Trabajar, aprender, prosperar: una sola política con múltiples impactos
En Latinoamérica, casi la mitad de las mujeres en edad de trabajar, y de ser madres, están fuera del mercado laboral
Todos los días antes de ir a su trabajo, una madre en Toluca, México, lleva a su niño de dos años a la guardería de su barrio. En Santiago de Chile, una madre desempleada se queda en casa con su niña de tres años; su esposo piensa que es ella quien debe encargarse de su cuidado. En Bogotá, una madre trabajadora deja a sus hijos de tres y cuatro años con la abuela porque el preescolar más cercano queda demasiado lejos. ¿Qué relación tienen estas dinámicas con el crecimiento económico de América Latina y el Caribe?
En la región, casi la mitad de las mujeres en edad de trabajar –y en edad de ser madres– están fuera del mercado laboral. Hablamos de 46 millones de mujeres de más de 25 años con algún nivel educativo. ¡Una cantidad equivalente a la población entera de Colombia!
Las cifras sobre los niños también son elocuentes: apenas el 8% de los niños de cero a tres años tienen acceso a programas formales de cuidado y educación inicial y solo 44% de los que tienen entre tres y cinco años participan en ellos. Adicionalmente, la brecha de oportunidades entre niveles socioeconómicos es amplia: un niño de altos ingresos tiene el doble de posibilidades de asistir a un servicio formal de cuidado que un niño de bajos ingresos. Estos desafíos ponen en evidencia que la inversión en los primeros años de vida en la región sigue siendo baja: por cada dólar que se gasta en niños de menos de cinco años, se gastan más de tres en niños entre seis y 11 años.
La provisión de guarderías está positiva y consistentemente relacionada con incrementos en la participación laboral femenina
Sobran razones para aumentar y optimizar esta inversión. El ingreso tardío –en particular para aquellos niños y niñas que están en situación de desventaja socioeconómica– puede ser decisivo para que nunca lleguen a adquirir las habilidades necesarias para la vida, y mucho menos para desarrollar las competencias laborales que los lleven a contribuir a la economía de sus países más adelante. Al mismo tiempo, la no asistencia a centros de cuido también tiene implicaciones para las madres, quienes al abandonar el mercado laboral para cuidar a sus niños, reducen los ingresos del hogar y sus posibilidades de desarrollo y participación económica futura.
Investigaciones recientes apuntan a que la provisión de guarderías está positiva y consistentemente relacionada con incrementos en la participación laboral femenina. Esta medida crea un círculo virtuoso: aumentan las oportunidades para que las madres trabajen y se reducen las brechas de conocimiento entre niños de altos y bajos ingresos, mejorando así la fuerza laboral del futuro.
Sin embargo, abrir más guarderías es parte, pero no toda la solución. La baja participación de los hogares más vulnerables en estos servicios públicos es uno de los grandes desafíos para el diseño e implementación de los programas. Asegurar que los chicos que más lo necesitan lleguen a las aulas que ya tenemos o a las que se vayan a construir requiere de cinco pasos clave: recoger datos para entender mejor las necesidades de la población objetivo; ampliar la cobertura y reducir las restricciones de edad que existen en algunos casos; mejorar la calidad de los servicios; adaptar las características de los centros a las necesidades de las familias (en términos de ubicación, transporte, horarios); e implementar políticas de incentivos y campañas de sensibilización para llegar a aquellos hogares que son más difíciles de movilizar por razones culturales y/o económicas.
Si bien en América Latina y el Caribe existe cada vez más consciencia de la importancia de la inversión en el desarrollo infantil, se debe profundizar tanto en la eficiencia como en el alcance de estas políticas, teniendo en cuenta que para la realidad de algunas madres y familias cuyos hogares viven en condiciones extremadamente precarias, un centro de calidad subóptima puede ser mejor alternativa que no tener nada.
El desafío es grande pero nos encontramos ante una oportunidad para invertir en una educación que rinde. Y lo decimos así porque, cuando combinamos las posibilidades de una mejor educación para los niños, con las de una mejor inserción laboral para sus madres, gana la familia, la economía y la región.
Mercedes Mateo es especialista líder en educación del BID.
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