyó en expertos y redactó el texto. “Pero no teníamos infraestructura. Teníamos claro que era indispensable aliarse con organizaciones arraigadas en el territorio, crear alianzas estratégicas con las grandes asociaciones, pero estábamos en el escenario previo al 15-M. Todavía no se había producido el estallido social”.
Alemany relata cómo, más allá de las demandas en sí, la ILP siempre tuvo como objetivo “ser un eje de trabajo común para dar solidez al movimiento”. Algo tan sencillo como sacar mesas a la calle y recoger firmas, por ejemplo, “ha sido una herramienta fundamental para socializar a los afectados, que llegan a las asambleas de la PAH deprimidos y avergonzados y se empoderan junto a otros en su misma situación”.
Paradójicamente, la lentitud del Congreso de los Diputados, cuya mesa bloqueó la ILP durante muchos meses (entre 2011 y 2012), ha sido otra aliada inesperada. “Desde 2011 la realidad se ha vuelto más dura, con más afectados, ha habido suicidios, instituciones como jueces y Ayuntamientos se han aliado con los afectados... Y mientras, el movimiento ha crecido, ha podido explicarse, se ha consolidado en paralelo”, resume Alemany.
El activista es autor junto a Ada Colau del libro Vidas hipotecarias, que relata esta respuesta social a un problema que estaba oculto y atomizado. La de la PAH “no es una lucha opcional, es por la supervivencia. Históricamente se han conseguido cambios que parecían imposibles” suele defender Colau. Detrás de la victoria de esta semana hay episodios muy mediáticos, pero también miles de asambleas semanales en más de un centenar de ciudades e incontables convocatorias de buena mañana en barrios periféricos para detener a las comisiones judiciales. Protestas que suelen salirse con la suya al grito de “¡Sí, se puede!”.
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