Sin atajos
Sería bueno impartir algunas clases sobre convivencia democrática a nuestros políticos
La presidenta de la Comunidad de Madrid y presidenta en ciernes del PP de Madrid, Cristina Cifuentes, dice que Podemos todavía tiene que demostrar que cree en la democracia. La afirmación parece muy fuerte, pero lamentablemente hay que reconocer que en la política española hay demasiada gente que tendría que demostrar semejante creencia.
Por ejemplo, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha tenido que dejar de lado al grupo que la sustenta, Ahora Madrid, al que pertenece Podemos, en relación con una moción del PP y Ciudadanos que pretendía reprobar la política fascista de Nicolás Maduro con los presos de la oposición en Venezuela. Hace pocos días Alberto Garzón, importante socio de Podemos, declaró que Leopoldo López estaba en la cárcel por golpista. Así que llueve sobre mojado en Podemos: apoyan con mayor o menor virulencia la dictadura de Maduro. Eso no denota gran cariño por la democracia, al menos en Venezuela.
Otra cosa es que el PP tenga que hacer alguna demostración pública de respeto por la democracia, evitando las lecturas ventajistas de los acuerdos contra la corrupción, que es uno de los mayores enemigos de la democracia.
No hay que hurgar demasiado en Cataluña para encontrarnos con un desprecio gigantesco por la democracia: el más del 50% de catalanes que votó contra la independencia el 9-N no existe para la inestable mayoría soberanista en el Parlament. Se intenta declarar la República Catalana con el único respaldo de una mayoría raspada e ilegítima a esos efectos. Carles Puigdemont ha resultado ser aún peor que su antecesor, Artur Mas. Los catalanes no soberanistas no son catalanes, por obra y gracia de unos señores que tienen un concepto curioso de la democracia, que no solo consiste en contar votos, sino en contarlos bien.
Mal nos iría en este país si gobernara un partido como Podemos, que no haya rectificado su visión sobre Venezuela. Y mal les iría a todos los catalanes si se instaurara, por procedimientos dignos de un trilero, una República patriótica pero enferma.
Se pueden encontrar ejemplos de poco respeto por la democracia a uno y otro lado del espectro político. Pero llevamos ya casi 40 años con una Constitución innegablemente democrática. Ya no somos una democracia joven, solo un poco más reciente que alguna otra de Europa. Casi hay que pensar que sería bueno impartir algunas clases sobre convivencia democrática a nuestros políticos.
No hay atajos para la democracia. Y yo estoy en contra de que 2.528 madrileños le quiten el nombre de Felipe VI a un parque. Votación democrática.
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