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Yo sí leo EL PAÍS

Autobiografía mínima de un lector de periódicos

Juan Cruz

Hace ahora un año y también hacía frío. Aquel hombre aún no se había quitado el abrigo cuando me vio llegar al muy ilustre escenario vacío del Reina Sofía. Me dijo, al verme, señalándome con su dedo índice:

— Que conste que ya no leo tu periódico.

En un tiempo, hace cuarenta años, eso no se decía nunca, de ningún periódico. Porque leer periódicos no solo era una costumbre sino una obligación. Leías este periódico, leías aquel periódico; incluso se decía que leyendo varios periódicos te podías hacer una composición de lugar.

Es que era un lector de EL PAÍS que presumía de no leerlo. Como si así ganaran fuerza sus argumentos, desmejorando el esfuerzo de los periodistas, uno a uno

Ahora se ha puesto de moda decir que no lees periódicos. Viste más aún decir un periódico determinado. Declarar apestado un periódico es una novedad de los tiempos. Ahora lo hace en Estados Unidos un No Lector declarado. Una de las variantes de la No Lectura del que nos lee afecta a este periódico en el que trabajo precisamente desde hace cuarenta años.

“Que conste que ya no leo tu periódico”. Entre las variantes que pude adelantar como respuestas elegí esta: “Pues tú te lo pierdes”. Él insistió con sus razonamientos, que provenían de aquella jaculatoria que parecía un eureka: no le había gustado aquel editorial, no tenía sentido aquel comentario, ese reportaje defendía a sus contrarios, aquel no era suficientemente duro con los malos, sus buenos eran maltratados por el periódico en el que trabajo, etcétera.

Cuando ya chorreaba tinta simpática su discurso le pregunté cómo sabía tanto de lo que publicaba el periódico si ya no lo leía.

“Es que lo leo en la edición digital”.

No se trataba, pues, de un No Lector, sino de un lector, digamos, clandestino. Del mismo modo que en el siglo pasado él hubiera ido por la calle con EL PAÍS bajo el brazo para significarse, ahora se significaba diciendo que no leía EL PAÍS… en papel.

Entre las cosas que pude haberle dicho a este paradigma de persona que dice no leer lo que lee hay una muy simple, que no se me ocurrió en ese momento. “Pues yo sí leo EL PAÍS”. Leo también La Vanguardia, el Abc, El Periódico de Cataluña, La Razón… Leo El Mundo, leo el As, leo el Marca, leo los digitales y leo otros periódicos que harían la lista muy larga. Leo los periódicos extranjeros que están al alcance de mi limitado don de lenguas. Y leo mucho, siempre leo, desde que soy niño leo: me encontraba con recortes de periódicos en el suelo y los agarraba para leerlos, leía los prospectos, las etiquetas de las camisas. Me pasé la vida leyendo.

Y, claro, leo EL PAÍS. No conozco vida más plena que la que da la abundante lectura de periódicos, de libros, leer, leer, leer en papel, leer en la pantalla, leer como si la vida solo tuviera orden si leyeras. Leer millones de vidas en un día, contadas por compañeros que tienen el don de la escritura o el don de la indagación. Leer. ¿Puede haber sentimiento democrático más pleno que el del que lee para discutir lo que lee, del que lee para saber más o para saber lo que el otro ya sabe?

Presumir de no leer un periódico en particular no es un alarde, es una estupidez, con perdón para aquel señor que siguió hablando sin quitarse el abrigo, y es que hacía un frío sin tasa. Este periódico que rodea este blog, y que tiene una versión en papel, que es mi preferida, con perdón de los que prefieren el digital, me da el confort del orden que otros han elegido para mí. Hay historias humanas, del extranjero y de España, hay entrevistas de piedra, de mármol y de humo, hay un esfuerzo enorme de reporteros que se juegan cada día el oficio de contar sin saber que al cabo de sus días o de sus noches alguien va a decir, como si fuera un hallazgo:

— Que conste que ya no leo tu periódico.

Luego preguntas por qué no lo lee y te das cuenta de que es una pose. Lo leen, como lo leo yo, pero dicen no leerlo para que sepamos que él no piensa como EL PAÍS, como si el periódico pensara, solo pensara para sentar en el suelo a los que piensan distinto, como si el periódico no pensara para que otros rebatan su pensamiento, su estrategia o su idea; como si el periódico solo tuviera editoriales, y todo fuera un editorial, hasta las farmacias de guardia, los resultados del fútbol, las cartas al director o los crucigramas. Como si un periódico no fuera un periódico sino un espejo en el que nos viéramos guapos, de acuerdo con nosotros mismos, felices de ser entendidos sin discusión alguna. Como si no hubiera ahí periodistas, que pasan frío o calor, que viajan y buscan, que retuercen el cuello del cisne, como quería Gabriel García Márquez, para llenar los días del tormento y el orden que supone contar la vida.

Luego preguntas por qué no lo lee y te das cuenta de que es una pose. Lo leen, como lo leo yo, pero dicen no leerlo para que sepamos que él no piensa como EL PAÍS

Cuando me encontré con este hombre al cabo de un año, ahora mismo, en la reciente y breve primavera, iba en camiseta, y me habló de un editorial de EL PAÍS, otra vez. No hay derecho, ese editorial de tu periódico. Se lo sabía de memoria. ¿Y la información, leíste la información? Sí, también había leído la información. ¿Entonces?

En esta ocasión no le pregunté cómo nos leía si no leía EL PAÍS.

Es que era un lector de EL PAÍS que presumía de no leer EL PAÍS. Como si así ganaran fuerza sus argumentos, desmejorando el esfuerzo de los periodistas, uno a uno. No nos leía, o así simulaba, para que sufriera un ente que no tenía ni ojos ni cara ni sudor ni lágrimas. No nos leía porque nos estaba leyendo.

Ah, ahora espero los comentarios. A los que comenten les sugiero que lean antes la noticia que les regalo ahora:

Tres preguntas para el lector antes de comentar las noticias

"Si una persona va a debatir algo, es importante que sepa lo que está en el artículo y lo que no está en el artículo", afirman desde la cadena pública noruega NRK. Si te interesa la historia, sigue leyendo la noticia aquí

[*Las páginas que ilustran esta entrada pertenecen a la edición de EL PAÍS SEMANAL y del periódico EL PAÍS del pasado domingo 12 de marzo de 2017.]

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