El bien de España
Dentro de un tiempo los historiadores tendrán que acudir a las tarjetas SIM para descifrar lo que ha pasado en este país
El último verano español transcurrió entre llamadas a la estabilidad y la normalidad para dejar gobernar al partido ganador de las elecciones, el PP. Eran proclamas en algunos casos desesperadas, pues se hacían por “el bien de España”. Esa fue la frase que definió el apoyo del muy centrado Albert Rivera a Mariano Rajoy tras haberse desangrado los brazos diciendo que jamás lo apoyaría: “Estoy dispuesto a no tener credibilidad por el bien de España”. Obviando el debate de si merece la pena sacrificar la dignidad personal por un país, y obviando incluso el agravante de que ese país sea España, la sentencia tenía un sentido apocalíptico, sobre todo porque lo que es bueno y lo que es malo para la sociedad casi siempre es una discusión, nunca una certeza.
De alguna manera Rivera se comprometía a decir una cosa y hacer otra según aquello que beneficiase o no al PP. La misma causa de fuerza mayor (en España se vota al mal menor, y los partidos pactan por fuerza mayor), provocó que el PSOE se sumase al bien de España. Por no dejar a nadie huérfano, cabe recordar que meses antes a Podemos le pareció que el bien de España pasaba por unas elecciones antes que por un Gobierno del PSOE; contaban con que ganase Rajoy y con que Podemos ganase al PSOE: les salió muy bien la mitad del plan. Conociendo los antecedentes del PP, los políticos y también los penales, la decisión de todos estos partidos era arriesgada, pero si algo quedó claro en la evaluación de riesgo es que el bien de España estaba supeditado al bien propio. Así que medio año después nos encontramos con que los únicos que no han incumplido lo que se esperaba de ellos son los populares: hoy la situación en España es de máxima estabilidad y normalidad de acuerdo a lo ya conocido, y por no faltar no falta ni el SMS.
Dentro de un tiempo los historiadores tendrán que acudir a las tarjetas SIM para descifrar todo lo que ha dado de sí el bien de España. Los que no lleguen a tanto pueden leer la entrevista de Fernando Garea a Rafael Catalá en este diario: “La responsabilidad política por la corrupción se salda en las urnas”. En un ministro de Justicia la frase adquiere un magnífico sentido, porque efectivamente la responsabilidad penal se salda en los juzgados, pero es La Gente, empoderada de una forma que ni soñó Podemos, la que absuelve o condena al corrupto en el ejercicio de su responsabilidad. Hay que conocer muy bien España para pronunciar una frase así. Hay que tener una cobertura extraordinaria, telefónica y moral.
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