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MIRADOR
Columna
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Metrobot

Los robots están peligrosamente cerca de quitar su trabajo a los conductores del metro

Javier Sampedro
Estación de Pacífico de la Línea 1 del Metro de Madrid.
Estación de Pacífico de la Línea 1 del Metro de Madrid. Luis Sevillano

Madrid ha inventado el Metrobot, un robot que conduce el metro. El hallazgo se produjo el domingo pasado, cuando un conductor de la Línea 1, llamémosle Perkins, que estaba finalizando su parada en la estación de Alvarado, percibió que no podía cerrar las puertas del convoy para reanudar la marcha. Salió de su compartimento y pronto localizó el problema en el cuarto vagón: algún pequeño fallo mecánico impedía cerrar una de sus puertas. Perkins se metió en el vagón, resolvió el problema y vio con alivio que las puertas se cerraban cuando, de repente, notó que el metro arrancaba.

Cabe preguntarse qué haría el conductor para disimular su perplejidad ante los pasajeros del cuarto vagón. Habría que remontarse a Louis de Funes para hallar un actor digno de ese papel. Pero sigamos exponiendo los hechos.

Quien había puesto en marcha el convoy era, naturalmente, el piloto automático del metro, llamémosle Metrobot, que, habiendo percibido que las puertas se habían cerrado a la perfección, arrancó la máquina como estaba estipulado en su pequeño cerebro de silicio. Metrobot salió de Alvarado, condujo de maravilla por el túnel que subyace a la calle Bravo Murillo y llegó a Estrecho con su pasaje en perfectas condiciones. Y abrió las puertas, dejando salir a sus pasajeros y al propio Perkins, que pudo entonces recuperar el control humano sobre la máquina ciega.

Metrobot no lo sabía, pero acababa de inaugurar una nueva era en el transporte del subsuelo. Una era en la que Perkins no será necesario. O lo será como mucho para apretar un par de tuercas atascadas.

Aunque con nombres supuestos, el episodio es verídico, y este diario dio cuenta de él anteayer. Quizá dé para un corto, pero también revela lo cerca que están los robots de quitar su trabajo a los conductores del metro. En cierto sentido cómico, Metrobot ya se lo ha quitado a Perkins, aunque solo entre Alvarado y Estrecho. Y seguramente porque Perkins se lo permitió al dejarse puesto el automático cuando salió de su cabina para arreglar la puerta. Si fuera así, se trataría de un error comprensible, que podríamos haber cometido cualquiera de nosotros. Y que Metrobot —y sus programadores— resolvieron a la perfección.

La mayoría de los escollos a los que se enfrentan los coches autopilotados no existen en los trenes. El robot no tiene que reconocer su lugar en la autovía, ni utilizar complicados algoritmos para saber cuándo puede adelantar a otro coche, ni saber qué hacer si se le cruza uno por delante. Entre Alvarado y Estrecho, conducir es una tarea parsimoniosa y lógica como la mente de Metrobot.

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