Vinos que luchan contra su propio nombre
Pese al aumento de la calidad, las ventas de los caldos madrileños disminuyen tanto en el mercado interior como al extranjero
“A Madrid se lo conoce en todo el mundo por ser la capital de España, por sus monumentos, por el fútbol… Pero cuando se trata de vinos, su nombre se convierte en un lastre. Pese a la elevada calidad, sus productos son asociados con una mala fama que echa para atrás a los consumidores”. Joan C. Martín, enólogo y autor de guías y tratados sobre el vino español, resume así la paradoja de la que es víctima el vino de Madrid: a lo largo de la última década su calidad ha aumentado, pero sus ventas han disminuido.
Martín ha publicado hace unas semanas Los supervinos, una guía en la que clasifica vinos con una buena relación calidad-precio que pueden comprarse en un supermercado. Para redactarla ha descorchado más de 600 botellas, de las que seis son vinos madrileños. Dos de ellos merecieron ser mencionados en el libro. “Son vinos con un carácter propio, ni contundente como los de la sierra de Guadarrama, que se producen al norte de la Comunidad, ni abstracto como los de La Mancha, al sur de la región. Y la calidad que han alcanzado es notable”.
Las ventas, sin embargo, no premian los esfuerzos de los viticultores madrileños. Según los datos del Observatorio Español del Mercado de los Vinos (OeMv), las ventas al extranjero de Vinos de Madrid, la única denominación de origen protegida (DOP) de la comunidad, fueron en 2014 de 7.820 hectolitros, un 2% menos que en el año anterior y un 15% menos que en 2006, cuando se cosechó el mejor resultado desde 1987.
Martín está convencido de que la falta de una identidad vinícola claramente reconocible es el principal motivo de las dificultades comerciales de la denominación. “En los años cincuenta el régimen franquista forzó la expansión urbanística de Madrid a expensas de las viñas. Con ellas desaparecieron también las tradiciones de los viticultores que habían estado produciendo el vino que hasta aquel entonces se consumía en la ciudad”. Este cambio tan abrupto de la geografía vinícola “desvirtuó la región, la dejó sin un estilo propio, sin definición. Y ahora Vinos de Madrid sufre la competencia de denominaciones de origen protegidas (DOP) más famosas y conocidas, como Ribera del Duero o Rioja”.
En el mercado interior se repite el patrón que define las exportaciones. Las estadísticas del Ministerio de Agricultura indican que en 2014 se vendieron en España 16.768 hectolitros producidos en la DOP madrileña, un 2,2% menos que en 2013. Pero los datos del OeMv permiten remontarse hasta 2006, año de mayor éxito de Vinos de Madrid también dentro de las fronteras nacionales: respecto a nueve años atrás, las ventas se han desplomado un 60%.
“Hasta los propios madrileños rehúyen sus vinos”, señala Juan Manuel Galán, sumiller del restaurante Ramón Freixa, en el corazón de la capital, galardonado con dos estrellas Michelin. “En España hay 69 denominaciones de origen, pero la gente busca casi exclusivamente Ribera del Duero o La Rioja, que se han afianzado. Quizás los vinos madrileños sean más caros que otros, pero su calidad es excelente. Siempre los incluyo en la carta, soy partidario de promover vinos de esta tierra, la uva garnacha madrileña es de las mejores de España”, explica.
Galán justifica la actitud reacia a los vinos madrileños con “la falta de información, de comunicación. Es necesario difundir la cultura del vino, informar sobre sus propiedades, sobre la tradición que rodea a este mundo. La gente desconoce la complejidad del proceso necesario para que un buen vino vea la luz y no quiere gastar mucho. Pero le parece normal dejarse 14 euros en un gin tonic”.
Dani Landi es cofundador, junto con Fernando García, de Comando G, una bodega que trabaja en la Sierra de Gredos —al oeste de Madrid— con la garnacha a la que se refiere Galán. Sus vinos son considerados entre los mejores producidos durante los últimos años a escala nacional. “Las cosas nos van bien, pero es cierto que los vinos de Madrid no tienen reputación, no tienen el amparo de una gran denominación de origen. En los últimos siete u ocho años la producción madrileña ha despegado y es un buen momento para aprovechar el gancho que puede tener el nombre”. ¿Cómo?: “Lo primero es conseguir hacer cada día mejores vinos que expresen la identidad de nuestro paisaje. Vinos que hablen de nuestros suelos y nuestras variedades autóctonas. Son los grandes vinos, que provienen de viñedos determinados y únicos, los que impulsan el nombre de una región o denominación. Madrid tiene condiciones para hacer grandes cosas. Y los sumilleres tienen un papel importantísimo para difundir estos vinos en la gastronomía madrileña. En los últimos años han empezado a confiar en ellos, a estar orgullosos de los vinos de su región. Y se nota”.
Landi aboga también por una redefinición de las DOP: “Las actuales denominaciones de origen están trasnochadas. Son muy grandes, siguen fronteras políticas. Para lograr una buena definición de una DOP debería hablar la tierra, no la política. Los nombres deberían evocar los valles, los pueblos de la zona en cuestión, ser más concretos, como ocurre en otros países europeos”. Ahora, sin embargo, pasa justamente lo contrario: “En Madrid hay vinos buenísimos, pero los de la Sierra de Gredos, por ejemplo, no tienen nada que ver con los de Arganda. Entre las dos regiones hay 200 kilómetros: tienen tierras distintas, temperaturas distintas, precipitaciones distintas… y esto ocurre en la práctica totalidad de las denominaciones. Debemos reflexionar y dignificar los territorios. Hay un gran potencial en este país y tenemos que ponerlo en valor”.
De una nueva división de las zonas productivas es partidario también el enólogo Joan C. Martín: “En Francia hay casi 600 denominaciones de origen y cada una ensalza las características específicas de una determinada área. Habría que hacer lo mismo aquí”. La propuesta de Martín consiste en renombrar las DOP inspirándose en los ríos: “Están más cercanos a los valles en los que se hallan las viñas y evitarían las disputas entre los productores, muy probables al poner un nombre que se refiere a un pueblo en particular, ya que a menudo hay rivalidad entre ellos”.
No todos, sin embargo, comparten esta visión: “El prestigio de las DOP depende de cómo trabajan las bodegas. Rueda, por ejemplo: hace 15 años no estaba tan afincada, pero gracias a sus vinos hoy es una denominación de referencia”, mantiene Rafael del Rey, director del OeMv. “El éxito de Vinos de Madrid dependerá de cómo se colocarán en el mercado sus bodegas, de cómo actuarán sus comerciales. Aunque sea necesario un tiempo, es esa la ruta para consolidar su nombre”.
Madrid acoge el XVI Salón ‘Los mejores vinos de España
- El próximo 29 de octubre se celebrará en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid el XVI Salón de los Mejores Vinos, un evento donde se catarán los que lograron al menos 93 de 100 puntos en la en la Guía Peñín 2016, referencia del mercado vinícola nacional.
- Se prevé la participación de más de 200 bodegas, que expondrán 446 productos. Reunirá 4.000 profesionales del sector, a los que va dirigido este encuentro.
- El salón abrirá sus puertas a partir de las 12.00, aunque a partir de las 17.00 y hasta las 20.30 la cita se abrirá también a particulares (la entrada vale 60 euros).
- Los organizadores aprovecharán el evento también para presentar la edición de 2016 de la Guía Peñín de los Vinos de España, un manual que se elabora tras catar 11.200 vinos. Durante la cita, además, se entregarán los Premios Guía Peñín 2016.
- La pasada edición del Salón se cerró con más de 4.200 visitantes (entre profesionales del sector prensa y consumidores particulares), y con más de 30 profesionales procedentes del extranjero.
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