Despacito
No hay muro ni purista que pare esta revolución hispana
El último logro de Despacito ha sido alcanzar la cima de la lista Billboard de Estados Unidos. La clasificación de canciones más escuchadas en un mercado en el que, hasta ahora, mandaba el inglés.
Un tema en español dominando el Imperio. In your face, Trump.
Luis Fonsi y Daddy Yankee, dos portorriqueños, con la ayuda de Justin Bieber le han quitado la medalla a La Macarena de Los del Río, la única que hasta ahora ostentaba este mérito. Y sin necesidad de que un presidente haya tenido que cantarla y bailarla. Ya lo hacemos todos los demás, repetidamente, desde hace cinco meses.
Despacito nos vamos apropiando de la cultura global con ritmos sincopados. Artistas negros y blancos. Con distintos acentos. Y siempre tendremos la razón de nuestro lado.
Cuando nos acusen de violar la historia de la música en español, podremos decirles que el reguetón originario de Puerto Rico contribuyó a la denuncia social en sus inicios. Incluso formó parte de la causa feminista. Recurriremos a los libros para demostrar el antecedente de este ritmo en las clásicas habaneras. Y cuando el dedo acusador ya sea inevitable, siempre nos quedará Stravinsky. Miguel Pérez, experto en música clásica, me explicó una vez que el compositor ruso revolucionó al público parisiense con la Consagración de la primavera. En mitad de la constricción del barroco y el clasicismo, regresó al tribalismo más salvaje, y, de paso, abrió la puerta a las vanguardias.
El reguetón es solo el caballo de Troya. No hay muro ni purista que pare esta revolución hispana.