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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Asegurar la vacunación

El plan de UE para reforzar las campañas de inmunización y combatir la desinformación sobre las vacunas merece todo el apoyo

Vacunación infantil.
Vacunación infantil. EFE

Somos tan afortunados que ya no nos acordamos de cuando la viruela, la poliomielitis, el sarampión, las paperas o la varicela causaban estragos en Europa por la alta mortalidad o las graves secuelas que dejaban en la infancia. Gracias a la vacunación sistemática, la viruela está hoy erradicada y la polio en vías de desaparición; el resto se había reducido hasta niveles casi testimoniales. En los últimos años, sin embargo, se observa un preocupante repunte. Es el caso del sarampión, cuya incidencia se ha triplicado en la UE en apenas un año: 14.451 casos en 2017, frente a 4.643 el año anterior. Este repunte se debe a problemas de cobertura en algunos países, cuyas consecuencias se extienden al resto a causa de la mayor movilidad, y también a la creciente incidencia de las teorías antivacunas que, partiendo de datos falsos sobre efectos adversos, provoca que muchos padres dejen de vacunar a sus hijos.

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El beneficio de las vacunas es científicamente incuestionable. Cada año salvan la vida a millones de niños, como se ve por comparación con los países que no pueden acceder a ellas. La gran ventaja de las vacunas es que su efecto es a la vez individual y colectivo. Protege al niño vacunado, pero también al resto de la comunidad por el efecto de la inmunidad de grupo. Solo cuando la vacunación es generalizada se logra reducir la circulación de los patógenos y el riesgo de contagio. El rechazo de los padres a las vacunas no solo perjudica a sus hijos sino que también rompe los beneficios de la inmunización colectiva.

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Hay que saludar por ello el plan que acaba de lanzar la UE para mejorar la cobertura y combatir la desinformación. Se trata de asegurar que en todos los países la tasa de vacunación alcance los niveles necesarios —en el caso de la triple vírica, el 95%— y que las dosis sean las adecuadas. Para ello hay que armonizar los calendarios de vacunación, implantar la tarjeta digital común y hacer un esfuerzo para detectar a los niños que no están protegidos.

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