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Rajoy protege a los cuestionados

Malestar en el Ejecutivo porque el PP se enreda en la explicación de Gürtel El presidente no prevé cambios en el Gobierno y respalda a Mato y Montoro

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el seminario 'The Economist' de la semana pasada.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el seminario 'The Economist' de la semana pasada. ULY MARTÍN

Pa­ra Ma­riano Ra­joy lo más ur­gen­te sue­le ser es­pe­rar. Cuando la tormenta arrecia, aguarda a que escampe con la confianza de que surjan acontecimientos que sepulten los anteriores. Y en gran medida va ocurriendo así con los escándalos de corrupción. “Mi decisión fue no tomar ninguna decisión y eso ya es una decisión”, dijo el miércoles ante sus parlamentarios. Se refería a la no petición de rescate a la UE, pero es aplicable a casi todos los asuntos, empezando por los escándalos que han desbaratado la agenda política y que afectan a varios ministros. “No hay ningún cambio previsto”, responden con unanimidad los miembros del equipo de Rajoy y cualquiera que conozca mínimamente su manera de actuar cuando se les pregunta por supuestas crisis de Gobierno.

Solo cambió el ritmo hace dos semanas para hacer frente al caso Bárcenas, con una comparecencia ante los dirigentes del PP, en la que negó haber cobrado sobresueldos y anunció la publicación de sus cuentas. Considera La Moncloa que la iniciativa de publicar su renta ha logrado cambiar el paso al PSOE y, además, ha quedado claro que la petición de dimisión de Rajoy que ha hecho su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha sido extemporánea por prematura.

Pero a Rajoy y a su ya maltrecha credibilidad les pasa factura el incumplimiento de la máxima política que exige no hacer lo que no se pueda explicar: mantuvo de forma oculta los vínculos de respeto y hasta protección de los imputados Bárcenas y Jesús Sepúlveda y paga un precio muy alto por el enredo en el que se meten en el PP cada día con desmentidos y rectificaciones. Solo le ha beneficiado el “todos son iguales” que extiende la sospecha a otros partidos, gracias a sucesos como los del espionaje político en Cataluña. Su desgaste, según los sondeos, corre casi a la par al del PSOE, demostrando el hundimiento del bipartidismo y a falta de confirmar si es un movimiento coyuntural.

La reacción se completará el próximo miércoles en el debate sobre el estado de la nación con el anuncio de reformas legales contra la corrupción y, a partir de ahí, no está previsto ninguna modificación en la estructura o funcionamiento del Gobierno, un año después. No le afecta el enorme desgaste que muestra su Ejecutivo en todas las encuestas o que se pida la dimisión de ministros como Ana Mato o Cristóbal Montoro. Más bien lo contrario: cuanto más se pida su renuncia, más les protegerá.

En el ministro de Hacienda, Rajoy tiene especial confianza, entre otras cosas porque sobre él gravita una de las prioridades de su Gobierno: la lucha contra el déficit público, que incluye el control de las cuentas de las comunidades autónomas. Valora su criterio y su gestión y, además, Montoro es persona de la máxima confianza de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría. El ahora titular de Hacienda era miembro destacado de su equipo restringido en la dirección del grupo parlamentario en la anterior legislatura y está especialmente protegido por La Moncloa y la dirección del PP. Como es sabido, el PSOE pidió su dimisión por la amnistía fiscal, pero el ministro se ha revuelto frenando la regularización extraordinaria de Bárcenas y explicando que solo uno de los imputados en Gürtel se acogió a ella y pagó solo 350 euros.

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No se oculta que algunos dirigentes del PP contienen la respiración esperando a saber si la lista de los acogidos a la amnistía esconde alguna bomba. Respecto a Ana Mato, fuentes de La Moncloa explican que Rajoy no se plantea entregar su cabeza porque sería abrir una puerta a asumir responsabilidades por Gürtel que no admite. En el entorno de Mato se pone de manifiesto que ella no tiene intención de abandonar el cargo y que ha recibido apoyos de sus compañeros de Gobierno y partido en público y en privado. Solo Esperanza Aguirre habló de su dimisión, pero fue en una reunión de la dirección del PP de Madrid y no lo explicitó luego en público. La ministra de Sanidad era del equipo de José María Aznar y, con la llegada de Rajoy al PP en 2004, ella prefirió retirarse al Parlamento europeo hasta que el ahora presidente la recuperó para un puesto relevante. Cuando le nombró titular de Sanidad en diciembre de 2011 conocía la vinculación de su exmarido, Jesús Sepúlveda, con Gürtel y asumió ese riesgo.

Tampoco se prevé que toque a José Ignacio Wert, porque ve esencial sacar adelante la reforma educativa. El choque con la realidad ha erosionado notablemente al Gobierno, pero los principales problemas de funcionamiento ya venían de serie desde el mismo momento en que arrancó. Entre los errores de diseño se mantiene la carencia de un vicepresidente económico que coordine a los ministerios afectados.

En el día a día, ha emergido la figura del director de la oficina económica de La Moncloa, Álvaro Nadal. Ante ese vacío, el principal asesor de Rajoy ha aumentado su poder casi en la misma medida que Jorge Moragas. La imagen del jefe de Gabinete de Rajoy recibiendo el martes en las escaleras de La Moncloa al presidente del BCE, Mario Draghi, es la muestra perfecta de su creciente ascenso.

Entre los fallos de diseño de la estructura y funcionamiento del Gobierno se mantiene la difícil coordinación con el partido y las disfunciones por la multitarea de Dolores de Cospedal, a caballo entre Génova y la presidencia de Castilla-La Mancha. No hay una estructura permanente entre Gobierno y PP, porque no hay nadie del Ejecutivo en las reuniones de maitines de los lunes y porque a lo más que se llega es a reuniones extraordinarias en las que los ministros explican por turnos su gestión a los dirigentes regionales. Cospedal se niega a delegar un milímetro de la dirección del día a día del PP; el partido se lía con la respuesta al caso y sus relaciones con la vicepresidenta son tan mejorables como que cada una mantiene aislado su ámbito de poder. Las dos pugnan por preservar su círculo de las turbulencias.

En el banquillo sigue Javier Arenas, primer candidato a entrar en el Gobierno, aunque tenga que frenar la publicación de los tres libros que prepara.

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