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MIRADOR
Columna
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Condenaditos

Cabe preguntar si una estrategia de defensa que ha estado basada en la ignorancia se puede reivindicar

Jorge M. Reverte
Artur Mas, Irene Rigau y Joana Ortega en la rueda de prensa del pasado día 13.
Artur Mas, Irene Rigau y Joana Ortega en la rueda de prensa del pasado día 13.Albert Salame (REUTERS)

Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau han sido condenados por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a penas que han sabido a poco a algunos comentaristas. A dos años de inhabilitación el que más y a 18 meses la que menos, por haber desobedecido al Tribunal Constitucional. Según esta gente, han sido condenaditos. Yo creo que no.

Fijémonos en Artur Mas. Su desobediencia le ha costado, casi con toda seguridad, la carrera para ser el primer president de la República catalana. Eso no es porque quede jurídicamente descalificado, sino porque ha quedado desnudo para la comparecencia en el Parlament sobre el 3% o el 4% (no está claro cuánto) el 29 de marzo.

Ese día, el expresidente de la Generalitat tendrá que explicar a los demás diputados si, mandando él, se cobraban comisiones a los empresarios a cambio de favores en la concesión de obras públicas. No tiene a la cámara muy a favor, no le queda mucha credibilidad al antiguo presidente de la Generalitat y actual presidente del PdeCat. Después de alegar tanta ignorancia en torno a las órdenes del Tribunal Constitucional, ya no puede acumular más desconocimiento, salvo que quiera asumir el riesgo de que alguien le pregunte si alguna vez en su vida ha sabido algo de algo.

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Artur Mas no va a poder decir que el 3% es una maniobra del Estado para desacreditarle. El porcentaje que se llevaba Convergència de cada obra realizada con dinero público en Cataluña era un robo a los catalanes, a todos los catalanes, soberanistas o no. Y eso no es un invento del Estado, como no lo fue de Pascual Maragall hace ya 12 años. Mas, como jefe de la antigua Convergència, era el capo, posiblemente sin saberlo, de una banda de apandadores, lo que ha obligado a inventar el PdeCat.

Pero Mas tiene algo peor en su actual currículo, algo que debe explicar a los posibles electores. Él y sus dos colaboradoras también condenadas han declarado que volverían a hacer lo mismo, a incurrir en desobediencia.

Y cabe preguntar si una estrategia de defensa que ha estado basada en la ignorancia se puede reivindicar. Imaginemos que el Tribunal Constitucional le hubiera avisado suficientemente de aquello a lo que se exponía desobedeciendo. ¿Habría hecho Mas lo mismo o no? Eso supondría negar todo su argumento.

Artur Mas no ha tenido épica en su comportamiento. Va a ser más difícil votarle incluso para los soberanistas. Ha perdido la dignidad en el juicio por el que ha sido condenadito. Le queda la sonrisa.

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