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Ser mujer: el precio de cuidar a los niños

¿Por qué no disminuye la brecha salarial entre hombres y mujeres? La solución podría estar en los servicios de cuidado infantil

Kaveh Kazemi (Getty Images)

La mitad de las mujeres latinoamericanas en edad de trabajar no lo hace y la otra mitad que sí trabaja gana salarios considerablemente más bajos que sus compañeros varones. Estos datos, por llamativos que sean, no resultan sorprendentes. Lamentablemente, estamos acostumbrados a titulares de este estilo y a que exhaustivos estudios analicen las diferencias de género en el ámbito laboral y muestren la inequívoca posición de desventaja de las mujeres.

Sin embargo, América Latina y el Caribe han hecho desde hace décadas enormes avances en materia educativa que se han traducido en una reducción significativa de las diferencias de formación que existían entre hombres y mujeres. Y con todo, esa mejor preparación académica de las mujeres no se está traduciendo en una mayor participación en el mercado laboral ni en la paridad salarial. ¿Qué está pasando?

La maternidad. Tener hijos tiene importantes consecuencias en la trayectoria profesional de las mujeres no solo latinoamericanas sino de buena parte del mundo. Recientes publicaciones económicas demuestran que la diferencia de salarios entre hombres y mujeres se vuelve particularmente pronunciada en las edades que coinciden con las mayores tasas de fertilidad. Y este efecto es aún más claro entre las mujeres con carreras universitarias y con profesiones bien remuneradas. Sendos estudios centrados en Estados Unidos y publicados por el American Economic Review y por el National Bureau of Economic Research, ponen de manifiesto que, a los 25 años, una mujer universitaria gana un salario equivalente al 90% de lo que gana un varón con su mismo nivel educativo; sin embargo, cuando ambos cumplen 45 años, el salario de la misma mujer es el 55% de lo que gana su homólogo masculino. Ahora sí la brecha salarial se ha convertido en algo sorprendente.

Según los autores de estos estudios, este fenómeno se debe, en parte, a que las parejas deciden que uno de ellos, el hombre, se concentre en su carrera y en generar ingresos mientras la otra parte, la mujer, dedica mayor tiempo y esfuerzo a las labores domésticas y el cuidado de los hijos. Lo curioso es que incluso los salarios por hora trabajada de las mujeres que no renuncian a sus trabajos en el momento de ser madres son inferiores a los de sus pares varones. Y es que las carreras profesionales mejor pagadas son, en líneas generales, las que exigen horarios menos flexibles y jornadas extendidas, cuestiones poco compatibles con la crianza infantil, por lo que estos trabajos terminan siendo mayoritariamente masculinos.

Además, las mujeres que a largo plazo logran recuperar su trayectoria profesional e igualarse con sus homólogos del otro sexo, pagan asimismo un coste importante desde el punto de vista de salario perdido, pues han acumulado menos ahorros, han tenido menos ascensos profesionales y han contribuido en menor medida su fondo de jubilación.

Para solucionar este desajuste se han invertido considerables recursos en articular medidas que favorezcan la equidad de género promocionando la paternidad activa y una mayor implicación masculina en las responsabilidades domésticas. Sin embargo, un extenso artículo publicado recientemente hace hincapié en que a pesar de que hoy en día se acepta universalmente que el hombre ha de colaborar en mayor medida en las tareas del hogar, las ideas tradicionales de masculinidad perviven en los ambientes laborales. Que una madre renuncie a un ascenso para centrarse en el cuidado de sus hijos, señala el artículo, es considerado aceptable; pero cuando los padres hacen lo mismo pasan a ser vistos por sus colegas como poco hombres, débiles o carentes de ambición. A ello se añade la expectativa implícita de que una carrera profesional exitosa se define, en parte, por estar pegado al escritorio de trabajo durante largas jornadas. De nuevo este esquema poco flexible hace difícil compatibilizar el trabajo con el cuidado de los niños.

En América Latina y el Caribe este camino ha experimentado también avances favorecidos por las diferentes legislaciones en permisos de maternidad o paternidad, como se ha planteado recientemente en este artículo, pero, dados los niveles de informalidad en los mercados laborales de la región, aunque todos los países contaran con esquemas de licencia idóneos, existiría un enorme segmento de la población que no se vería beneficiado.

Un estudio publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) cuantifica el costo de la baja participación laboral de las mujeres en América Latina y el Caribe, haciéndolo fluctuar entre el 3,4% del PIB de México y el 17% del PIB de Honduras. El informe pone de manifiesto que, al igual que en Estados Unidos, la brecha de género en la participación laboral en la región crece durante la edad reproductiva de las mujeres. En dicha publicación se defiende una política pública que favorezca la inclusión de las mujeres en el mercado de trabajo a través del diseño de servicios de cuidado infantil de calidad, accesibles, con flexibilidad de horarios y que respondan mejor a las necesidades de las madres trabajadoras en la región, poniendo énfasis en aquellas de los estratos socioeconómicos más desfavorecidos que son, precisamente, las que menos uso hacen de ellos.

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