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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Destructivo Trump

El presidente de EE UU siembra el caos a su alrededor de forma alarmante

Trump sonrie mientras el jefe del Estado Mayor de EEUU y el secretario de Defensa, Jim Mattis, se cuadran en el homenaje a los caídos en Arlington.
Trump sonrie mientras el jefe del Estado Mayor de EEUU y el secretario de Defensa, Jim Mattis, se cuadran en el homenaje a los caídos en Arlington.Pablo Martinez Monsivais (AP)
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The destructiveness of Donald Trump

La dimisión del director de Comunicación de la Casa Blanca, Mike Dubke, con apenas tres meses en el desempeño de sus funciones, es un nuevo ejemplo del preocupante nivel de desorganización en la administración política más poderosa del planeta. Dubke habría presentado su renuncia hace semanas, pero se decidió posponer el anuncio para no entorpecer la gira presidencial por Oriente Próximo y Europa, que por otra parte ha tenido unos resultados nefastos en términos de comunicación.

Editoriales anteriores

Contratado en febrero por Sean Spicer, jefe de prensa y portavoz de la Casa Blanca, Dubke había tratado de poner orden en la caótica imagen que ofrece casi a diario la presidencia de EE UU. Una tarea que parece imposible con un presidente que —según él mismo ha revelado en varias entrevistas— utiliza por las noches, sin que lo sepa el equipo de comunicación, su cuenta personal de Twitter de forma irresponsable y a menudo agresiva.

Donald Trump parece no haber entendido —es difícil que lo entienda ya— que no es un usuario más de las redes sociales y que no se puede comportar en ellas como lo que se conoce como un troll, un perfil gamberro que polemiza sobre cualquier tema. Ante este panorama, no sería de extrañar que se confirmaran los vaticinios de la prensa estadounidense, y que el próximo en presentar la renuncia fuera el mismísimo portavoz de la Casa Blanca.

El último objetivo de Trump en las redes ha sido la canciller alemana, Angela Merkel. Ayer el presidente volvió a echar en cara a Alemania que la balanza comercial con EE UU sea positiva para Berlín, como si eso constituyera una afrenta, y finalizó su mensaje con una amenaza propia de taberna de poco fuste y, en cualquier caso, totalmente inaceptable en la política internacional y las relaciones entre aliados: “Esto va a cambiar”.

Seguramente para Trump, acostumbrado a denigrar y atacar personalmente a sus rivales, resultará poco comprensible que haya sido el principal rival de Merkel, el socialdemócrata Martin Schulz, el que ayer haya apoyado la postura de la canciller. Schulz ha calificado a Trump como “destructor de todos los valores occidentales”, expresión que a lo mejor al presidente estadounidense —aficionado al lenguaje brusco— no le parece muy fuerte, pero que es un duro diagnóstico de lo que está haciendo el inquilino de la Casa Blanca.

Esos valores occidentales son sin duda también estadounidenses. Resulta urgente que los legisladores de Washington tomen conciencia de que ambas orillas del Atlántico pagarán un alto e indeseable precio si este presidente errático e incapaz de dominar sus impulsos sigue arremetiendo contra unos lazos que tanto ha costado tejer. Ellos tienen los mecanismos legales para que esto no suceda.

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