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Europa acusa a Grecia de torpedear el acuerdo para ampliar el rescate

Las instituciones hablan abiertamente ya de la posibilidad de una salida del euro si Tsipras no da un giro

Los líderes de la UE reunidos con Tsipras.Foto: atlas | Vídeo: atlas / EFE
Claudi Pérez

“Las autoridades griegas intentan dar marcha atrás a los compromisos continuamente”. Europa acusa a Grecia —según una nota interna del Eurogrupo a la que ha tenido acceso este diario— de torpedear los acuerdos alcanzados en febrero, que permitieron prorrogar el rescate a Atenas y reconducir una situación explosiva. Desde entonces, las cosas van de mal en peor: “El trato a los funcionarios de la troika es inaceptable”, con Atenas tratando de dar la puntilla al trío formado por FMI, BCE y Comisión Europea. El Gobierno griego ha hecho descarrilar esta semana las conversaciones técnicas con las instituciones antes conocidas como troika: solo acepta contactos políticos. El primer ministro, Alexis Tsipras, desafió el miércoles a la UE al aprobar una ley para paliar la grave crisis humana de su país sin informar a los socios, a pesar de que la ampliación del rescate impide acciones unilaterales. “No hay colaboración con los equipos en Bruselas y en Atenas, y las posibilidades de superar el examen de abril son remotas”, según esa nota.

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A pesar de los cuchillos largos, Tsipras acudió ayer a Bruselas dispuesto a pedir un gesto a los socios. Se encontró un ambiente de lo más hostil: “El tiempo y la paciencia se están agotando”, aseguraron fuentes europeas. Los socios desconfían. La distancia entre ambas partes es considerable y creciente. El apetito por dar facilidades a Grecia se ha esfumado. Y tampoco Atenas parece dispuesta a aceptar las reformas que exige el Eurogrupo.

Ante ese panorama, hay tres escenarios posibles. Uno: una negociación política en la que la canciller Angela Merkel y compañía convenzan a Tsipras de la necesidad de dar un giro y aceptar el dinero europeo a cambio de condiciones. Dos: un rifirrafe técnico en el Eurogrupo, en el que los ministros consigan regatear las demandas griegas y encuentren la manera de ofrecer escapatorias a Tsipras. Y tres: un accidente. A pesar del ruido, el escenario más probable, de largo, es un acuerdo para un tercer rescate con condiciones pero también con guiños a Grecia. Pero ya nadie descarta el citado accidente, e incluso las instituciones preparan planes de contingencia por si la cosa se pone fea, según fuentes europeas.

Una sensación de final de los tiempos recorre Grecia con implacable frecuencia desde hace un lustro. En los últimos días toca de nuevo oír las trompetas del Apocalipsis: el ministro alemán Wolfgang Schäuble dice que una salida de Grecia del euro no se puede excluir; el comisario europeo Pierre Moscovici asegura que ese escenario sería una catástrofe que hay que evitar, “pero no a cualquier precio”, y hasta una parte del Gobierno español —y de otros, como el belga— cree que el denominado Grexit no es tan peligroso. Grecia, por su parte, amaga con un referéndum que acabaría siendo un plebiscito sobre el euro, y en las últimas semanas ha reclamado una reestructuración de deuda, ha exigido reparaciones de guerra a Alemania y acaba de anunciar una auditoría de deuda.

A Grecia no le interesa salir del euro porque eso condenaría al país a una gran depresión. A la eurozona tampoco, porque el mercado señalaría de inmediato al siguiente: Portugal-Irlanda-España-Italia y vuelta a empezar. Pero el hecho es que la economía griega se ha parado. Los ingresos públicos se han caído. La banca vuelve a sufrir la huida de capitales, y Atenas tiene varios vencimientos de deuda hasta el verano. En la UE se especula con que Grecia pueda quedarse sin dinero en breve —la primera semana de abril, según fuentes españolas—, y el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ha sugerido incluso estudiar controles de capital.

El dilema del mandatario

C. P

Incluso en caso de un acuerdo que libere fondos a corto plazo para Grecia y permita pactar después un tercer rescate, nada será sencillo: cualquier ayuda está sujeta a condiciones, y nada hace pensar que el Eurogrupo vaya a aflojar por ese flanco. Habrá alguna ventaja para Grecia —metas fiscales más desahogadas y un ligero alivio para su deuda con intereses más bajos y plazos más largos—, pero poco más. Si llega ese pacto, Tsipras encarará su particular dilema, obligado a escenificar un giro político y sacar adelante una espinosa votación en el Parlamento, con voces discordantes en sus propias filas. “Ese será el momento de la verdad para Grecia”, asegura un colaborador de Jean-Claude Juncker, “obligado a encontrar una nueva coalición y a sacar adelante el acuerdo en la votación parlamentaria o a dar la espalda a los socios”.

Charles Wyplosz, del Graduate Institute de Ginebra, critica la estrategia negociadora y la faceta diplomática del Gobierno de Tsipras: “Grecia ha dilapidado gran parte de su capital político, ha quebrado la confianza de los socios, no ha presentado propuestas serias”. Pero a la vez apunta a serios errores en la gestión de la eurozona: “Grecia se ha convertido en una especie de protectorado de Europa, y Tsipras tiene un mandato para oponerse a ese estatus. Lo paradójico es que, cada cual por sus razones, el objetivo último de todo esto parece destruir a Syriza: Berlín no quiere que nadie desafíe sus políticas, los países rescatados del Sur temen el efecto contagio; las razones domésticas, una vez más, se imponen sobre la necesidad de una respuesta genuinamente europea”, cierra.

Grecia, en fin, puede quedarse sin dinero. O retrasar los pagos a sus acreedores. O no pagar alguna de sus obligaciones (en Bruselas algunas fuentes aseguran que un impago al FMI no sería automáticamente un default). O incluso buscar una salida sagaz como hizo Irlanda con sus promissory notes.

La panoplia de opciones es muy diversa. Tanto, que las instituciones han empezado a prepararse para lo peor: las fuentes consultadas explican que, con el máximo sigilo, se ha puesto en marcha una célula en la que hay funcionarios de varias instituciones preparando un plan B por si llega el momento en que Grecia no pueda pagar. La Comisión desmiente tajante esa información. Pero los planes de contingencia, guardados bajo siete llaves, ya estaban listos en 2012, y vuelven a prepararse ahora, siempre según las fuentes europeas consultadas. “Sería suicida no tener preparados los mínimos cortafuegos”, según un alto funcionario comunitario. Fuentes conocedoras de esos planes cuentan algunos detalles. Uno: se produciría una nacionalización inmediata en Rumania y Bulgaria de las filiales de los bancos griegos en esos dos países. Dos: se activarían controles de capital, incluso de forma asimétrica en el lado europeo, a pesar de que se considera que el riesgo financiero en Grecia es escaso y absorbible, y sería necesario el recurso al BCE. Y tres: la clave sería la postura del banco central de Grecia en caso de impago técnico. ¿Si el BCE decide cortar las líneas de emergencia, el Banco de Grecia lo haría automáticamente? Los planes de contingencia de 2012 se hicieron planteando un escenario de colaboración entre las autoridades griegas y las europeas; esta vez, las instituciones continentales no tienen claro el grado de colaboración del bando griego.

La eurozona está hoy mejor pertrechada que en 2012 para combatir la crisis, pero aun así esa salida tendría un enorme efecto indirecto a través de los mercados. El euro es esencialmente un proyecto político: si resurgen las dudas sobre la unidad de la eurozona reaparecerían las dificultades con las primas de riesgo en los países más endeudados (Italia, Portugal, Irlanda, España). Los expertos no son optimistas. “Tanto los acreedores como Grecia están reaccionando de una forma muy emocional. Los costes de una salida serían gigantescos. Pero quizá no a corto plazo: es posible que Europa pueda contener el contagio, pero el problema resurgiría en la próxima crisis. Un Grexit sería el principio del fin de la eurozona: desestabilizaría el euro”, dice Paul De Grauwe, de la London School. “Lo preocupante es que todo el mundo hable ya del Grexit con esa ligereza en Bruselas”, cierra Ángel Ubide, del Peterson.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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